Fighting

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El suave clic de la puerta de Max cerrándose detrás de Sergio casi hace que Max caiga de rodillas. Sabía que no estaba solo, Lance y Sergio estaban afuera de su oficina. Quería desesperadamente derrumbarse y servirse un trago fuerte, pero no podía. Tenía que mantener la calma.

El sonido de la puerta abriéndose, lo hizo enderezarse.

—Max.— La voz de Lance era suave.

Max le hizo un gesto para que entrara. No confiaba en su propia voz.

Lance frunció los labios mientras debatía qué decir. Nunca había sido cercano a Max, pero lo conocía antes de Daniel. Él lo vio tomar asiento detrás de su escritorio.

—Estoy seguro de que no quieres hablar de eso, y no es necesario que lo hagamos, pero... Checo realmente se preocupa por ti.—

Max la miró con una expresión que no había visto en su rostro en mucho tiempo. Estaba herido.

—Lo sé.— Dijo en voz tan baja que ella casi no lo escuchó.

Lance se sentó con cautela en la silla frente a Max. —No lo sé todo, pero sí sé que Checo no se pone celoso ni se amarga fácilmente. Lo que sea que haya hecho Daniel, también lastimó a Sergio.—

Max inclinó la cabeza y juntó las manos para evitar que temblaran.

—Todo el mundo habla contigo.— Dijo Max en voz baja, con los ojos fijos en sus manos en su regazo. —¿Sabes cuál es su motivo?—

—Aunque casi todos en esta oficina hablan conmigo, Daniel no es uno de ellos—

Un suave golpe en su puerta hizo que Max levantara la cabeza.

Lance se volvió para ver a Daniel.

El pánico y la ira se arremolinaron dentro de Max.

Daniel abrió la puerta sin esperar permiso. —Max, ¿Podemos hablar?—

—Por supuesto que no.— Espetó Lance, poniéndose de pie. La mandíbula de Daniel se apretó.

—Max—

—Escucha, parásito—

—Lance.— Max se puso de pie y extendió una mano para calmar al castaño.

Lance se volvió, con los ojos entrecerrados, hacia Max.

—Sé que no debería, pero necesito saberlo.— Dijo Max en voz baja.

—Está bien, pero no me voy.— Lance volvió a tomar asiento, cruzando los brazos y las piernas obstinadamente.

—Realmente me gustaría hablar contigo a solas —

—Él se queda.— Espetó Max.

Daniel respiró hondo. —Muy bien. Quería ver cómo estabas después de—

—No.— Max levantó una mano. Sabía que hablar con Daniel era una mala idea. Era manipulador y encantador. Pero necesitaba entender. ¿Por qué Daniel seguía arruinando su vida?

La mandíbula de Daniel se apretó.

—Debo felicitarte...— Max habló estoicamente a pesar del pánico que estaba sintiendo. —Me convenciste. Hablando con Sergio sobre el puesto para que estuviera al tanto. Llevando a Lewis al evento de caridad. Llenando el formulario y dejándolo en su escritorio para que yo lo encontrara. Realmente sabías cómo sembrar la duda.—

Daniel permaneció en silencio.

—Casi funcionó. Estaba listo para romper con Sergio. Pero mira, cometiste un error. No tomaste en cuenta a Sergio. Él no se parece en nada a ti. Sabía que me estabas manipulando. Y en lugar de culparme o acusarme como supongo que esperabas que lo hiciera, él luchó por mí. Se negó a permitir lo que hiciste y se interpusiera entre nosotros. Y no se enojó porque yo lo permití.—

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