Se limitó a enviarle a Nicolás un escueto "Como contigo hoy" antes de ponerse manos a la obra.
Ese viaje sería la ocasión perfecta para poner a Nicolás de su parte de una vez por todas y terminar con todo.
Se preparó con rapidez y se puso algo sencillo y cómodo.
Últimamente le ha dado por vestirse así. Y era la mejor decisión que había tomado. No había mejor forma para pasar desaparecida que convertirse en algo que los medios no buscaban: la normalidad.
A pesar de que estaba bastante lejos de la comisaría, decidió ir a pie. Disfrutó del camino y, para cuando quiso darse cuenta, ya estaba en la recepción esperando a Nicolás.
Mientras Ámbar tenía la mente conectada al móvil que tenía entre las manos, no vio ni escuchó cómo Nicolás y Victoria discutían.
Desde lejos parecía una discusión acalorada, desde cerca era más bien un debate que terminó con un "Espero no arrepentirme" de Nicolás y un objeto, por ahora no identificado, que Victoria le acababa de dar.
Nicolás dejó a Victoria murmurando un "No lo harás" y se acercó a Ámbar.
Le dedicó la mejor de sus sonrisas, aun sintiendo que la traicionaba de alguna manera u otra.
—¿Alguna vez dejarás de pegarte el móvil a la cara? Te vas a quedar ciega a este paso—le dijo, mientras tendía la mano y ayudaba a Ámbar a levantarse del sillón.
—Cuando tú dejes de hablar con Victoria.
Nicolás tragó saliva. ¿Les habrá escuchado?
—Suenas a tóxica. Ella y yo solo somos compañeros—Le pasaba el brazo por encima de los hombros y le volvía a sonreír—. ¿No estarás celosa?
Salieron del edificio y se dirigieron a la cafetería en la que siempre quedaban para comer.
—Ella y tú sois tan compañeros como tú y yo tan solo amigos. Venga ya, Nico.
—¿Estás intentando declararte de forma sutil de nuevo?
—En tus sueños, Nicolás. En tus sueños.
Y no volvieron a decir gran cosa hasta que llegaron al sitio y se sentaron.
Pidieron lo de siempre y esperaron a que les trajeran sus tortillas de patatas.
—¿Por qué has cambiado de planes?
—¿Qué quieres decir?
—Tipo, ¿no que hoy no podías venir a comer?
—Siempre puedo venir a comer, solo que no siempre quiero.
Nicolás esbozó una mueca de dolor.
—Eso me duele.
—Pues a mí no—Contuvo una sonrisa.
—Ahora en serio—dijo mientras la camarera servía los platos—, ¿qué me quieres contar? Se te nota en la cara.
Y la verdad es que sí. Estaba más nerviosa de lo normal y esquivaba su mirada siempre que podía.
¿Se debería a lo que Victoria le dijo? ¿De verdad será que Ámbar está...?
—Quiero que te vengas de viaje conmigo—dijo de golpe, y de golpe también se cortaron todos sus pensamientos.
—¿Qué?—preguntó incrédulo.
—Me voy a la capital la semana que viene. Tengo una entrevista. Quiero que vengas conmigo.
—Ámbar, la investigación...
—Lo sé, lo sé. Pero no creo que a tu superior le importe demasiado que tú desaparezcas un par de días, ¿no?
—Soy su mejor agente.
—Y la mía también, y estoy segura de que está dispuesta a mover cielo y tierra para que tú vengas conmigo.
—Venga ya, ¿qué poder tendrá Melissa sobre mi jefe?
—De convicción seguro que no le falta.
—Bien, supongamos que mi jefe me da un par de días libres. ¿Por qué quieres que vaya yo contigo?—Hizo hincapié en el "yo".
—Porque eres mi amigo.
—¿Amigo?
—Sí, claro.
—Pero tienes más amigos. Puedes ir con Melissa o Marcos, así que, ¿por qué yo?
No se lo pensó dos veces antes de responder. Ojalá lo hubiera hecho, porque se arrepintió de tal manera que, por primera vez en mucho tiempo, se sonrojó.
—Porque me gustas.
—Porque te gusto—Repitió incrédulo.
—Claro. Y porque pensé que este viaje sería la ocasión perfecta para confesarte lo que siento, pero creo que eso ya se ha ido a la mierda.
Nicolás tragó saliva.
—Yo no diría eso—dijo mientras sacaba el objeto no identificado de su bolsillo y se lo entregaba a Ámbar—. Yo quería darte esto.
—Ay, gracias.
Lo cogió torpemente y abrió la caja.
Un collar dorado con pequeñas estrellitas en la cadena.
—Ay, Nicolás. Me encanta. Muchas gracias.
—De nada.
—¿Pero eso significa que...?
—Que iré contigo a la capital y que puedes volver a confesarte las veces que quieras.
Ámbar nunca lo admitirá, pero sintió mariposas en el estómago.
Terminaron la comida entre risas tontas y bromas sin sentido y, al final, ambos se despidieron sintiendo cosas diferentes por el mismo suceso.
Ámbar se sentía triunfal. ¡Lo estaba consiguiendo...!
Nicolás tenía un mal sabor de boca. ¿Se estaría equivocando con ella...?
De todas formas, eso no importaba. Ambos se fueron a hacer lo que debían sin volver a pensar demasiado en lo ocurrido.
Nicolás se fue a continuar con la investigación y Ámbar al instituto de Marcos a pedirle un permiso.
Había pensado en en que fueran los tres. Sería lo menos romántico, pero lo más práctico al fin de cuentas.
Ámbar, para su desgracia, no pudo obtener el permiso porque descubrió que su hermano estaba dando clases no presenciales.
Sin su permiso.
Sin decírselo.
Mintiéndole durante semanas sobre dónde estaba o qué estaba haciendo.
La había engañado sin pudor alguno.
Ámbar salió disparada del instituto y marcó el teléfono de su hermano.
—Marcos.
—¿Sí?
—¿Por qué estás con el móvil en clase?
—¿Qué? Porque me acabas de llamar. ¿Pasa algo?
—Sí, voy a pasar a por ti. Tenemos que hablar.
—No hace falta, ya voy yo a casa.
—No, si estoy cerca del instituto. De hecho, estoy en el instituto.
—¿Estás en el insti? ¿Qué haces ahí?
—La pregunta es por qué tú no estás aquí.
Marcos carraspeó.
—Porque ya no tomo clases presen...—Se escuchó la voz de una chica de fondo—. Sí, sí, estoy bien. No te preocupes—Le dijo a la voz.
—¿Está con una chica?
—Mira, Ámbar, hablamos más tarde, ¿de acuerdo? Tengo que hacer una cosa con una amiga. Hablamos más tarde. Te prometo que todo tiene una explicación—Y le colgó.
Ámbar había reconocido la voz.
Era Saray.
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La Verdadera Inspiración De Ámbar
Fiksi RemajaA Ámbar la conoce todo el mundo y todos susurran su nombre cuando la ven. Todos leen lo que ella escribe y todos quieren saber de qué tratará su siguiente libro. El problema es que Ámbar no sabe sobre qué escribir, y lo único que se le ocurre hacer...