Narrador
El tiempo pasó volando y, sin apenas notarlo, se encontraron celebrando el Año Nuevo en soledad. José Luis había sorprendido a su esposa organizando una hermosa cena solo para ambos en uno de los restaurantes más encantadores de la ciudad. La majestuosidad del lugar la dejó maravillada; desde el techo pendían elegantes candelabros de cristal que, con la iluminación adecuada, parecían miles de diamantes resplandeciendo solo para ella.
La atmósfera era mágica. Juntos degustaron un exquisito plato de mariscos frescos acompañado del mejor vino tinto. A medida que la noche transcurría, las botellas se vaciaban una tras otra, desatando risas inminentes. José Luis se deleitaba oyéndola reír, y adoraba el tono rojizo que coloreaba sus mejillas cada vez que le susurraba al oído palabras dulces y cómplices
Mientras la noche se deslizaba hacia la medianoche, José Luis tomó la mano de Altagracia con ternura y la llevó al balcón del restaurante. La ciudad estaba iluminada por los fuegos artificiales que comenzaban a estallar en el cielo, anunciando la llegada del nuevo año. Altagracia se apoyó en el barandal, sus ojos reflejando el espectáculo de luces que pintaban de colores la oscuridad. Los estallidos resonaban como un eco de sus corazones latiendo al unísono.
José Luis, con una sonrisa cómplice, sacó de su bolsillo una pequeña caja de terciopelo y se arrodilló ante ella. El mundo parecía detenerse mientras él abría la caja para revelar un anillo centelleante, tan brillante como los candelabros del restaurante.
- ¿Y esto? -preguntó Altagracia, llevándose las manos a la boca en un gesto de sorpresa.
- Para renovar nuestros votos -dijo él- y para recordarnos que cada año juntos es un nuevo comienzo.
Altagracia, con lágrimas de felicidad en sus ojos, asintió sin poder hablar. La noche terminó con promesas susurradas y sueños compartidos. Altagracia había aprendido a vivir con la ilusión de ser madre, pero también se resignó a la idea de que nunca sucedería. Se prometió disfrutar cada segundo de su vida y compartirlo con sus seres queridos.
Con el amanecer del nuevo año, José Luis y Altagracia se encontraron reflexionando sobre sus logros y los retos superados. Recordaron con cariño cómo su amor había sido el pilar en su lucha por ayudar a los niños del orfanato, cómo cada sonrisa de un niño les recordaba la importancia de su misión compartida.
Decidieron que ese año sería diferente; querían hacer algo aún más significativo. Altagracia, con su experiencia legal, se dedicaría a asegurar que los derechos de los niños fueran siempre protegidos. José Luis, con su Naviera, se comprometió a financiar mejores maestros para que los pequeños tuvieran educación de calidad
Amor y Caballos
Altagracia
Los días siguientes se transformaron en semanas y se convirtieron en una batalla campal por la atención de la rubia entre el empresario y el pequeño Mateo, quien recibía besos, abrazos y mimos de su tía cada vez que quería. José Luis, por más que molestara al niño con tonterías, su corazón latía fuerte al verla disfrutar de la compañía del pequeño, quien le había traído alegría y la había sacado de su rutina, y eso lo apreciaba enormemente.Aprovechando que aún eran vacaciones, el pequeño Mat se encontraba en la casa del padre de Altagracia junto a sus adorados tíos. Amelia había accedido a dejarlo ir después de que él insistiera con una rabieta, pues quería pasar tiempo con su tío José Luis y conocer al magnífico caballo Azabache de su tia. José Luis comprendía que la reticencia de Amelia se debía a Altagracia; desde aquel incidente en el hospital, no habían vuelto a hablar, ni la rubia había preguntado por ella o su embarazo. De alguna manera, él entendía la situación; su hermana había cruzado un límite al mencionar la imposibilidad de ser padres.
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Love
RomanceAltagracia, una abogada exitosa y reconocida a nivel nacional, se encuentra atrapada en una tormenta personal. Casada con el propietario de la naviera más destacada de América, sufre la pérdida de su cuarto hijo. Envuelta en dolor y tristeza, cuent...