Capitulo 11

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Preocupaciones y calurosos encuentros.

Altagracia.

Una vez sentada a la mesa, Altagracia toma su medicamento bajo la atenta mirada de su esposo, quien no puede evitar preocuparse por ella. Frida desciende segundos después, y las muecas de dolor que exhibe hacen que su madrastra la observe con extrañeza.

- Buenos días -dice la joven, sorprendiendo a la abogada-. Amparo, no quiero desayunar.

- Buenos días, Frida -responde la rubia, sin apartar la vista de su hijastra. El maquillaje excesivo no le pasa desapercibido.

- ¿Por qué no quieres desayunar? -interroga José Luis.

- No tengo apetito, la cena de ayer me sentó muy mal. Creo que me duele un poco el estómago —responde, intentando restarle importancia

— ¿Hay algo mas, Frida? —pregunta Altagracia, dejando de lado sus propios malestares por un momento. - Te veo cansada, adolorida. -Frida se pasa la mano por el brazo, como si intentara calmar una incomodidad interna sin embargo miente.

— Estoy bien, solo me duelen un poco los músculos y las articulaciones, pero supongo que es por la gimnasia.

— Si el dolor persiste, deberías decirnos. No quiero que te sientas mal sin hacer nada al respecto. -comenta nuevamente la abogada.

 — Lo hare. -toma un poco de agua. -José Luis, hay una escuela de gimnasia en el que me gustaría participar.

 — ¿ Y en que te quieres inscribir? -pregunta el hombre, dejando su café sobre la mesa, con la curiosidad reflejada en su rostro. 

 — En... -Frida mira a su madrastra, buscando apoyo en sus ojos-. En acrobacia telas. Puede que te parezca una tontería o algo de cirqueros pero me encanta, y sé que quizás también pienses que es una pérdida de tiempo como mi madre. —sus grandes ojos avellana brillaban esperando una respuesta positiva.— No pienso dedicarme a eso toda mi vida..

— ¿Un hobbie? Crei que preferirías el patinaje.

— Tambien me gusta y soy buena, solo que mis patines... —gira el rostro desviando la mirada de ambos.— Los deje. —miente.

 — Pues si eso te gusta, no veo porque no inscribirte, Frida -comenta Altagracia con firmeza, interrumpiendo a la chica. Su voz es suave pero decidida-. Para practicar tanto la acrobacia como el patinaje se necesita disciplina y, sobre todo, constancia.

— ¿De verdad lo piensas? -pregunta ella, aún dudosa de sus palabras.

— Por supuesto, no cualquiera se sube a una tela y tiene la fuerza para hacer eso -la joven sonríe por primera vez con ella.

— Me gustaría mucho competir. He estado practicando mis rutinas y creo que tengo lo suficiente para presentar algo bueno. -comenta la chica con ilusión.

— Pues en unas semanas es la entrega del primer corte de notas, así que todo depende de cuántos eximidos tengas.

— Pero...

— Sin peros, todo en esta vida cuenta, señorita.

— Podríamos mandar a instalar las telas en uno de los árboles del patio. -Altagracia toma la mano de José Luis, haciéndole entender que no retroceda con ella.- Y allí podrías practicar, así no es necesario que te quedes hasta tan tarde en el gimnasio. -le sonríe a la chica.- Claro, solo si tú quieres.

— Por mí... por mí está bien. -responde de la misma manera. Altagracia pudo notar ese brillo en la mirada de la adolescente.- Gracias, Altagracia.

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