Capitulo 3

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Apoyo inquebrantable, es como un ancla que te sostiene en medio de las tormentas de la vida, brindándote seguridad y confort en todo momento.

José Luis

Después de esa conversación, Altagracia se dedicó a buscar las pruebas que presentaría en la corte y a los testigos para el día crucial. Pasaba horas fuera de casa y se acostaba tarde estudiando cada pieza de información recopilada. Las semanas pasaban volando entre su trabajo en la naviera y el apoyo del empresario a su esposa.

- Mi amor... -dice José Luis al entrar en el despacho, su rostro delata que acaba de levantarse-. ¿No crees que deberías ir a dormir? Es tarde, cariño.

- Lo es, pero quiero terminar esto, además no tengo sueño. -suspira ella, y un bostezo involuntario lo hace reír.

- Anda, ven a dormir.

Temprano en la mañana, José Luis se levanta cuidadosamente de la cama, contempla a Altagracia mientras duerme, su rostro sereno y vulnerable. La luz tenue de la habitación resalta los rasgos que tanto ama: sus ojos profundos, la curva de su nariz y la suavidad de su piel , cubierta solo por una sábana, ocultando su desnudez, las ganas de despertarla con un orgasmo le eran tentadoras, Sin embargo, sabía que una vez que lo hiciera, no sería fácil salir de esas cuatro paredes, ya que una vez que él prueba su piel, le resulta imposible separarse de ella.

Se había vuelto adicto a su sabor, sus gemidos, su cuerpo y sus besos.

El empresario se acerca con sigilo y acaricia su cabello. Altagracia suspira, como si sintiera su presencia incluso en sueños, observándola se pregunta como puede soportar tantas cosas su esposa sin quebrarse, el ha sido testigo de su fuerza inquebrantable, pero también conoce sus momentos de vulnerabilidad, pasa la vista por su habitación y en el espejo biselado se refleja la silueta de su esposa, sobre el tocador una colección de fotografías enmarcadas captura momentos felices: Altagracia y José Luis en su boda, sonriendo en la cubierta de un barco, abrazados en la playa al atardecer.

Deja un beso en ella y decide tomar una ducha con agua fría para bajar un poco la calentura de su cuerpo y su miembro pero ni eso pudo hacerlo sentir mejor, al salir del baño la rubia estaba despertando.

- Buenos días, amor mío. -se acerca a ella para dejar un beso en sus labios.

- Buenos días, guapo. ¿Te duchaste sin mí? -le sonríe con picardía, y la abogada vuelve a besar los labios de su esposo, sintiendo las gotas frías mojar su cuerpo cálido.

-No sigas porque no saldremos de aquí si te llego agarrar. -acaricia su cintura, los labios de ella bajan al cuello de su esposo y una mano se cuela entre la toalla buscando lo que le apetece. Con fuerza logra hacerlo caer en la cama.

- Tenemos tiempo para darnos algo de cariño, además eres tu propio jefe y mi cita es a las nueve de la mañana. -pasando sus piernas por el cuerpo de José Luis, Altagracia comienza a mover las caderas provocando gruñidos por parte de su esposo, besos y pequeños chupetones deja por la anatomía masculina hasta bajar a la parte que desea probar.

- Altagracia basta de juegos. -gruñe sintiendo como pasa la lengua por la longitud. Ella sonríe con perversidad y lujuria reflejada en esos ojos verdes antes de introducirlo en su boca.

Tal como lo había dicho el empresario, una vez que se probaron, les fue imposible separarse. Ambos iban un poco tarde para sus citas, pero no sentían ni un ápice de culpa, pues un segundo en los labios del otro valía la pena.

- Te llevaré al orfanato -le dice él, ajustando la pañoleta en el cuello de su esposa.

- ¿Y tu reunión?

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