Aria siempre ha sido una chica risueña y alegre, capaz de encontrar el lado divertido de cualquier situación. Pero su optimismo es puesto a prueba cuando su madre decide mudarse con su nueva pareja. Ahora, Aria se enfrenta a un desafío mayor: adapta...
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"El amor, siempre me lo habían pintado como algo bello y profundo, pero para mí, en mi inocencia, parecía retorcido y complicado. He visto a mi madre resurgir de sus cenizas, encontrando una felicidad que yo también ansiaba, una felicidad que me daba esperanza. Tal vez, al final, el amor sea eso: una oportunidad de renacer, de hallar nuestro verdadero hogar."-Aria
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Siempre me había preguntado qué hacía el amor en las personas. Había escuchado innumerables historias de personas que me relataban cuán bello era el amor. Yo lo desconocía, quizás porque aún seguía siendo una niña, una niña que se había adentrado en su mundo de inocencia y de ignorancia.
A mi parecer, había cosas más importantes que ese sentimiento tan retorcido como el amor. Retorcido es una palabra acorde a cómo percibo yo eso, el amor, los sentimientos románticos. Había visto a mi madre apagándose poco a poco por culpa de mi padre. Él solía decir que la quería, pero su amor era egoísta, retorcido. Llegó un punto en el que ambos ni se miraban a la cara, a pesar de que vivían en la misma casa, hacían vidas paralelas. Mi padre salía continuamente de la casa; a veces olía a la colonia de otra mujer o simplemente a alcohol.
Mi madre se había percatado de eso; no era tonta y se había dado cuenta de que su matrimonio iba muriendo a causa de la rutina. No tardaron en anunciar su inminente divorcio. Yo me alegré; quería que mis padres fueran felices, que encontraran la felicidad, esa que no habían encontrado en aquel matrimonio monótono y rutinario. Quería verles sonreír del mismo modo que sonreían los personajes de las series de televisión o como mi abuela y mi abuelo sonreían cuando nadie les veía, como se robaban besos a pesar de su edad. Eso era lo que había deseado para ellos. Merecían eso, pero comprendía que a veces las personas se aferran a otra con la esperanza de no perderla. Quizás por amor, quizás por comodidad o quizás por simple egoísmo. Es curioso lo capaces que somos las personas de hacer eso, aferrarnos desesperados como si nuestro único propósito fuera encontrar a la pareja perfecta y formar una familia perfecta.
Al pasar los años, me acostumbré a ir con mi mochila a Francia; allí era donde vivía mi padre. No fui una niña infeliz, no tuve una infancia problemática, simplemente era una niña que estaba desorientada, perdida en ese momento.
