con todo mi corazón, adalberto

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"Amor mío, mi preciosa flor de vainilla. No hay un día que pase sin que desee con todo mi ser poder verte, abrazarte y susurrarte al oído todo lo que guardo en mi corazón... pero el destino me lo impide. Sé que hay tantas cosas que de mí debes odiar, y entiendo si en lo más profundo de tu ser me repudias, como yo mismo lo hago. No te culparé por esos sentimientos, y tampoco te reprocharé si decides dejarme o encontrar consuelo en los brazos de otro hombre que sea mejor que yo. Solo quiero que sepas, antes de que tomes cualquier decisión, la verdad que nunca fui capaz de decirte en todos estos años.

Yo siempre he sido cobarde, te sobran las razones para confirmarlo. Por eso te convencí de huir, de escondernos en lo más profundo de aquel nuevo mundo para tratar de evitar todo lo que me asustaba. Lo que no sabía era que nos estaba condenando a los dos a vivir con miedo. Aquel anciano llamado Bartolomé jamás fue médico, nunca quiso realmente algo bueno para mí ni para ti, pero yo era un muchacho y no sabía lo que hacía.

Durante el viaje a las nuevas tierras muchos marineros hablaban acerca de aguas que concedían vida eterna, resurrecciones, curaciones milagrosas, todo por obra y gracias de dioses indígenas. Me dije que eran cuentos hasta que Bartolomé me reveló la verdad, aquellos dioses no son más que criaturas venidas de los cielos, habitantes de las estrellas que crearon civilizaciones y orden en aquellas tierras. Ellos les ofrecían sanidad a cambio de sacrificios, comida o gente muerta de la cual podían extraer su elixir de la vida eterna, cada cultura con su respectivo dios. Ellos estaban bien, eran felices, les ayudaban con el clima, cosechas y demás... hasta el día que vinimos a alterar ese orden y ellos se volcaron contra nosotros.

Una vez que descubrieron que la supuesta sangre azul no existe, los blancos entramos a ser su principal interés. Se dieron cuenta que en Europa hay mucha más gente que aquí, se dieron cuenta de que el resto de la tierra está habitada. El problema era simple: nuestra sociedad ya está establecida. No tenían forma de entrar, la única y la más fácil era ofrecer supuestas curas a los cientos de enfermedades que trajimos aquí, nuestro talón de Aquiles. Nadie más indicado que un joven prácticamente analfabeto y mestizo para usar de carnada aprovechándose de mi empatía con aquellos indígenas.

Tu primer embarazo fue falso. El primer día que llegamos a Sube sin darte cuenta uno de los trabajadores del restaurante, que era uno de ellos, preparó la comida con su fórmula que hizo que acumularas agua en el útero creando una hinchazón simulando un embarazo más nunca fue real. Esto con el fin de convencerme de que tenía madera de médico y con golpes o sin golpes ibas a tener un aborto falso luego de cuatro meses. Esas supuestas almas en pena eran los muertos, que en realidad estaban vivos, caminando para ser devorados por aquella bestia en los túneles, cientos de personas sacrificadas por una fórmula secreta que de pillo descubrí. Podré no tener la mejor educación, pero no soy tonto, yo quería saber cuál era la cura milagrosa, no solamente la momentánea que hacía que luego de aliviarse las personas fallecieran.

Intenté de todo hasta que finalmente con la señora Candelaria lo descubrí, invertí prácticamente toda aquella fórmula y ella no murió. Lo que no sabía era que ya el viejo me había tendido una trampa. Él sospechaba lo que había hecho, pero no tenía pruebas así que toda la gente curada eran los ojos y oídos de él incluyendo la familia de la señora. Por donde pasaba, lo que hablaba, lo que hacía, todo él lo sabía, por eso la ayudé a escapar fingiendo su muerte, pero Bartolomé me hizo pagarlo contigo. Lo del ataque de los hijos de Candelaria fue planeado para hacerme sentir culpable al perder "al bebé" y desear uno nuevo, así podía darte la medicina para solucionarlo porque Bartolomé sabía que no te daría su fórmula sino la alterada, mi propia creación que tanto deseaba. Planeó su muerte y aquella pintura, que muy ingenuamente creí que se trataba de un regalo o de algo para recordarme aquella adoración casi extinta, no era más que un recordatorio constante de lo tonto que fui al dejarme seducir por la idea de la vida eterna...

La verdad del Jordán, el informeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora