Poliamor.
La vida de Eva había dado un giro inesperado.
Después de pasar toda su infancia con su madre, tenía que volver con su padre porque había sido admitida en una universidad en la ciudad de él. Vivir con su padre también significaba vivir con...
Cuando desperté el sábado por la mañana, puse en marcha un plan para enfrentar la situación durante mi estadía alli. Ricardo y Teresa habían dejado en claro la noche anterior que mi presencia no era bienvenida. De hecho, Teresa me había hecho saber que no quería tener nada que ver conmigo hace ya mucho tiempo.
Así que, en lugar de permitir que me intimidaran y se salieran con la suya, decidí concentrarme en mi misma. No iba a dejar que me molestaran y la mejor forma de evitarlo era enfocarme en mis propios asuntos. Se me ocurrió entonces ir a la ciudad y comprar víveres para mi cabaña. De esa manera, no tendría necesidad de ir a la casa a menos que tuviera que sacar mi auto del garage.
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Me puse unos shorts, una camiseta y zapatos, cogí mi cartera y salí de la cabaña a toda prisa con dirección al garage. Mi intención era abastecerme de todo lo necesario para sobrevivir sin ellos, así no tuvieran excusa para tratar de deshacerme de mi.
Apenas entré por la puerta trasera, me di cuenta de lo silenciosa que estaba la casa, y no pude evitar sentirme agradecida por la ausencia de gente. No quería que nadie reparara en mí y me preguntara qué estaba haciendo.
Rápidamente transité por la cocina y seguí la ruta que tomé con mi padre hasta llegar al garage. Alli se encontraba mi hermoso auto negro, como esperándome. Una vez en el asiento del conductor, pasé los dedos por el interior de cuero negro. Mi padre no había podido escoger un mejor auto para mí y eso me hizo sonreír.
Era cierto que nuestra relación no era la mejor, pero podía ver que se estaba esmerando, y eso era lo primordial. Prendo el auto, y de inmediato vi la pantalla tomar vida. La noche anterior, investigué un poco sobre el vehículo y me alegró enterarme de que venía con GPS incorporado. Eso me facilitaría mucho las cosas, considerando que nо tenía idea de adónde me dirigía.
Después de ingresar algunos datos y de guardar rutas para uso posterior, puse el auto en marcha y sali del garage con dirección a la carretera.
De inmediato, mi teléfono comenzó a sonar. El número era desconocido, pero podía ser mi padre; así que no me quedó más que contestar con un suspiro: "¿Hola?"
"¿A dónde crees que vas?", bramó Ricardo con furia. No podía negar que su conducta me causaba un poco de gracia.
"¿A ti eso qué te importa? ¿Cómo conseguiste mi número?", pregunté.
"No cambies de tema, Eva. ¿Adónde vas? No puedes salir sin decirle a alguien a dónde te diriges... tu padre está preocupado", replicó él con la intención de hacerme sentir culpable.
"Qué extraño, porque le envié un mensaje esta mañana diciéndole que saldría a hacer unas compras. Así que mejor búscate otra excusa", respondi.
Se hizo el silencio del otro lado del auricular mientras mentía en el afán de pillarlo en su embuste. No le había enviado ningún mensaje a mi papá, pero me daba curiosidad saber cuál sería su respuesta.