Capitulo 23 - Especial

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Sombras del pasado

Frida

Una nueva semana había llegado; Marta madrugó para llevar a los niños a casa, ya que debían ir al colegio y no tenían sus uniformes en la hacienda. Al llegar, es recibida por Frida, quien estaba comiendo un sándwich y en la otra mano tenia un vaso con jugo de naranja. Los pequeños corren hacia su hermana y, tras un saludo de manos inventado y besos, son enviados directo al baño con Amparo.

- ¿Cómo estás, querida? -pregunta a la chica, que se sienta para terminar de desayunar-. Ay, me hubiera encantado tenerte allí, te hubieras divertido tanto. Visitamos el pueblo y Armando te envió esto -le entrega una medalla de la Virgen.

- Qué lindo el abuelo, gracias tía -se levanta para abrazarla-. Está muy hermosa, a mi también me hubiese encantado ir pero tenia obligaciones además sirvió para pasar el finde con Altagracia, quiero crear recuerdos y momentos lindos con ella. -eso le roba una sonrisa a a Marta- Te dire algo pero no le lo cuentes. -la mujer alza la mano derecha en modo de promesa.- En ella veo esa figura materna que desee desde que tengo uso de razón... -El correr de los gemelos la interrumpe; ambos venían detrás de Altagracia, quien, a pesar de las mil capas de maquillaje y el esfuerzo por resaltar sus ojos, ya no tenían ese brillo.

- Mi pequeña esmeralda, qué bella estás... -comenta Marta, yendo a abrazarla. Frida notó los ojos de su madrastra tan tristes que en ese instante detestó a su papá por herirla de la manera en que lo hizo, así que se dijo que hablaría muy seriamente con el.. - ¿Tienes algo importante hoy?

- Sí, tengo un juicio a las once de la mañana, luego una reunión. ¿Cariño, estás lista? -le acaricio en cabello a la chica

- Sí, Alta, solo falta que los enanos desayunen. -responde Frida terminando su jugo.

- Ya lo hicieron, Armando los envió desayunados -ríe Marta-. Ya conoces a tu padre, mi niña -le acaricia el rostro a la abogada. José Luis bajó segundos después y saludó a la mujer mayor, para luego dirigirse a los chicos. Altagracia, en ningún momento, lo observó y la adolescente notó cómo Marta fruncía el ceño al no ver besos, abrazos ni halagos hacia la rubia.

- En ese caso, iré a buscar mi libreta y nos vamos. Gracias, tía, por llevarlos a pasar un fin de semana distinto -la abraza y se retira. La actitud de su sobrina tampoco pasa desapercibida para Marta, así que después de ver que los chicos fueron por sus cosas y José Luis entró a la cocina, se dirige a la adolescente.

- ¿Sabes qué les pasa? Los noto extraños, no son ellos.

- No sé a qué te refieres, tía... -responde la chica, el asunto de su padre con Altagracia no era de su incumbencia.

- Vamos, Frida, sabes qué les pasa. ¿Discutieron?

- Sí, discutieron, pero no me preguntes por qué. Solo te diré que fue una discusión muy intensa.

Altagracia tomó a los gemelos de la mano y los guió hacia el auto. Frida los seguía de cerca, observando cómo su madrastra intentaba mantener una sonrisa a pesar de la evidente tensión, la abogada se acomodó en el asiento del conductor, sintiendo el peso de las miradas curiosas de Iker y Emiliano en los asientos traseros. El silencio en el auto era denso, casi palpable.

- ¿Por qué papá no vino con nosotros? -preguntó Iker, mirando a Altagracia con ojos inquisitivos.

Altagracia sintió un nudo en la garganta, pero mantuvo la calma.

- Papá tenía que trabajar, mi cielo, hoy él tiene algunas cosas importantísimas que hacer en la naviera. Pero el ira por ustedes a la salida -respondió, tratando de sonar convincente.

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