Capitulo 🧣 6

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Recuérdame otra vez en qué momento
actuaste con nobleza.

-Nattawin-Mile suspiró-. No estábamos hechos el uno para el otro. Nuestro matrimonio habría sido un desastre. Sin duda habrás tenido tiempo en tres años para darte cuenta de ello.

-Esa es una excusa muy mala. Yo te necesitaba y tú te
largaste.

-Necesitabas una boda y un marido. Cualquiera
adecuadamente equipado te hubiera servido.

-¡Yo estaba enamorado de ti! -Nattawin apretó el puño y se imaginó propinándole un puñetazo.

-Sí, claro -bufó él-. Tanto como yo lo estaba de ti.

-Al contrario que tú -todo rastro de elegancia sureña se
evaporó-, yo no quería casarme por el bebé. Estaba lo bastante ciego como para creer que podríamos ser una familia feliz.

-Pues un poco difícil dado que mentiste sobre el embarazo.

-¿Qué? -Nattawin sacudió la cabeza mientras los ojos se le llenaban de lágrimas-. Yo no mentí sobre el embarazo.

-Me sonreíste y anunciaste como si nada «falsa alarma» -qué oportuno descubrirlo momentos antes de la ceremonia. Por eso te ahorré la caminata hasta el altar, porque me lo dijiste antes.

-¿Falsa alar...? -ella reculó con fuerza, golpeándose la cabeza con la pared-. Sufrí un aborto.

-¿Un aborto? -el corazón de Mile se detuvo-. ¿Cómo es posible?

-Búscalo en Internet -Nattawin desvió la mirada, no antes de que él viera el temblor en sus labios.

-¿Y en qué idioma falsa alarma significa aborto en lugar de nunca estuve embarazada?

La brusquedad del tono surgió de manera espontánea. Había metido la pata. Todo lo que había pensado de el,
de su relación, quizás incluso de él mismo, estaba equivocado.

-Tenía las hormonas alteradas. No quería arruinar nuestro gran día con algo tan horrible. Imbécil -añadió Nattawin casi sin aliento.

El insulto estaba bastante lejos de lo que él mismo se estaba llamando en esos momentos.

-¿De verdad estabas embarazado?

-No me extraña que te consideren un genio con esa agudeza mental.

Desde el instante en que Nattawin le había comunicado que estaba embarazado, se había sentido furioso contra sí mismo por no haber tenido más cuidado, contra lo que se veía forzado a aceptar, con la Felicidad de Nattawin ante un matrimonio que él no quería.

-Nattawin necesita hablar contigo -le había anunciado shayrie la mañana de la boda.

Y se había arrojado sobre las palabras «falsa alarma» como un perro hambriento sobre un pedazo de carne, asumiendo que todo había sido invención de Nattawin.

-¿Y cuándo habías pensado aclarármelo?

-Después de la ceremonia, cuando estuviésemos solos. Pensé que lloraríamos juntos y ahogaríamos nuestras penas en ese carísimo champán que ya podía beber sin problemas -ella lo fulminó con la mirada-. ¿Creíste que había mentido sobre el embarazo? ¿Cómo
pudiste creerme capaz de algo tan abominable?.

-¿Y tú te crees que yo te abandonaría si hubiera entendido tus palabras? -la conversación se estaba desviando hacia un camino que no le gustaba a Mile.

-¿Por qué no me lo impediste?

Si Nattawin le concedía un minuto para recomponerse, a lo mejor sería capaz de elaborar una respuesta que no le hiciera parecer tan mezquino.

«Lo siento muchísimo. Debería haber hecho más preguntas. Lo fastidié».
Pero, como de costumbre, le resultaría más sencillo meterse una sandía en la boca que pronunciar tan emotivas palabras.

-¡Porque lo sabía, Mile! Vi el alivio asomar a tu rostro. No dedicaste ni un segundo a los planes de boda y te largabas en cuanto Surgía el tema de las flores o la música. Pero permaneciste ahí de pie, tranquilo y frío, explicándome cómo lo nuestro jamás podría haber
funcionado. Aborto o falso positivo, tanto da. Buscabas una escapatoria y yo te la proporcioné.

«Tienes razón. Así fue».
La salida lo había estado llamando antes de que Nattawin soltara la bomba del embarazo que le ató una soga alrededor del cuello. Su primer amor había sido el
trabajo bien hecho gracias al sudor de su frente.
Le había proporcionado una más que saneada cuenta bancaria y las mujeres solían querer un trozo del pastel. Proporcionar una vida acomodada a una esposa a un chico sin ambiciones que solo quería gastar su dinero
le hacía resistirse al matrimonio. Solo un inesperado embarazo habría podido hacer que cambiaran las
tornas.

Y por supuesto había llegado a la conclusión equivocada.
supuesto no se había quedado para aclararlo. Las piezas del dominó habían sido colocadas mucho antes. En su infancia...

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