Capitulo 17

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Amar - se

Altagracia.

Como se había planeado, la mañana del sábado comenzó con la emoción de preparar todo lo necesario: protector solar, sombrillas, juguetes para la arena y refrigerios saludables. José Luis conducía mientras Altagracia se aseguraba de que todo estuviera en orden con la casa reservada. Los niños, sentados en sus asientos junto a Frida, quien miraba por la ventana con una expresión afligida, se acercaban cada vez más al paraíso tropical donde crearían los mejores recuerdos de sus vidas.Frida, aunque emocionada por la aventura que les esperaba, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Las últimas semanas habían sido difíciles para ella, y la idea de dejar atrás los problemas, aunque fuera solo por un tiempo, parecía casi demasiado buena para ser verdad. Altagracia notó su inquietud y espero estar a solas para hablar.

— ¿Estás bien, cariño? —preguntó con ternura.Frida asintió ligeramente, pero sus ojos revelaban una mezcla de tristeza y esperanza. 

— Solo... estoy pensando en todo lo que ha pasado —respondió en voz baja, su padre y hermanos venían de regreso así que le regalo una sonrisa a su madrastra dando por finalizada la conversación.

— ¿Estás emocionada? —preguntó retomando el viaje, sabiendo que Altagracia amaba la playa tanto como él.

— Mucho —respondió ella, observando a los niños a través del espejo retrovisor—. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes? -José Luis exhaló. 

— Espero que todo sea perfecto —dijo—. Para los niños y para nosotros.

Frida, callada en el asiento trasero, tenía la mirada perdida en el paisaje, como si la playa fuera un destino aún distante, incluso pensó que había llorado antes de salir de casa.

— ¿Todo bien, Frida? —preguntó José Luis, viéndola por el espejo retrovisor. La joven suspiró y asintió.

— Solo estoy cansada —murmuró—. No sé si esto me ayudará.

— Será un día especial —aseguró la abogada guiñandole un ojo—

José Luis se detuvo para repostar gasolina y llevar a los gemelos al baño; Altagracia sabía que era el momento para hablar a solas con Frida. A pesar de sus esfuerzos por ocultarlo, parecía que Frida llevaba un peso invisible en su corazón. 

—  Frida, cariño. - dijo Altagracia suavemente. - ¿quieres hablar de lo que te preocupa?

— No sé si puedo. -murmuró Frida. - Es solo que... extraño a mamá. - Altagracia apretó la mano de Frida. -Y parece una pérdida de tiempo extrañarla porque ella nunca se ha interesado por mí, pero mi corazón insiste en quererla. Intenté decirle lo que nos informó el doctor, pero cuando llamé, contestó una de sus hijastras y, y...-Frida rompió en llanto, mientras Altagracia sostenía su mano con ternura y las lágrimas caían.

 — Cariño. -dijo Altagracia con voz suave. - Entiendo que extrañes a tu mamá. A veces, el corazón no entiende de lógica. Pero también sé que no siempre podemos elegir quién nos quiere.

— Es solo que... —susurró Frida— quería decirle a mamá que el doctor nos informó que... que estoy enferma, que necesito más cuidados. — Altagracia sintió un nudo en la garganta; conocía bien el lupus, había luchado contra él desde los quince años y sabía que lo más importante era sentirse amada y contar con el apoyo de seres queridos. Para Altagracia fue más fácil, pues aunque su madre había fallecido, Marta y Armando su padre, siempre estuvieron a su lado.

— Quería decirle que tengo una enfermedad autoinmune, pedirle su apoyo, solo eso, pero hay otras prioridades antes que yo... —los ojos de Frida se llenaron de lágrimas nuevamente—. No quiero ser una carga para nadie. —Altagracia acarició su mejilla.

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