Capitulo 18

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Las cosas se pusieron más interesantes de lo que esperaba en las últimas semanas, y sin darme cuenta, me sentía mucho más a gusto en este lugar. Aun así, me seguía preocupando la actitud que Ricardo tenía conmigo.

Ya casi de noche, llegué a casa en mi auto y me dirigí al garaje. Cuando entré a la cochera, tuve la sensación de que alguien me observaba, y no me equivoqué, pues, tras cerrar la puerta de mi vehículo, me giré y me encontré de frente con Ricardo. El hombre, que llevaba un traje que le quedaba muy bien, me miraba con suma seriedad, lo cual despertó mi curiosidad por saber lo que tenía por decirme.

"¿Me puedes explicar por qué llegas tan tarde a casa?", me preguntó con un atractivo tono de voz grave.

Mi mente comenzó a llenarse de pensamientos indebidos, los cuales tuve que despejar en tanto enarcaba una ceja con molestia. No sabía con certeza el por qué Ricardo se preocupaba todo el tiempo por saber dónde estaba, pero supuse que tenía que ver con el asunto de apareamiento que Ahren y Chase intentaron explicarme la otra vez.

"Me quedé hasta tarde para estudiar con mis amigas, ¿a ti qué te importa?".

Él entrecerró los ojos y me contestó: "Me importa porque debemos saber dónde estás. Si vas a llegar tarde, tienes que avisarle a alguien".

Me rei disimuladamente con burla en tanto me dirigía hacia la puerta lateral del garaje para retirarme. "Ya estoy lo suficientemente grande como para andar pidiendo permiso o avisando dónde estoy, Ricardo. Déjame en paz".

Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar el pomo, el hombre me hizo girar y me inmovilizó contra la puerta, oprimiendo su fornido cuerpo contra mi y dejándome sin aliento.

"Me importa muy poco si estás grande o no, Eva. De todas maneras, me vas a tener al tanto de todo lo que hagas, ¿me entiendes?". Senti que mi corazón se aceleró ante él, mientras lo miraba detenidamente.

"¿O qué?", le pregunté sin aliento. "¿Qué vas a hacer si no lo hago?", agregué.

Ricardo no sabía que estaba enterada de que él era un lobo, no obstante, yo debía tener cuidado. Mi mente parecía no pensar con claridad cuando hablaba con él.

"No me pongas a prueba, Eva. Yo puedo ser un hombre muy peligroso si quiero".

Su amenaza no hizo más que acelerar mi corazón. Yo era una chica rebelde y, a veces, no me importaba nada, pero con él era mucho peor. Era como si todos mis sentidos se alteraran y una parte de mí quisiera desafiarlo.

"Ja, ja, ja. Dudo mucho de tu 'peligrosidad', Ricardo. ¿Te doy un consejo? Deja de jugar con alguien que puede jugar mejor que tú".

Tras escucharme, el hombre me miró sorprendido y mostró una sonrisa malvada en su rostro. Ante esto, observé fijamente sus ojos en tanto me preguntaba si él dejaría de actuar como si no me deseara.

"Ja, ja. Eres una ingenua si en verdad crees que puedes enfrentarte a mí, niña", me dijo. Acto seguido, dio un paso atrás, me soltó y dejó de reír a medida que se acercaba a la puerta para marcharse.

Honestamente, me quedé estupefacta al ver que Ricardo se iba sin discutir más. Asimismo, cuando dejé de sentir su agarre, algo dentro de mí lo quiso de vuelta, por lo que le dije: "Sí, eso es, vete. Después de todo, dejar las cosas a medias es lo mejor que sabes hacer, ¿verdad?".

Con cierta decepción en mi pecho, me di la vuelta y abrí la puerta para irme. Mas, antes de cruzar el umbral, Ricardo me jaló repentinamente, me agarró del cuello mientras levantaba mi cabeza, y me besó en los labios.

Una gran sensación erótica de lujuria y deseo me invadió al instante. En ese momento, quise que él me tomara y estuviera debajo suyo, suplicándole por más. Aunque, la idea de todo aquello me hizo sentir rara de mí misma, pues estaba terriblemente excitada por un hombre que no había hecho más que tratarme como una mierda desde que había llegado.

Sus cuatro hermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora