Altagracia
Altagracia y José Luis llegaron a la naviera temprano en la mañana. El sol apenas comenzaba a iluminar el puerto, y el bullicio de los trabajadores ya se hacía notar. José Luis estacionó el coche y ambos se dirigieron hacia la entrada principal.
—Bienvenida a nuestra segunda casa —dijo José Luis con una sonrisa mientras abría la puerta para Altagracia.
—Gracias, mi amor. Es impresionante ver todo esto en acción —respondió ella, observando a los empleados moviéndose con rapidez y eficiencia.
Entraron en el edificio principal y se dirigieron a la sala de reuniones. En el camino, varios empleados saludaron a José Luis con respeto y curiosidad al ver a Altagracia a su lado.
—Buenos días, equipo —dijo José Luis al entrar en la sala de reuniones, donde ya estaban reunidos varios miembros clave del equipo.
—Buenos días, jefe —respondieron al unísono.
—Quiero presentarles a mi esposa, Altagracia. Algunos ya tuvieron el honor de conocerla desde hace tiempo pero para los nuevos quiero decirles que esta mujer es quien me ha impulsado a ser el mejor cada día. —le dio un beso en el dorso de la mano.— Ella es abogada y hoy nos acompañará para aportar su perspectiva legal en algunos temas contractuales —dijo José Luis, señalando a Altagracia.
— Pero para eso estoy aqui.. —dice Ernesto, el abogado de la naviera.
— No me lo tomes a mal carnal. —Altagracia sonrió, a veces su esposo era tan ordinario que le parecía estar casada con dos hombres distintos.— Pero entre tu y mi esposa... Creo que la respuesta sobra.
— Cielo... —susurro Altagracia pues no le gustaba que su marido le hablara así a un colega. —Es un placer conocerlos a todos —dijo Altagracia con una sonrisa—. Estoy aquí para aprender y, si puedo, ayudar en lo que necesiten.
La reunión comenzó con una revisión de los pedidos recientes y los tiempos de entrega. José Luis explicó cómo el nuevo sistema de seguimiento estaba ayudando a mejorar la eficiencia y reducir los retrasos. Luego, se discutieron algunos contratos importantes que estaban en proceso de negociación.
—Altagracia, ¿podrías darnos tu opinión sobre estas cláusulas? —preguntó el socio con mas edad, pasando unos documentos a la abogada. Ella los revisó rápidamente y comenzó a señalar algunos puntos clave.
—Creo que podríamos fortalecer esta sección para proteger mejor nuestros intereses en caso de incumplimiento. Hay algunas cláusulas que no me convencen del todo; por ejemplo, esa que menciona que deberíamos pagar el cincuenta por ciento de la carga si se pierde en altamar. Considero que es mejor redactarla de otra forma o incluso eliminarla por completo —sugirió Altagracia con firmeza.— No es nuestra culpa las tormentas marinas y muchas veces se pierden vidas ¿Quien paga por ellas?
El socio más veterano asintió, reflexionando sobre las palabras de Altagracia.
—Tienes razón, licenciada. Es una cláusula bastante desfavorable para nosotros.
Mientras Altagracia hablaba, Camilo, uno de los socios más jóvenes, frunció el ceño. No estaba contento con la presencia de la abogada en la reunión ya que sabia muy bien el tipo de poder que tenia en la rama judicial y eso no le gustaba así que su descontento se hizo evidente.
—¿Por qué estamos escuchando a alguien que ni siquiera trabaja aquí? Solo está aquí porque es la esposa del jefe —dijo Camilo con desdén.— Para manejar los temas legales de la empresa tenemos a Ernesto. —La sala quedó en silencio. José Luis miró a Camilo con una mezcla de sorpresa y enojo.
ESTÁS LEYENDO
Love
RomanceAltagracia, una abogada exitosa y reconocida a nivel nacional, se encuentra atrapada en una tormenta personal. Casada con el propietario de la naviera más destacada de América, sufre la pérdida de su cuarto hijo. Envuelta en dolor y tristeza, cuent...