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La música estaba tan alta que los oídos pitaban y la gente tenía que gritar para hacerse escuchar.

Ámbar se movía entre el gentío, con una sonrisa en la cara y moviendo la cabeza al ritmo de la música.

Era la tercera noche seguida que salía buscando despejarse un poco.

No sabía si esa noche conseguiría por fin encontrar la inspiración que necesitaba.
Más valía dejar de pensar tanto en ello o terminaría volviéndose loca.

Dicen que salir de tu zona de confort es bueno, que te estimula, y aunque es incómodo a veces, hace que tu cerebro se expanda o algo así.

Ámbar no estaba tan segura de lo que había leído en ese foro de escritores.

Llevaba ya varias semanas exponiéndose a situaciones nada confortables y aun así no le llegaba ninguna idea a la cabeza.
Iba a entrar en los baños para escapar del calor de la masa de cuerpos cuando reconoció entre todas las caras que había por allí la cara de su agente.

Se le amplió la sonrisa y se acercó a él, pero el saludo se le atascó en la garganta cuando vio lo demacrada que estaba y el olor a alcohol le inundó las fosas nasales y le dio arcadas.

Ignoró la sensación de vómito y dio un par de pasos rápidos para sujetarle cuando vio que el susodicho se iba a caer.

—Lucas, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?

Él levantó la vista y tuvo que enfocar mucho los ojos para dejar de ver a una Ámbar borrosa.

—Nada—dijo con voz ronca, intentando zafarse.

—¿Qué te pasa?—Volvió a repetir y apretó el agarre.

—He dicho que nada.

La voz le salía demasiado grave para su tono de voz y a Ámbar le quemaba la garganta de solo escucharla.

Le soltó el brazo al ver que el chico volvía a intentar zafarse.
Carraspeó antes de volver a hablarle.

—Lucas.

—¿Qué quieres?

Una pareja pasó entre los dos.

—¿Qué te pasa?

—Ya sabes lo que me pasa.

Ámbar pasó los ojos por toda la cara de Lucas, esperando recordar que puede estar haciendo sufrir tanto a su compañero.

Cayó en cuenta un poco tarde y bajó la voz cuando lo preguntó.

—¿Es... por lo de tu padre?

Estaban tan cerca que por mucho que susurrara se escucharían, a pesar de la música.

Lucas apretó los labios y asintió despacio cuando escuchó la palabra padre.

—Siento mucho lo que ha pasado. De verdad.

Él la miró y trató de sonreír.

Ámbar siempre tan buena e intentando hacer sentir bien a los demás. Aunque, no había forma en la que ella le hiciera sentir de ninguna forma.

Iba a girarse y alejarse de ella, porque sentía cómo la culpa le invadía y sabía que no aguantaría mucho más tiempo a su lado sin confesar lo que había hecho.

Pero justo cuando iba a hacerlo, Ámbar le tiró de la manga, lo acercó a ella y lo abrazó.
Al principio no reaccionó. No se lo esperaba.

Ámbar tampoco pensaba abrazarlo, pero lo veía tan mal que no pudo evitarlo.

La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora