Capitulo 🧣18

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un carrito de la compra en nuestras cabezas -nattawin agitó una mano
en el aire-. Bueno, sí, pero no con tu precisión, Mile
.
-Lo tomaré como un cumplido -mile sonrió-, tanto que seas capaz de nombrar algo tan mundano como un carrito de la compra, como que me encumbres al estado casi divino. Supongo que somos totalmente opuestos en cuanto a la religión.

Lord Voldemort había hablado.

-Última pregunta -Mark ignoró la creciente tensión-

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-Última pregunta -Mark ignoró la creciente tensión-. ¿Quién fue el primero en decir «te quiero»?

La pizarra de Nattawin cayó al suelo con gran estrépito. Ya no soportaba la tortura.
Mile sonrió a modo de disculpa y siguió a Nattawin que huía del salón.
No podía dejarlo marchar, no cuando era evidente que estaba a punto de llorar, no porque fueran perdiendo. Se trataba de otra cosa y tenía que averiguarlo.

Nattawin corrió bajo la lluvia, sorprendentemente ágil para llevar botas. Al fin alcanzó su habitación y se encerró en ella, seguramente sin darse cuenta de que mile le pisaba los talones.

-¡Oye! -él abrió la puerta. Necesitaba saber que estaba bien.

-¿Qué quieres? -nattawin se volvió.
La visión de Nattawin empapado fue un golpe bajo. El jumpsuit gris floreado se le pegaba al cuerpo como si se lo hubieran pintado, y era evidente
que no llevaba sujetador y se marcaban sus pechos de Doncel..

-¿Estás bien? -preguntó él con voz ronca.

-Obviamente no -natt se secó las lágrimas con el dorso de la mano-. Me fui porque quería estar solo. Márchate.

-Claro -mile se cruzó de brazos. De ninguna manera iba a marcharse-. En cuanto me expliques qué sucede. Nunca te había visto tan enfadada por ser vencida.

-Ese es el problema ¿verdad? -espetó Nattawin con voz trémula-. No me conoces tan bien ¿verdad?

-No tanto como me gustaría -admitió él-. Por eso te invité a la suite nupcial.

-Ese aspecto mío si lo conoces, Mile -nattawin puso los ojos en blanco.

-¿En serio? -mile cerró la puerta de la habitación-. ¿En tres años no has aprendido ningún movimiento nuevo bajo las sábanas?.

Quizás te has apuntado a yoga tántrico...

-Pues no -nattawin lo miró furioso-. Y para tu información, he dedicado los dos últimos años a montar una empresa, no al Kamasutra. ¿Qué conseguirías con un revolcón? ¿Qué te diría eso de mí como persona?

-Que me apetece pasar algún tiempo contigo -mile se abrió la camisa-. Por Dios, Natt, aquí hace mucho calor.

-Ya te dije que el aire acondicionado no funciona. Gracias por advertirlo -el sarcasmo de Nattawin lo asfixió un poco más-. Y no te atrevas a utilizarlo como excusa para intentar acostarte conmigo.

 Y no te atrevas a utilizarlo como excusa para intentar acostarte conmigo

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-Jamás se me ocurriría -mintió él

Ese Doncel, con su jumpsuit gris, lo estaba matando.
Debería marcharse. En el aire se respiraba la tensión. Si fuera solo de naturaleza sexual, podría manejarlo, pero había algo más profundo, y no estaba seguro de qué hacer.

-¿Qué te pasa? -intentó centrarse en el tema original-. Si te marchaste porque shayrie y ese chico iban ganando, yo no le daría mucha importancia. La única razón por la que sabía que era cinturón negro es porque usa esa frase para ligar. Se lo ha contado a todas las mujeres disponibles de la isla. Que lo sea realmente o no es otra
historia. Mile mantenía la mirada fija en la pared detrás de natt y advirtió el aburrido tono de beis en el que estaba pintada. Un detalle que no le habría pasado desapercibido si no hubiera estado tan ocupado persiguiendo a un chico Doncel que ya lo había rechazado innumerables veces en los dos últimos días.

La mirada pareció posarse por voluntad propia en el rostro de
Nattawin ¿A quién quería engañar? Era incapaz de dejar de mirarlo, ni de desearlo.

-Pues yo no sabía que fuera cinturón negro -gimoteó Natt.

-Tú no estás disponible -señaló mile-. ¿O sí?

-¡No! Bueno, quizás

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-¡No! Bueno, quizás. No lo sé -nattawin se sentó en la cama- Ese es el problema. Ya no lo sé.

«Cuéntamelo, cariño», quiso decirle mile.

Pero fue incapaz de pronunciar palabra.
Nattawin se desabrochó las sandalias y Mile aprovechó la distracción para sentarse en la cama a su lado. Mala idea. Estaba lo bastante cerca del jumpsuit gris como para tocarlo, y demasiado lejos de la puerta por la que debería haber salido.

Este doncel necesitaba algo, y él seguramente era la última
persona del mundo capaz de dárselo. Por primera vez en su vida, no sabía cómo acertar en la diana...

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Tres años Después Donde viven las historias. Descúbrelo ahora