Capitulo 25

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Desde el punto de vista de Eva.

Correr.

Nunca hubiera imaginado que tendría que correr por mi vida, y menos que me perseguiría el lobo que había jurado protegerme.

Mis pies se movían rápidamente por el suelo; pero aun así, podía darme cuenta de que él era más veloz. El recuerdo de su aliento en mi mejilla la primera vez que nos vimos hizo que el corazón se me acelerara, y forcé a mis pies a seguir, por más que deseara detenerme.

Yo era una presa que corría por su libertad, y el lobo detrás de mí tenía hambre.

Mucha hambre.

El rugido de su furia se adelantó, y poco después me vi incapaz de continuar. Sangre se filtraba a través de los cortes en mi piel, que habían sido causados por una variedad de ramas.

Yo jadeaba, y mi aliento parecía formar unas delicadas nubes de humo, en contraste con el fresco aire del bosque. No pude detenerme mucho antes de ver al inmenso lobo acercarse hacia mí.

La bestia podía haberme atrapado en numerosas ocasiones, pero parecía estar jugando conmigo.

"Edwin...", susurré mientras lo observaba acercarse a mí con los ojos muy abiertos.

Sabía que no tenía elección. Me di la vuelta e intenté correr nuevamente, pero un enorme cuerpo me derribó hacia el suelo, y quedé atrapada debajo de aquel inmenso lobo, que rápidamente se transformó en humano.

Edwin cogió mis manos y las colocó sobre mi cabeza mientras yacía boca abajo. Su mano libre subió rápidamente mi falda y su aliento soplaba en mis oídos. "Mía", gruñó, haciendo que la humedad se anidara entre mis piernas.

"Edwin...", mi gemido no hizo otra cosa que excitarlo más, y procedió a abrir mis piernas. Segundos después, su dura y gruesa erección me penetraba por detrás.

Es posible que a la mayoría de mujeres no les gustara este tipo de agresión violenta, pero yo sí lo disfrutaba.

Grité de placer en cuanto me puso de cuatro y envolvió mi cintura con sus brazos, mientras se encorvaba sobre mí, penetrándome rápido y con fuerza. Nunca pensé que mi primera vez con Edwin sería así, pero por fin entendí que eso era lo que él quería.

En ocasiones, era más animal que humano y, mientras lo besaba por sobre mi hombro izquierdo, veía los dorados bordes de sus ojos relucir. Puede que estuviera en su forma humana, pero ese lado dominante de lujuria le pertenecia a su lobo.

"¡Mía!", gruñó contra las vibraciones que me recorrían a medida que su abultado nudo se anidaba dentro de mí.

"Sí..", grité. "Tuya... toda tuya".

Su cabeza se giró hacia algo frente a nosotros, y mis ojos se dirigieron a dónde él miraba. Vi entonces a un inmenso lobo negro irrumpir en el bosque, su mirada estaba fija en nosotros mientras dejaba escapar un gruñido. Sin embargo, no había forma de detener lo que ya estaba en curso.

El nudo de Edwin ya se había arraigado en mi interior, y no se soltaría hasta que hubiéramos finalizado.

Algo de aquel lobo me pareció familiar, pero fue Edwin quien, atrayéndome hacia su pecho, me dijo al oido: "Si insiste en vernos, tal vez deberíamos darle un espectáculo.

"Edwin...", supliqué, gritando de nuevo. "No podemos...

Sus dedos se deslizaron hacia abajo y comenzaron a frotar círculos sobre mi clitoris, lo que hizo que tirara mi cabeza para atrás y gritara de placer, disfrutando del gozo que me estaba procurando.

Sus cuatro hermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora