La vida dentro del manicomio era demasiado monótona para Saray.
Después de la noticia que había leído en el periódico, nada más volvió a interesarle o a llamarle la atención.
La misma comida todos los días, sentada al lado de las mismas caras y haciendo las mismas cosas.
Había tenido un par de terapias grupales con otros locos que padecían lo mismo que ella, OPA: Obsesión por Ámbar.
Todo le resultaba tan ridículo y superficial que sabía que nunca se curará dentro de esas cuatro paredes.
Había decidido seguir la misma estrategia que la primera vez que la ingresaron.
Al principio manifestó una obsesión brutal con todo lo relacionado con Ámbar.
Fingía que la llamaba en sueños, entre cada mordisco que le daba al pan seco murmuraba su nombre, se encomendaba a ella cuando iba a comenzar a hablar en las terapias e incluso hizo figuritas con palos de madera a las que bautizó Mi Ámbar.
A Saray le gusta pensar que todo es una farsa y tan solo está llevando a cabo un plan que la llevará a la libertad, pero llegó un momento en el que ni ella supo diferenciar la realidad del teatro que estaba montando.
El cambio en su personalidad fue cambiando gradualmente. Con el paso del tiempo, murmuraba cada vez menos el nombre de la escritora y, a veces, incluso se le olvidaba nombrarla en unas cuantas horas.
Pronto saldré de aquí, pensaba mientras veía a los examinadores apuntar algo en una libreta.
La relación con su nueva compañera de cuarto no sobrepasaba lo necesario.
Trataba con ella solo cuando quería preguntarle sobre las noticias del periódico, pero como ya no aparecía ninguna novedad, al final se limitó a observar a esa loca.
Todavía no había descubierto por qué está encerrada.
Hay muchos locos que tienen historias interesantes. Y esta loca no es una loca normal, así que..., pensaba mientras la observaba devorar el periódico que tenía entre las manos.
De repente, la mujer se levantó de la cama de un salto.
—Hoy.
—¿Hoy qué?
—Hoy pueden visitarnos.
—No nos han dicho nada.
—Nunca nos dicen nada—dijo con desprecio.
—¿Alguien vendrá a visitarte?
La mujer asintió.
—Sí.
—¿Quién?
Parecía ida.
—Sí.
—¿Pero quién?
—Mi hijo.
Era mucho mayor de lo que aparentaba.
Entre todas las vidas ocultas que Saray le había otorgado a la mujer en su imaginación, nunca había concebido la idea de que fuera madre. ¿Cuántos años tendrá ella? ¿Y su hijo? ¿Será por eso por lo que estará encerrada?
—¿Cuántos años tiene tu hijo?
—¿Y a ti qué te importa?—El mismo tono despectivo seguía manifestándose.
—Nada. No me importa nada.
—A mi hijo tú no le gustarías.
Saray esbozó una mueca.
—¿Vale?
—A él le gustan altas, morenas, guapas y ricas. No rubitas como tú.
Algo en esa descripción puso a Saray en alerta. Se incorporó de la cama.
—¿Con quién está su hijo?
—Yo no he dicho que esté con nadie.
—¿Con quién quiere estar su hijo?
—Tampoco he dicho mi hijo quiera estar con nadie.
—Joder, ya me entiendes. ¿A quién te referías?
—A su compañera de trabajo esa. La que siempre sale en los periódicos. La Amanta esa.
—¿Amanta?
—Sí.
—¿Amanta, seguro?
—Qué sí. Qué pesada.
Saray frunció el entrecejo.
—¿No será Ámbar, la escritora?
A la mujer le pareció dar un cortocircuito.
—Ah. Creo que sí. Ámbar.
—¿Tu hijo es Lucas?
—Sí, ¿le conoces?
—¿Lucas tiene una madre loca?—Murmuró.
La mujer la escuchó y se acercó a ella, amenazante.
—¿Cómo me has llamado?
—Loca—escupió Saray.
Más intensamente que la primera vez, Saray y la mujer acabaron peleándose de nuevo.
Hicieron tanto ruido que esta vez no han podido evitar que la enfermera se enterara y entrara a separarlas.
Se les impuso una sanción y no se les permitió ver a sus familiares.
Dejaron así, a Lucas y a Nicolás esperando en la sala de reuniones.
Ninguno de los dos se dirigió la palabra, pero ambos se extrañaron de la presencia del otro.
¿Cuántas posibilidades había de que mi hermana acabara en la misma sección que la mujer de un sicario?, se preguntó Nicolás, mientras esperaba impacientemente la llegada que nunca tendría lugar.
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La Verdadera Inspiración De Ámbar
Teen FictionA Ámbar la conoce todo el mundo y todos susurran su nombre cuando la ven. Todos leen lo que ella escribe y todos quieren saber de qué tratará su siguiente libro. El problema es que Ámbar no sabe sobre qué escribir, y lo único que se le ocurre hacer...