—Sígame, por aquí—Marcos andaba detrás de la enfermera—. Su hermana se encuentra mejor. Antes se había despertado.
—¿Cómo está emocionalmente?
La enfermera lo miró con tristeza.
—Ella dice que bien, pero es obvio que no lo está—Le puso una mano encima del hombro y le sonrió—. Habla con ella, seguro que te lo contará y lo solucionaréis juntos, ¿sí?—dijo antes de dejarle en frente de la puerta y marcharse.
Sujetó la bolsa que tenía en la mano y entró, sin tocar la puerta.
Ámbar estaba inmóvil, mirando al techo. No se giró a mirar quién ha entrado.
—Me tomado la medicación. No necesitáis comprobarlo.
—Genial, porque no sabría cómo—la voz de Marcos sonó suave dentro de esa habitación.
Ámbar giró el cuello para mirar a su hermano, y de repente le entró vergüenza.
No quería verle porque no era capaz de mirarlo a los ojos.
Le había hecho sufrir con su intento de suicidio.
Ni siquiera Ámbar estaba segura de por qué lo había hecho.
O sea, ella sabía que se encontraba mal, pero fue mirarse en el espejo y ver que estaba mal lo que le hizo tomar la decisión.
Aunque, más que decisión propia, era como si estuviera acatando lo que algo dentro de ella le decía.
No era consciente de lo que hacía hasta que vio la sangre y se desmayó.
Yo, pensó ella irónica, la que me dedico a limpiar sangre de muertos, me he desmayado al ver mi propia sangre.
Dejó de mirar a su hermano y desvió la vista.
Marcos, en cambio, no quitó los ojos de su hermana.
Se sentó pensando en el alivio que era verla viva.
No pudo aguantar las ganas de sonreír mientras la observaba en silencio.
—Te he traído algunas cosas—dijo al fin.
Ella se aclaró la garganta.
—No tenía por qué. No hecho nada en falta—Seguía sin mirarle.
—No te creas, eh. Tu móvil—dijo mientras sacaba el aparato del bolsillo y lo dejaba encima de la mesa—no ha parado de sonar en las últimas, como, ¿dos horas? Sea quién sea, es muy insistente.
—¿No has visto quién es?—Se atrevió a mirarlo finalmente.
—Un número desconocido. Supongo que tú lo sabrás.
Ámbar pensó directamente en Nicolás.
Él es el único que querría llamarla.
Extendió el móvil y lo desbloqueó.
Efectivamente, tenía muchas llamadas y mensajes de Nicolás, preguntando cómo estaba.
Genial, se dijo, ya se ha filtrado la noticia.
También tenía mensajes de la encargada de la editorial, exigiéndole un manuscrito. Le dieron igual las amenazas sutiles que había tras cada mensaje.
Siguió leyendo las notificaciones hasta que de repente el nombre de Lucas apareció en pantalla.
Apagó el móvil con rapidez.
Miró de reojo a su hermano.
La observaba.
Había leído el nombre.
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La Verdadera Inspiración De Ámbar
Teen FictionA Ámbar la conoce todo el mundo y todos susurran su nombre cuando la ven. Todos leen lo que ella escribe y todos quieren saber de qué tratará su siguiente libro. El problema es que Ámbar no sabe sobre qué escribir, y lo único que se le ocurre hacer...