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—Déjame un momento, ¿vale? Voy a hablar con mi superior y vuelvo.

Ámbar asintió.

Victoria se levantó de su asiento y miró desafiante a Ámbar.

—Descubriré lo que planeas.

Ámbar levantó las cejas, divertida.

—¿No que sabías qué planeaba?

—No nos metamos en formalismos. Sabes perfectamente de qué te hablo.

—¿Te gusta Nicolás y te duele que esté interesado en mí?

—Nicolás no está interesado en ti.

—Ah. Está interesado en ti, entonces.

Victoria asintió triunfal.

—Pero te da miedo que yo le pueda interesar.

—¿Qué? Nada que ver. Solo estoy tratando de proteger lo que es mío.

Ámbar fingió una arcada.

—¿Tuyo? ¿De dónde sales? ¿De una novela pornográfica?

—La única que sale de novelas aquí eres tú, escritora.

Ámbar se levantó y la mirada de ambas quedó alineada.

—Si vas a intentar insultarme, al menos hazlo bien.

—Yo no intento, yo...

—¿Ámbar?

Nicolás volvió de la oficina de su superior. No se había cambiado de ropa y sujetaba una bolsa de papel en la mano. Parecía notablemente estresado, así que Ámbar le sonrió mientras se alejaba de Victoria.

—¿Nos vamos?

—Claro—Se dirigió a Victoria—. Raúl me ha dado pase libre hoy. Te quedas cargo tú de las emergencias, ¿de acuerdo?—Ella se acercó a dónde él estaba—. He traído al...—Miró a Ámbar— agresor. Vais a tener que interrogarle—Le dio una palmada en la parte superior de la espalda—. Gracias por cubrirme, Tori.

Y se giró para indicarle a Ámbar que se iban.

Nicolás había hablado ajeno a la mirada extraña que su compañera le había dado, y más interesado en salir de la comisaría que quedarse de ella.

Ámbar siguió a Nicolás hasta donde estaba aparcado el coche y subió con él.

Una vez dentro, Nicolás sacó de la bolsa dos hamburguesas y refrescos y le tendió uno de cada a Ámbar.

—Supuse que estarías hambrienta.

Ámbar sonrió.

—Supusiste bien.

—Si quieres, cenamos y ya luego te llevo a casa, ¿sí?

—Claro, comer y conducir al mismo tiempo es peligroso.

—E ilegal.

Ámbar paró de comer para mirarlo.

—¿En serio? No tenía ni idea.

—¿Tienes carnet de conducir?

—Sí.

—¿Y cómo es que no lo sabes? ¿Cómo aprobaste el examen si no sabes algo tan básico como eso?

—Porque yo no hice el examen—Nada más decirlo se llevó la mano a la boca.

Nicolás entrecerró los ojos.

—Ámbar González, ¿has sobornado al profesor?

—¿Me lo preguntas en calidad de amigos o en calidad de oficial?

La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora