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(contenido sensible)

Tras unas largas semanas, Ámbar hizo su primera aparición en público.

Los medios se volvieron locos.

Estaba como siempre.

Impecable, preciosa y confiaba con más confianza que nunca.

El único cambio notable en ella era el nuevo tatuaje que mostraba sin pudor: la marca del corte.

Lo exponía con tal franqueza y normalidad que cualquier fan que la viese se quedaba atónito.

Lo que Ámbar sacaba actuando así y no escondiéndose como deseaba hacer era simple y provechoso: nadie le preguntaba cómo se sentía, nadie se interesaba, nadie le preguntaba qué había pasado o por qué había pasado porque eso era irrelevante.

Era más que evidente que lo había superado.

La razón por la que había decidido salir esa noche y no cualquier otra era porque tenía que seguir con la tradición.

Llevaba ya dos años seguidos acudiendo a ese concierto.

Ella lo sabía y media ciudad también.

Era de su banda favorita y por nada del mundo se lo perdería.

Lo había meditado con Marcos y a este le había parecido una buena idea.

No quería que su hermana fuera, y menos sola, pero era lo que había hecho siempre e interferir en eso haría que nada sea como antes.

Ámbar cantaba, saltaba y se divertía entre la muchedumbre.

Se había ganado la fama de ser una fiestera, y si bien al principio era una fachada y estrategia publicitaria, ahora disfrutaba saliendo y bebiendo por allí.

Se dejaba arrastrar por el gentío, iba y venía con ellos y se fusionaba con la música.

De todos los lugares en los que puede divertirse, los conciertos son sus favoritos.

Todavía tenía una sonrisa tonta en la cara cuando, de entre todos los brazos de la masa humana que la rodeaba salió una mano y la agarró con fuerza.

Reaccionó tarde, porque cuando intentó zafarse quien sea que le había agarrado ya la estaba arrastrando a una esquina y encerrándose en un cuarto oscuro y polvoriento.

-Suponía que no te saltarías este concierto, Ambarcita.

Ámbar puso una mueca. ¿Cómo cojones le acababa de llamar?

-Suéltame-seguía removiéndose e intentando salir de esa encerrona.

-Mira-Apretó el agarre-, o te dejas o te obligo.

-¡Déjame!-gritaba para que la escucharan hablar, pero nadie lo hacía.

Nadie les había prestado atención y estaba segura de que ese hombre iba a acabar con ella en ese momento.

-Es tu culpa, ¿sabes?-Empezó a quitarse la camiseta-. Oh, no tienes ni idea de lo mucho que me pone-Tiró la prenda al suelo y acarició la muñeca de Ámbar- saber que te has estado desangrando.

A Ámbar le dieron arcadas.

Si no se movía rápido, ese hombre la iba a violar en cualquier momento.

Nunca le había pasado esto.

Nunca nadie se había atrevido a ir tan lejos.

¿Por qué se creía la gente con algún derecho para entrar a su casa, cogerle sus cosas como si fueran suyas, tocarla sin motivo o aprovecharse de ella, como iba a hacer ese hombre?

Levantó la pierna para pegarle, pero él ya anticipaba ese movimiento y la frenó.

Empezó a desgarrar ese vestido tan caro y que tanto le gustaba.

Pero no le importaba el vestido.

Lo único que le importaba era sentirse cada vez más desnuda, más vulnerable y más débil.

Él la empujó y ella cayó al suelo.

Le pegaba y gritaba con todo pulmón, pero no podía competir con la fuerza del hombre y la música del concierto.

¿Cómo había acabado llegando a esa situación?

Por una vez que quiere divertirse y olvidarse de todo.

Por una vez que quiere ser ella misma y disfrutar el momento.

Ahogó un grito cuando el hombre, en vez de seguir manoseándola como llevaba haciendo los últimos segundos, se cayó encima de ella, aturdido.

Alguien le había golpeado.

Ámbar quiso empujar con todas sus fuerzas a aquel hombre, pero no fue necesario porque la persona que lo había golpeado se lo había quitado de encima.

Lucas.

Ámbar se levantó y se secó las lágrimas que no sabía que tenía en la cara.

Lucas movió al hombre para que Ámbar pudiera pasar.

Cuando ella se acercó a él, se quitó la chaqueta y se la pasó por encima de sus hombros.

Ámbar lo miró y se sintió agradecida.

No tenía ni idea de por qué él estaba allí ni por qué había entrado al cuarto si desde que el hombre empezó a manosearla ya no tenía aliento para pedir ayuda, pero no le importó.

Lucas pasó uno de sus brazos por encima de los hombros de Ámbar y le dio un beso en la frente.

Protección.

Volvió a sentirse protegida.

Y no debía. No debía sentirse así con Lucas.

Con Lucas no podía.

Él le había hecho cosas horribles; cosas que habían generado un impacto parecido al que ese hombre acababa de hacerle.

No podía confiar en él, pero era en ocasiones como esa en la que se preguntaba si no había estado teniendo una idea equivocada de Lucas.

Descartó la idea con un movimiento de cabeza.

Nada justificaba el miedo que sintió a su lado en los primeros días.

Carraspeó.

-¿Qué haces?-le preguntó cuando se separó de ella al salir para poder trancar la puerta.

-Asegurarme de que este hijo de puta no se escape.

-¿Por qué? ¿Quieres volver para matarlo más tarde?-Había bromeado para disipar el terror que sentía.

Lucas la miró y sonrió.

-Nada me gustaría más-Ámbar puso una mueca que Lucas no pudo identificar. Se apresuró a aclarar para evitar malentendidos-. Pero no puedo. Creo que es mejor idea ir a denunciar a la policía.

-Y ni se te ocurra decir que no es necesario-agregó.

Ámbar respiró profundamente.

En definitiva, debía ir al psicólogo.

No debería hacer bromas después de que casi abusen ella, y mucho menos, sentirse querida por un asesino.

No debería, se repitió.

Ámbar siguió a Lucas por entre la muchedumbre.

En un momento dado tuvo que aceptar la mano que él le tendía para no perderse entre toda esa gente.

Sentirse así no está bien, se dijo mientras salía del estadio y se montaba en la moto de Lucas.

Nada está bien.

La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora