Capítulo 3

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Luego de llevar mi maleta hasta la cabaña, examiné el lugar que mi madrastra me habia preparado, A decir verdad, no se veía tan mal como esperaba. De hecho, aquel aspecto rústico y acogedor me hacía sentir como si estuviera dentro de un cuento de hadas.

Había pequeñas luces y vegetación decorando las paredes, acentuando las cortinas blancas que cubrían las ventanas y, las cuales, llegaban hasta el suelo. También había una sala de estar con una pequeña cocina y una habitación con baño a un costado. Gracias a todo lo que tenía aquí, no tendría mucha necesidad de ir a la casa principal en el futuro.

"Mmm... Esto no está nada mal", murmuré para mi misma mientras llevaba las maletas a la habitación y las colocaba sobre la cama. Debido a que solíamos mudarnos muy a menudo, mi madre siempre me decía que primero debía desempacar las cosas que irían en mi cuarto. De esa forma, ya habría acabado con ello al final del día y tendría un lugar en donde relajarme

Sin embargo, tan pronto como comencé a desempacar, me llegaron varias notificaciones a mi celular, lo cual me hizo gruñir, pues apenas acababa de llegar a este lugar y ya me estaban sacando de quicio. Entonces, saqué el celular de mi bolsillo y suspiré cuando vi los mensajes de mi padre.

"Ven a la casa. Me gustaría hablar contigo", decia.

Claro, ahora sí quería verme, pero fue incapaz de ir a recogerme al aeropuerto.

Volví a colocarme mis sandalias y caminé hacia la casa principal, ingresando a través de la puerta trasera. Aquella casa era tan grande que no tenía ni la menor idea de a dónde debía ir, pero Teresa me recibió en la cocina para asegurarse de que no me perdiera.

"Te demoraste mucho en venir", dijo ella, suspirando y poniendo los ojos en blanco.

"Vamos, apresúrate".

Basándome en la forma en que se comportaba, estaba convencida de que ella haría que mi estadía no fuera placentera. Por fortuna, ya no era la misma chica que solía ser cuando era joven. En la actualidad, no permitía que las personas hicieran lo que querían conmigo, y si ella pretendia intentarlo, no tardaría en darse cuenta de lo equivocada que estaba.

La seguí de cerca mientras ella caminaba a toda prisa hasta que llegamos a una gran puerta blanca de madera. "Recuerda que siempre debes tocar la puerta antes de ingresar", aclaró ella, mirándome con una ceja levantada como si yo fuera una niña maleducada.

"Está bien, comprendo", repliqué, poniendo los ojos en blanco antes de tocar la puerta y esperar. Mi padre no demoró en decirme que pasara y me aseguré de dirigirle una sonrisa a Teresa antes de abrir la puerta.

Si ella planeaba seguir actuando de esa forma, me vería obligada a hacer todo lo posible por molestarla. A pesar de que yo era una introvertida que amaba los libros y la naturaleza, también podía ser cruel si la situación lo requería.

Mi madre podía dar fe del hecho de que solía ser una mujer muy malvada.

Tras entrar a su oficina, mi padre se levantó de su escritorio de color marrón oscuro que estaba en el centro de la habitación y sonrió cuando me vio.

"Eva, mira nada más cuánto has crecido".

"Han pasado dos años desde la última vez que te vi " respondi con una sonrisa mientras él se acercaba a mi con los brazos abiertos, listo para abrazarme. Senti que aquel momento era mucho más incómodo de lo que me gustaría, pero de todas formas lo abracé para demostrar que al menos lo estaba intentando.

"Tienes toda la razón", suspiró él. "Espero que el alojamiento te haya parecido adecuado. Teresa y yo pensamos que, dado que ya eres mayor, lo mejor sería darte tu propio espacio. De esa forma, te ahorrarías tener que soportar todo el caos de la casa principal".

Sus cuatro hermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora