Capitulo 🧣34

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Era cierto, pero también una excusa muy mala, y no era el verdadero motivo. Normalmente, lo dejaría pasar, pero la actitud de Nattawin parecía haberle soltado la lengua.

-Es por culpa de mi madre.

-¿No lo es siempre?

-Sí -mile rio-. No nos estaba permitido hablar de nuestros sentimientos. Ella siempre me interrumpía y cambiaba de tema. Los PhakPhum solo hablan entre ellos de dinero. Es lo que hace girar el universo PhakPhum El dinero es una recompensa tangible por tus
esfuerzos y lo único perdurable.

-¿Y tú sientes lo mismo?

-El dinero es una consecuencia del éxito. Me gustan las cosas que se pueden comprar, pero me satisface más el resultado de mi trabajo. Esa es la diferencia entre mi padre y yo. Él mide el éxito en cifras. Daba igual que perdiera unos cuantos millones de algún cliente, él siempre recibía su comisión -mile se sintió
repentinamente furioso-. Se enfadó mucho porque no quise seguir sus pasos. Pero yo no quería que el dinero me gobernara.

Tampoco quería una esposa florero que solo se preocupara por el dinero. Como su madre. Si algún día decidía marcharse a vivir a un pueblecito de pescadores en Filipinas, lo haría, y ninguna mujer se lo iba a impedir le proporcionaba lo único que su madre no le había dado, lo que siempre había necesitado de ella. Alguien que lo escuchara. Lo abrazó con fuerza y natt se acurrucó más contra él.

-Seguramente te he contado más de lo que querías saber -él le besó la frente.

-Al revés -le corrigió natt-. Era justo lo que quería saber. Me gustas, Mile Phakphum.

-Tú también me gustas -mile sonrió en la oscuridad al Doncel que había conseguido que se sincerara en un terreno en el que no se sentía cómodo.

En silencio, bendijo la tormenta que les había unido de nuevo..
El amanecer entró de golpe por la pared acristalada del
dormitorio. Cegado, mile cerró los ojos.
Los firmes pechos de Nattawin le presionaban el costado, los pezones acariciándole con el movimiento de cada respiración. Y cuanto más lo acariciaban, más agitada se volvía su respiración.

La noche anterior había habido más que sexo, y había sido fantástico. Una experiencia totalmente distinta a cualquier otra que hubiera disfrutado con un doncel o con una mujer.

Pero aquella mañana estaban desnudos, en la cama, y deseaba conectar con Nattawin más que el respirar. Esa doncel le había desatado toda clase de emociones en su interior.

Separándole el las piernas, introdujo un muslo y empezó a frotarle el sexo antes de despertarla con un beso.
Nattawin arqueó la espalda y le devolvió el beso.

Estaba duro y ardiente. Preparado para el. Colocándose a la Entrada del paraíso, mile gimió, saboreando las sensaciones, controlándose antes de saltar por la borda.

-Preservativo -murmuró ella, interrumpiendo el beso.

Mile se sintió horrorizado. ¡Había estado a punto de olvidarlo!

Ambos habían experimentado ya la angustia de un embarazo no deseado. No les hacía falta otro más.

Entonces ¿por qué estaba preguntándose cómo se sentiría si su relación no exigiera ningún control de natalidad?

¿Qué se estaba haciendo a sí mismo? La repentina nostalgia ante la temporalidad en su vida no justificaba el suicidio.

Encontró un preservativo en la mesilla de noche y se lo colocó de inmediato. Satisfecho, Nattawin se acomodó bajo su cuerpo y los fuegos artificiales tardaron poco en comenzar.
Cuando por fin se levantaron de la cama eran las siete y media de la mañana, con más de una hora de retraso, aunque mile no lo lamentaba. No se habría perdido el sexo matinal por nada del mundo.
Nattawin se paseaba provocador, vestido con la camisa prestada y él estuvo a punto de proponerle unas vacaciones cuando la exposición concluyera.
Pero no lo hizo. Si todo salía bien, ambos estarían muy ocupados.

Tres años Después Donde viven las historias. Descúbrelo ahora