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Las sirenas de policías sonaban por todas partes, avisando que iban a por ella.

Pero Ámbar ya estaba delante de la comisaría cuando las patrullas llegaron a su casa.

Entró en la comisaría con los flashes de las cámaras adornándole la cara, el pelo, la sangre y el desastre en el que se había convertido.

Nicolás la estaba esperando y tan solo le susurró un:

—Quise creer que no eras culpable, Ámbar. De verdad que lo intenté.

Eso le partió el corazón a Ámbar.

¿Pero sabéis qué más se rompió esa noche? La pared de la comisaria cuando Nicolás descuidó, sin quererlo, a Ámbar durante un minuto y Marcos, como el héroe que es y siempre será, irrumpió en el edificio con un coche patrulla robado y a Saray muerta en el maletero.

—¡Ámbar, vamos!—le gritó a su hermana, con la adrenalina corriéndole por las venas.

Marcos se estaba desangrando, a punto de morirse, pero no le importaba.

Dijo que moriría y mataría por su hermana.

Y eso hizo, pero no acabó muriendo.

Se aseguró de que Ámbar viviese por mucho tiempo más, muy lejos de todo y de todos, solo con su compañía y solo él con la suya.

Al final hasta el más trastornado de sus sueños se cumplió: Ámbar fue su mundo y se había asegurado, a su manera, de que él fuera el de Ámbar también.



La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora