capítulo 2

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Capítulo 2


Otro día transcurría en el Jordán, muy tranquilo como siempre. Por la mañana, bajaba Bartolomé con su vestimenta habitual de médico y sus instrumentos, nadie sabía hacia donde se dirigía aquel anciano. Era común para él ver a los españoles en las calles de tierra vigilando a los guanes que hacían las construcciones de casas usualmente de bahareque o tapia pisada y techos de madera con paja. Junto con esto no faltaba el humo que adornaba el ambiente. Resultaba ser que el tabaco era una plantación valiosa para los nativos de la zona y siempre estaban consumiéndole de alguna u otra manera. De hecho, algunos españoles habían adoptado esta costumbre de consumirlo y también de cobrar el tributo en coca antes que el oro. Caminó hasta llegar cerca del río, su ruta fue escogida estratégicamente para toparse con Adalberto quien hablaba con algunos obreros para dar inicio a la construcción de su futura casa.

— ¡Buenos días respetado joven! —Mencionó con alegría a lo que Adalberto se exaltó— Menudo encuentro el nuestro, ha de ser este vuestro terreno. ¿Lo habéis elegido por el río?

Adalberto respiraba con pesadez de la irritación que tenía al haberse encontrado con ese hombre que el día anterior no había sido nada agradable. Aun así, correspondió el saludo.

— Buenos días, ¡claro! A mi esposa le gustan mucho las flores y este espacio va perfecto para nosotros al tener agua disponible siempre.

— ¡Ah! —Suspiró— Cuánto extraño yo a mi mujer, siempre llenando la vida de cosas bellas. ¿Está usted ocupado? Me gustaría mostrarle más del pueblo.

— Bueno, ya he terminado de ordenar todo con los obreros, pero...

— Vale, perfecto. Venga, disfrutará mucho de la vista. —Cortó Bartolomé caminando a su lado con un brazo en su espalda.

El joven tomó una bocanada de aire gesticulando una falsa sonrisa, no sabía cómo sentirse. Trataba de disimular siendo lo más educado posible para no dejar entrever lo mal que se sentía, sabía que su esposa lo amaba, pero le pesaba el hecho de que lo trataran con desprecio. No se imaginaba lo que buscaba este señor y de igual manera no era necesario saberlo, para él no era nada bueno. Se sintió obligado al romper el hielo antes de que el señor fuera a mencionar algo incomodo igual que el día anterior.

— ¿No se le hace extraño a usted que haya tan pocas casas por aquí?

— Cuando arribé aquí me dio la misma sensación, pero me han explicado que es porque tienen apenas unos cuatro años viviendo en paz. —Ese dato sorprendió a Adalberto— Los indígenas de este caserío fueron muy persistentes hasta que en el 47 derrotaron al último jefe, el cacique Chanchón.

— En sí no se puede hablar de paz, creo que no han llegado un acuerdo las dos partes.

— Es que no se puede llegar a acuerdos con gente tan incivilizada. —Exclamó abanicando los brazos y riendo con burla— Abandonaron sus casas apenas supieron que los estaban invadiendo y se rindieron una vez su líder murió.

— A lo mejor solo trataban de proteger a sus familias, por muy incivilizados que sean creo que tienen tal criterio.

— Con eso no me refería a los indios sino a nosotros. Ellos nos recibieron en paz, ¿realmente era necesario armar todo este lío?

— No, ¡qué va! —Soltó con desinterés tratando de disimular.

Eso había salido peor a lo que imaginó y confirmaba sus sospechas de que el señor Bartolomé notaba su ascendencia. Caminaron hasta un asentamiento guane a las afueras del pueblo, allí le esperaban muy ansiosos muchos enfermos quienes querían curarse. Bartolomé conocía su idioma, les daba remedios y baños en el agua del río. Lo más extraño para Adalberto fue que mezcló esta agua con algunas plantas locales para, según su creencia, que una mujer estéril volviera a ser fértil. Muchas cosas que este médico hacía él jamás en su vida las había visto, se echó la culpa por no conocer nada de medicina, aunque siendo sincero consigo mismo parecía más un acto tradicional guane que una curación normativa. No dijo absolutamente nada, solo observó en silencio como milagrosamente la gente sanaba una extraña y recurrente fiebre solo con bañarse en el río. Cuando todo terminó, los indígenas le rindieron homenaje frente al río sacrificando un animal pequeño el cual no logró distinguir.

La verdad del Jordán, el informeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora