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Sergio se quedó boquiabierto ante el edificio frente al que Max acababa de estacionarse. —¿Estamos en el lugar correcto?—

—Sí.— Max sonrió mientras apagaba el auto.

—¿Te gustan las arcades?— Preguntó Sergio, sus ojos ahora aterrizando en Max con incredulidad.

—¿Me vas a decir que no te gustan?— Max levantó una ceja hacia Sergio.

—Me encantan. Simplemente no me pareces ese tipo de personas. El bar en la azotea, definitivamente es lo tuyo. Las arcades... no tanto.—

—Soy mucho más divertido de lo que parezco.— Max se rió.

—Estoy empezando a ver eso.—

Sergio y Max salieron del auto y se dirigieron hacia el edificio etiquetado como 'Dave and Busters'.

Max se detuvo en la puerta. —Entonces eres bastante bueno en el béisbol, pero ¿Qué tan bueno eres en Mario Kart?—

En el rostro de Sergio se dibujó una amplia sonrisa mientras pasaba su brazo por el de Max.

Max se rió mientras dejaba que Sergio lo arrastrara hacia adentro.

Sergio se desplomó sobre el volante con un fuerte gemido. —¿Cómo eres tan bueno en esto? Es la cuarta vez.—

Max se rió. Había pasado mucho tiempo desde que había jugado, era bueno saber que no había perdido nada de su habilidad.

—No, en serio, ¿cómo?— Preguntó Sergio mientras se bajaban de las grandes sillas de plástico de carrera.

—Mar y yo jugamos.—

—¿Tú y Mar?—

—Sí, éramos compañeros de cuarto en la universidad y realizábamos competencias en nuestro edificio. Equipos de dos. Los ganadores no tenían que aportar para la fiesta mensual.—

Sergio agarró la mano de Max entre las suyas y lo arrastró más hacia la sala de juegos. —Déjame adivinar, nunca tuviste que aportar.—

Max se rió entre dientes. —Una vez. Mar tuvo que irse a casa en el último minuto un fin de semana. El día antes de un evento. Tuve que buscar un sustituto. No salió bien.—

Sergio puso los ojos en blanco con una sonrisa cariñosa.

—¿Qué tan bueno eres en el air hockey?— Señaló la mesa vacía.

—Soy bueno.— Max se encogió de hombros.

—Genial, entonces tal vez pueda encontrar mi dignidad aquí.—

Max dejó escapar una carcajada.

—No, en serio, no puedes decirle a Carlos que me pateaste el trasero en Mario Kart. He sido el campeón reinante desde que nos conocimos.—

Max puso una mano sobre su corazón. —Lo juro.—

Sergio presionó el botón de inicio y agarró una paleta. —¿Listo?—

Max y Sergio jugaron pasado el tiempo asignado. Ambos anotaron uno tras otro. Ninguno de los dos pudo conseguir el último punto antes de que el otro anotara. Un pequeño grupo se había reunido para presenciar el emocionante partido.

Sergio apoyó ambas manos en el borde de la mesa y dejó escapar un suspiro. —Estoy exhausto. ¿De quién fue la idea de hacer esto después de la cena?—

Max se rió mientras volvía a colocar el disco sobre la mesa. —Oye, yo elegí Mario Kart. Esto fue tu idea, cariño.—

Sergio, que se había preparado para el ataque de Max, vaciló ante el apodo cariñoso. El disco rebotó en la pared lateral y se deslizó más allá de la paleta de Sergio, consiguiendo el punto ganador para Max.

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