Capitulo 6

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"¡Cuatro!", chilló Anna, haciendo reír a Chase. "¡Cielo santo! Uno, dos, tres, cuatro... ¡Cuatro hermanos!"

Edwin dejó escapar un quejido y dirigió su mirada hacia mí con desaprobación: "¿Qué importa cuántos seamos?"

"Importa porque hay algo llamado cuarte...", antes de que pudiera terminar, puse mi mano sobre la boca de Anna y la miré consternada mientras negaba con la cabeza. A pesar de mi esfuerzo por silenciar su explicación, pude ver que tanto Edwin como Chase estaban en completo estado de estupefacción cuando dirigí mi mirada hacia ellos.

"Tenemos que irnos... ¡que tengan un buen día!", dije. Nunca antes había empujado un carrito con tal rapidez en mi vida. Mi rostro estaba completamente sonrojado debido a lo vergonzoso de la situación; en cambio, Anna se reía como loca detrás de mí. No estaba molesta con ella; por el contrario, su idea me resultó bastante interesante.

Edwin y Chase eran muy atractivos, y más de una vez me había sentido tentada a tocarlos. Con un movimiento de cabeza, intenté disipar la idea de mi mente. No podía darme el lujo de albergar ese tipo de pensamientos, pues no era correcto en lo absoluto.

Aunque no nos unian lazos de sangre o matrimonio, ellos habían sido criados por mi madrastra.

Me dispuse a transitar rápidamente por el supermercado junto a Anna, a fin de evitar que nos encontráramos con Edwin y Chase nuevamente. No podía evitar mirar por sobre el hombro en cada esquina que doblábamos, para asegurarme de que no estuvieran detrás de mí.

"Gracias nuevamente por traerme. La pasé muy bien esta tarde", dijo Anna.

Dirigí mi mirada hacia ella mientras abría la maletera del auto para ayudarla a recoger sus compras. "Yo también la pasé bien", respondi.

"Dame tu teléfono un momento, voy a grabarte mi número, así podemos seguir en contacto".

Su oferta me embargó de un sentimiento cálido, pues no tenía amigos cercanos desde hacía mucho tiempo. La única persona con la que solía salir cuando vivía en Georgia era Nicole, pero ella se mudó durante nuestro último año cuando asignaron a su padre a una base en Alemania.

"¡Estupendo! ¿Estás segura de que no necesitas que te ayude a llevar todo esto arriba?", le pregunté al ver cómo llenaba su mochila y cogía un montón de bolsas.

"No, no te preocupes, te veo el lunes, nos encontramos en la cafetería que está en medio del campus. Podríamos tomar un café antes de la orientación a las nueve", dijo ella.

Tras despedirme de Anna, ya me sentía más a gusto con cómo iban las cosas entre nosotras.

Una vez en casa, procedí a estacionar mi auto en el garage y saqué del maletero el carrito plegable que acababa de comprar. Puse en él todos los víveres y unos cuantos artefactos, y me dirigí a la cabaña.

Sin embargo, antes de llegar a mi destino, senti como si alguien me observara. Me di la vuelta y vi a Ricardo caminando por el mismo sendero justo detrás de mí. Me volteé de inmediato y traté de ingresar a mi cabaña a toda prisa para evitar que me dijera algo.

Lo último que quería en ese momento era volver a escuchar su voz, pues lo único que hacía era irritarme: "¡Eva!", gritó él justamente cuando ya había logrado ingresar el carrito y estaba por cerrar la puerta.

Levantó la mano para detenerme y se abrió paso a la fuerza, su mirada azul estaba fija en mí con evidente furia: "Sé bien que me escuchaste".

"Si, te escuché. Ya vete", repliqué en mi afán de hacer que se marchara.

"No, tienes que aprender que no puedes simplemente salir sin avisarle a nadie", dijo Ricardo como si fuera una niña que necesitaba permiso para todo.

"¿Perdón? Soy una adulta, y hago lo que vea por conveniente. Ahora vete de mi casa", contesté.

¿Tu casa? Ya te darás cuenta de que todo esto en realidad forma parte de mi casa, y que tengo el derecho de transitar por ella como quiera", dijo él. Y yo que pensaba que el hombre no podía ser más cretino.

"Según tengo entendido, esta es la casa de mi padre. Así que largate ahora mismo antes de que te arrepientas", repliqué.

Ricardo emitió un gruñido y eso me hizo dar un paso atrás. Mientras se acercaba a mí, podia jurar ver un destello dorado en su mirada.

"Ten cuidado a quién te diriges de esa manera. No me gustaría nada tener que mostrarte quién manda aquí", dijo él.

Algo en sus palabras me dio escalofrios. Ricardo era muy sexy y todo sobre él me resultaba atractivo. El hecho de que yo ya no fuera virgen, no quería decir que tuviera mucha experiencia en el asunto. La única vez que me había acostado con un chico había sido en el baile de graduación, y éste había durado apenas diez minutos antes de desplomarse dormido junto a mí.

"No prometas algo que sabes que no podrás cumplir", repliqué.

Mi desafío pareció encender cierta llama en él, pero sólo se limitó a darse la vuelta y marcharse de mi casa, no sin antes dar un portazo. No tenía idea de cuál era su problema exactamente, pero tampoco quería averiguarlo.

Ricardo era peligroso, y hombres así sólo traían problemas.

Iba a pasar cuatro años en aquel lugar, y con todo lo que estaba pasando, tenía que asegurarme de no irritar a nadie. No quería mostrarme vulnerable ante ellos y darles carta abierta para que hicieran lo que quisieran conmigo; pero al mismo tiempo, no quería hacer mi situación más problemática para mí misma.

Con un suspiro, me propuse no pensar demasiado las cosas, y jalé el carrito hacia la cocina. Una vez alli, descargué las compras y las guardé en la alacena y el refrigerador. Debía hacer de este lugar mi hogar, para asi evitar tener que ir a la casa principal a menos que fuera necesario.

Algo que me ayudaría con ese objetivo sería la puerta externa del garage que estaba ubicada a un lado de la casa, pues esto quería decir que no tendría que pasar por el interior para acceder a mi auto. Ricardo me hacía sentir muy incómoda y apenas tenía aquí dos días.

Después de hacerme una taza de café, procedi a sentarme en el pequeño sofá mientras encendía la televisión. Anna me envió un mensaje preguntándome cómo iban las cosas con los hermanos y su idea de cómo podía divertirme con ellos se apoderó de mi mente.

Los cuatro eran muy sexys; lo que era más, cada uno poseía sus propias particularidades, y yo quería conocerlos a más profundidad. De existir la posibilidad de acercarme a uno de ellos, Chase y Ahren serían más asequibles que Ricardo y Edwin.

Mi teléfono volvió a sonar y bajé la mirada hacia él pensando que Anna había respondido mi mensaje. El problema era que no se trataba de ella, sino del mismo número que me había marcado cuando sali de casa.

'Desafio aceptado, pequeña.

Un escalofrio recorrió mi cuerpo al leer el mensaje de Ricardo. Yo no era ninguna tonta. Sabía exactamente de quién provenía aquel mensaje, y si él creía que podía jugar conmigo y conseguir que me marchara...

Entonces, estaba muy equivocado.

Sus cuatro hermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora