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—¿Está todo bien?—le preguntó Saray mientras se volvía a vestir.

—Sí, sí. No te preocupes—respondió, mirando hacia la nada.

Joder. 

Era la primera vez que invitaba a Saray a casa y la primera vez que habían pasado a más que miraditas, pero las cosas no podían haberle salido peor.

Su hermana se acababa de enterar de que lo había dejado. ¿Cómo? ¿Y por qué había ido al instituto? ¿Lo llevaba sospechando desde hace tiempo o...?

Sacudió la cabeza y se concentró en la preciosa rubia que tenía delante.

Qué mal que nada haya salido como lo planeado.

Para Marcos, claro.

Porque para Saray estar en esa casa era el Santo Grial.

Dios, estaba súper feliz.

Ya sabía con exactitud donde vivía su querida Ámbar y estaba llevando a cabo su plan a la perfección.

Le dedicó un par de sonrisas tontas y unas palabras más tontas todavía antes de irse de casa.

No le convenía que Ámbar le viese, ni tampoco pasarse tanto tiempo fuera del manicomio ese de los cojones donde la tenían encerrada; podrían descubrir que había estado escapándose.

No le convenía, no.

Cuando Ámbar volvió a casa, Marcos había ordenado todo el desorden que los cuerpos de él y Saray habían ocasionado y estaba sentado firmemente, esperando su sentencia.

—Venga, desembucha—Fue lo primero que le dijo su hermana después de cuatro miradas asesinas.

—Pensé que lo mejor que podía hacer es dejar el instituto.

—Joder, ¿por qué?

—Por culpa de tu error, Ámbar. Por tu culpa no podía concentrarme y decidí dejar los estudios. Pensé que era lo mejor.

"Tu error", "tu culpa".

—Joder, Marcos.

—Sí. Pero luego me arrepentí y volví a inscribirme. Lo estudio todo desde casa y conseguiré el título igualmente.

Ámbar se pasó las manos por la cara, desesperada.

—¿Ahora ves por qué no te lo quería contar? Joder, he acabado contigo...

—No, no, Ámbar. Yo estoy bien. Me da igual ir a clase o no. Hago lo que quiero a mi ritmo ahora. No te preocupes por eso.

—¿Y a dónde ibas cuando fingías ir al instituto, eh? ¿Te drogabas o algo?

—¿Qué? No.

—¿Y a dónde ibas entonces?

—Iba... Me iba con una amiga.

—¿Saray?

Marcos frunció el ceño.

—¿La conoces?

—¿De qué la conoces tú?

—Iba a mi instituto.

—¿Y te juntas con ella cuando ya ha dejado de ir a tu instituto? ¿De verdad? ¿Estás loco o qué?

—¿Qué dices? ¿Por qué?

—Ella me quiere muerta, Marcos. Ella me odia. Me detesta.

—Pero si ni siquiera te conoce.

—Es la hermana de Nicolás. Sí que me conoce.

—Pero... De todas estas veces que Nico a venido a casa nunca ha mencionado a ninguna hermana y nunca la he visto con él. Ni siquiera se parecen.

—Diferente madre. 

—¿Pero por qué no la he visto con él nunca?

—Está loca. La ha encerrado en un manicomio.

—No. Eso es imposible. Nos hemos estado viendo todos estos días...

—Joder, Marcos—Bufó.

—Nunca te ha mencionado ni ha dicho nada sobre ti. No creo que quiera hacerte daño. 

—Está loca, Marcos. Está loca. Es una psicópata. 

—No lo creo.

—Te tienes que alejar de ella. Hablo en serio.

—¿Qué?

—Marcos, por favor. No me fío de ella.

—Pero Saray me gusta.

—Si quieres, habla con Nicolás—Le tendió el teléfono—. Si no me crees a mí, espero que creas a su hermano.

Marcos miró a su hermana y le devolvió el teléfono.

No quería creerlo. ¿Había estado Saray utilizándolo para llegar a Ámbar?

Tragó saliva e intentó olvidarse de eso, momentáneamente.

—¿Qué hacías en el instituto, por cierto?

—Quería pedir un permiso.

—¿Un permiso? ¿Para qué?

—Me voy a la capital.

—¿Qué?

—Una entrevista.

—¿Y querías que fuera contigo?

—Sí, pero no me han dado el permiso.

—Joder, ¿no quieres ir sola?

—Me da igual ir sola o no. Quería que me acompañaras porque Nico va a ir conmigo.

—¿Qué?

—Sí.

—¿Por qué?

—Va a ser la oportunidad perfecta para contarle lo de Lucas. Ya sabes, sembrar la semilla—Suspiró—. Con suerte, terminaremos con esto de una vez por todas.

—Tienes que tener cuidado. Solo serán tus palabras. No tendrás ninguna prueba ni nada.

—Lo sé.

—Si lo haces bien podemos deshacernos de Lucas de una vez por todas, y lo sabes.

—No me metas presión, loco.

—Todo saldrá bien. Confío en ti.

—Pues yo no.

Y no debería, la verdad.

Los dos hermanos no sabían que estaban cometiendo el mayor de los errores.

Tenían compañía, aunque no eran conscientes de ellos.

4 compañías, de hecho.

Lucas y Saray desde la ventana del patio trasero y Nicolás y Victoria desde los micrófonos insertados en las estrellas del nuevo collar de Ámbar.

La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora