Capitulo 9

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"El miedo a perder lo que más amamos puede ser más desgarrador que el dolor mismo, y la rabia, cuando surge de la impotencia, puede llevar a consumirnos.”

Miedo, dolor y rabia.

Altagracia

Finalmente, llegó el día de firmar los papeles para que los gemelos se convirtieran oficialmente en parte de la familia Navarrete-Sandoval. Solo restaba un detalle: una reunión con el juez y la directora de bienestar social e infantil. La abogada había acordado encontrarse con su esposo en el tribunal para la cita  y firmar los documentos de adopción. Altagracia, emocionada, conversaba con Angélica sobre los gemelos.

La abogada de la familia se encontraba repitiendo y rememorando que todo estuviera en orden para que su amiga pudiera tener a esos pequeño, Altagracia nerviosa observaba el celular una y otra vez mientras esperaba para esta cita tan importante.

— No puedo creer que hoy finalmente se haga realidad. -dice  Altagracia con una sonrisa radiante.-  Desde que los conocí, todo ha cambiado para mejor.

—  Ellos son un verdadero regalo. -Angélica asintió, emocionada.-  Solo mira cómo te miran cuando entras en la habitación. Ya son parte de ti. -respondió, con los ojos brillantes

— Señores Navarrete-Sandoval, pueden pasar.- El corazón de Altagracia latía con fuerza mientras se levantaban y se dirigían hacia la mesa donde la trabajadora de servicio infantil esperaba. Los gemelos estaban allí sentados y tomados de la manito, al verla se levantaron corriendo para abrazarla y fueron recibidos por muchos besos en su mejilla, sus ojitos cargados de inocencia y curiosidad llenaban el ambiente mientras miraban a su alrededor con asombro.

— José Luis no llega... -susurra Altagracia tomando asiento junto a su amiga diagonal a la directora 

— Señora Sandoval, ¿su esposo...?

— Debería estar llegando, me dijo hace menos de diez minutos que estaba saliendo de la naviera.

— Solo tiene unos minutos; la reunión de hoy es crucial y ambos padres deben estar presentes. Si el señor Navarrete no asiste, me temo que no podrán continuar con la adopción y tendrán que esperar a otra cita.

— José Luis llegará, su señoría... — Altagracia se levantó y se dirigió hacia la puerta para llamar a su esposo, pero la llamada salió ocupada. — ¡Contesta, por favor!

En el tribunal, el reloj marca cada segundo con un eco que parece resonar en el corazón de Altagracia. La esperanza se desvanece con cada tic-tac, y la frustración y el miedo de no poder llevarse a los gemelos a casa se apodera de ella.

— Alta, ¿qué sucede? ¿Dónde está José Luis? — preguntó su amiga y abogada.

— No lo sé, Angie,  no responde a mis llamadas — respondió con un sollozo en su voz. — Él prometió que estaría aquí, me dijo que vendría incluso reagendo.

— Tranquila, llama a su secretaria — sugirió Angelica, para sorpresa de Altagracia, Clara le informó que el señor había salido hace un par de horas, justo cuando le dijo que estaba dejando la naviera. — ¿Nada? — Altagracia negó con la cabeza. — Amiga, no quiero ser pesimista, pero sabes que si tu esposo no llega...

— Lo sé, ¡maldición, lo se! — Altagracia se pasó las manos por el cabello, intentando contener su ira, quería sentarse a llorar, quería estrellar la cabeza de José Luis contra el pavimento por ser tan idiota y no llegar a tiempo.

— Señora Sandoval, veo que su esposo no ha llegado — dijo el juez haciendo acto de presencia, mirando su reloj. — No puedo seguir esperándolo...

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