Capítulo 16

192 25 15
                                    

Con el corazón desgarrado.

 Jose Luis.

José Luis parpadeó, desconcertado por la oscuridad que invadía la habitación. El reloj digital en la mesita de noche señalaba las 4:00 a.m. Se giró buscando el cálido cuerpo de su esposa, pero encontró su lugar vacío. Permaneció despierto un rato, esperando verla regresar a la cama, pero eso nunca ocurrió. 

 —¿Dónde estarás, mujer? —murmuró en voz baja, sintiendo una extraña inquietud que se apoderaba de él.Con un bostezo, se levantó con cuidado y salió de la cama. 

El suelo estaba frío bajo sus pies descalzos y un leve escalofrío recorrió su espalda. Se frotó los brazos mientras caminaba hacia la puerta del dormitorio, preguntándose si tal vez ella había ido a la cocina a prepararse un vaso de agua, la casa estaba en silencio absoluto, solo interrumpido por el leve crujido de las tablas del suelo bajo su peso. La luz del pasillo iluminaba la habitación de los gemelos, que dormían bajo una manta. 

Al ver la puerta del cuarto de su hija abierta, se acercó para asegurarse de que no se hubiera escapado de casa otra vez, pero para su sorpresa, encontró la silueta de Altagracia. José Luis se detuvo en el umbral, sonriendo ante la escena que tenía frente a él.

Altagracia yacía en la cama, su cabello rubio desparramado sobre la almohada. Frida, su princesa, se acurrucaba junto a ella, abrazándola como si fuera un osito de peluche. Ambas respiraban al unísono, con los rostros tranquilos en un sueño profundo.

José Luis se aproximó con delicadeza y se arrodilló al lado de la cama. Contempló a las dos mujeres más importantes de su vida y adoró ese momento tan personal; Altagracia abrazaba a Frida con suavidad, protegiéndola incluso en el sueño. El corazón de José Luis se inundó de gratitud y amor hacia esa mujer que lo había amado desde el primer momento.

Se inclinó y depositó un beso en la frente de Altagracia, percibiendo el calor de su piel. Ella se movió un poco, pero no despertó. José Luis pasó su mano por el cabello de Frida antes de ponerse de pie. No fue tan silencioso como esperaba, ya que sintió la mano de su esposa sobre la suya.

- No hagas ruido -le indicó ella, poniendo un dedo sobre sus labios. El ayudó a su esposa a deslizar el cuerpo de la adolescente y ella se levantó con cuidado, tratando de no despertarla, y colocó la almohada de tal manera que Frida pensara que aún la abrazaba.

- ¿Qué pasó? -preguntó el empresario al salir de la habitación.

- Es una larga historia, pero mañana te la contaré -bostezó-. Solo te digo que debemos estar más al pendiente de ella,  Frida podría caer en depresión sin que nos demos cuenta.

Salieron de la habitacion de la adolescente y luego de revisar a los pequeños, entraron a la suya. La habitación estaba sumida en una penumbra inquietante Altagracia se acomodó en la cama, su cuerpo tembloroso buscaba consuelo en el pecho de su esposo, pero el dolor que sentía era demasiado grande para ser ahogado por un simple abrazo.

—Después de decirme eso, no puedo dormir tranquilo —susurró él, acariciando su cabello con ternura, pero sus palabras estaban cargadas de una angustia palpable. Ella se dejó caer sobre él, sintiendo cómo el calor de su cuerpo la envolvía, aunque su corazón latía desbocado por la desesperación. La imagen de Frida llamando a su madre resonaba en su mente como un eco desgarrador. 

—Prométeme que no harás nada más que preocuparte por Frida —le dijo él, mirándola a los ojos con una intensidad que hacía que las lágrimas brotaran sin control.  Altagracia se tensó al recordar lo que había escuchado —Me levanté porque escuché llantos y pensé que eran los niños, pero al darme cuenta de que era Frida... iba a no entrar, pero entonces la oí llamando a su madre. 

LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora