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Saray se estaba duchando en el baño mientras Ámbar estaba tumbada en el sofá.

Nicolás estaba sentado en el sofá de al lado.

Llevaban en silencio varios minutos incómodos.

—Así que, ¿has dormido bien?

—Sí, ¿y tú?

—También.

Otro silencio se extendió entre ellos.

—¿Me puedes llevar a casa?—susurró después.

—Claro. ¿No quieres desayunar?

—No, no hace falta.

Sin razones concretas decidieron salir de la casa sin avisar a Saray.

Por algún motivo, les pareció que era lo mejor.

Ya dentro del coche, Ámbar le dio la dirección a Nicolás.

Sabía que podía ser un error darle su dirección al hermano de una obsesionada, pero no tenía fuerzas para caminar, dinero para pedirse un taxi o la mente lo suficientemente despejada como para arreglárselas por su cuenta y, al fin y al cabo, se consoló a sí misma, es el hermano de la obsesionada, no la obsesionada en sí.

Sinceramente, le preocupaba todo aquello que había escuchado.

Había encontrado a Saray como una chica preciosa y simpática.

No esperaba que sus intenciones al ayudarla estuvieran tan alejadas de su primera impresión sobre ella.

Abandonó cualquier tipo de pensamiento relacionado con la loca y se centró en su acompañante.

—¿Sabes? Nunca he estado en el coche de un policía.

—Si salieses conmigo lo estarías más.

—Si me llamaras—Le corrigió—, saldría contigo.

Nicolás esbozó una sonrisa al escuchar el contraataque, aunque la desdibujó cuando él mismo respondió:

—Aunque no creo que quieras salir conmigo.

—¿Por qué?

Preguntó aun sabiendo la respuesta.

—Obviamente por mi hermana. Sé que nos has escuchado.

Ámbar miró a Nicolás.

—No quiero hablar de tu hermana.

—Genial, porque yo tampoco.

—Pero quiero que sepas que tú y tu hermana no tenéis nada que ver.

—Diferentes madres.

—Me refería a que no siento lo mismo por los dos.

Él desvió los ojos un segundo de la carretera para mirarla, divertido.

—¿Te estás declarando?

—No lo sé, sal conmigo y lo sabrás.

Nicolás volvió a concertarse en la carretera, aún manteniendo la sonrisa

—¿Quieres salir conmigo, Ámbar González?

—No.

—¿No?

—Tengo una agenda muy ocupada.

—Emborrachándote en fiestas de adolescentes.

—Pero aun así no tengo tiempo para salir contigo. Pero—dijo tres una pausa breve—, prometo intentar hacerme un hueco por ti.

La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora