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(Cuidado, escenas que tratan las autolesiones y el suicidio)

Marcos está en lo cierto, pensaba Ámbar mientras el agua corría por su cuerpo.

Estaba en los huesos.

No comía, no dormía.

Estaba demacrada.

Su cara y su cuerpo lo decía.

Y todo por ese maldito encuentro.

Si tan solo no se hubiera ofrecido a llevar a Lucas.

Si tan solo lo hubiera mandado al hospital y no se hubiera preocupado por él.

Si tan solo ella no hubiera nacido todo sería mucho mejor.

Solo habría oscuridad, y ella no tendría que pensar en su aspecto, en su hermano, en el libro que estaba llevando su vida a la ruina, en poder que ejercía sobre otros y como los enloquecía, en cómo se estaba desgastando a sí misma.

Basta, se dijo mientras salía de la bañera y dejaba el agua caer.

—Basta—Volvió a decir mientras abría el cajón y lanzaba la secadora al espejo, rompiendo así el cristal.

—¡BASTA! ¡YA NO PUEDO MÁS, NO PUEDO MÁS! —Esta vez lo gritó tan fuerte que se dio cuenta de que ya no se hablaba a sí misma.

Le hubiera importado algo si no estuviera tan ida.

Escuchó los pasos de Marcos dirigirse al baño.

—¿Ámbar? ¿Estás bien?

Intentó abrir la puerta, pero el pestillo estaba puesto.

—¡DÉJAME EN PAZ!

—Ámbar, ¿qué te pasa? Ábreme, por favor—Golpeó la puerta.

—¡ESTOY CANSADA, MARCOS! ¡ESTOY MUY CANSADA!

Agarró uno de los trozos y se lo puso en los brazos.

Sentía una necesidad enorme de desgarrarse la piel, de dejar salir el dolor.

A Marcos el silencio no le pareció un buen augurio.

Se alejó un segundo de la puerta y marcó el número de emergencias.

Sabía que algo malo iba pasar.

Volvió a acercarse a la puerta.

—Ámbar, por dios, ábreme.

—¡NO! ¡QUIERO ACABAR CON ESTO DE UNA VEZ! ¡YA NO PUEDO MÁS!

—Ámbar, relájate, ¿sí? Sea lo que sea por lo que estás pasando se puede solucionar, ¿vale? Te ayudaré. Lo solucionaremos juntos. Siempre hemos estado juntos, ¿te acuerdas de cuando éramos pequeños?—Usaba su voz para distraerla mientras intentaba forzar la puerta sin que ella se diera cuenta—. Mamá y tú os fuisteis. Papá y mamá ya no se hablaban, pero tú te escapabas del instituto para venir a verme, ¿te acuerdas? Yo también me escapaba para verte. Íbamos a comprar helados juntos y hacíamos locuras. Nos metíamos con el pelirrojo rarito ese, al que le gustabas. Le gastábamos bromas y él lloraba. Al principio nos pareció gracioso, pero tú y yo somos unos sensiblones. No nos gusta ver a la gente mal. Siempre intentamos ayudar a los demás. Le compramos una caja de bombones enorme y le pedimos perdón juntos. Juntos, ¿recuerdas? En las buenas y en las malas, siempre estaremos juntos, Ámbar. Porque tú y yo nacimos para estar juntos. Somos hermanos y nos necesitamos... —La puerta se abrió—... Nos queremos con locura y... —La empujó despacio, para no asustarla—... Siempre estamos el uno para el otr...

No pudo terminar de hablar porque no había sido capaz de calmar a Ámbar.

El trozo de cristal estaba clavado en una de las muñecas de la castaña.

Marcos corrió hacia su hermana, sin molestarse en la sangre que le manchó las suelas de los zapatos.

Él temblaba del medio, pero le quitó el trozo de cristal con rapidez y apretó la herida.

El corazón le bombeaba con demasiada rapidez y tenía lq visita nublosa.

Pero nada de eso importaba.

Nada de eso importaba cuando su hermana se estaba desangrando en frente de él.

La agarró y la llevó al salón.

No sabía si estaba haciendo bien, pero estaba empezando a desesperarse.

Su hermana estaba cada vez más pálida.

Sintió una pizca de alivio cuando escuchó la sirena de la ambulancia y el timbre sonar.

Corrió a abrirles la puerta y los paramédicos corrieron a socorrer a Ámbar.

Varias horas más tarde y después de donar una pinta de sangre, Marcos esperaba, un poco mareado, a que algún médico le dijera algo.

Mientras esperaba, no pudo evitar revivir lo que había pasado.

Su hermana Ámbar había intentado quitarse la vida.

Ámbar.

Su hermana.

No lo podía creer.

Él sabía que ella no estaba bien, pero quería creerse equivocado. Deseaba haberse equivocado.

Pero cuando escuchó el sonido del cristal y sus gritos, sus ya no puedo más, estoy cansada, definitivamente entendió que su hermana no estaba bien.

Se le desgarraba el corazón recordar su voz.

¿Qué le había pasado, que la había convertido en tan poco tiempo en lo que era en ese momento?

Un médico salió de la sala y preguntó por él.

—¿Marcos González?

Se levantó rápidamente de la silla.

Se maldijo a sí mismo por el repentino mareo que sintió, pero nada le podía importar menos.

—Sí, soy yo. ¿Cómo está mi hermana?

—Viva. Bastante mal, pero viva.

Estará como estará, se dijo, pero al menos está.

—En cualquier otra situación, hijo, hubiera hecho muy mal al sacarle el trozo de cristal de la muñeca, pero esta vez le ha salvado la vida a su hermana. Un par de minutos más y el trozo de cristal hubiera desgarrado más vasos sanguíneos y la pérdida hubiera sido considerable. Ha hecho un buen trabajo, hijo. Ha salvado una vida.

Marcos asintió, pero sin darle mérito a lo que el doctor decía.

Si de verdad la hubiera salvado, no hubiera llegado hasta ese punto.

—Necesito saber qué le ha llevado a su hermana a actuar como ha actuado.

—Drogas—respondió Marcos con convicción.

—¿Drogas?

—Sí. Creo que mi hermana se droga.

El médico ojeó unos cuantos papeles antes de levantar la vista.

—Pues me temo, muchacho, que cree mal. Su hermana está limpia.

—Eso no es posible. Estoy seguro de que se droga.

—¿Seguro? ¿La ha visto drogarse alguna vez?

—No, pero su comportamiento ha sido irracional estas últimas semanas. Lo atribuí a las drogas...

—Pues drogas no son. ¿Sabe qué otra cosa puede ser?

Marcos negó con la cabeza. El médico apuntó algo en uno de los folios.

—¿Desea que ingresemos a su hermana?

—Prefiero antes hablar con ella.

—Como desee. Puede irse a su casa a limpiarse. Su hermana tardará un par de horas más en despertarse.

—De acuerdo, muchas gracias, doctor.

Marcos fue a casa y empezó a ordenarlo todo y, de una manera similar a la que hacía Ámbar unas semanas antes, limpiaba con lejía la sangre del baño para no dejar ni una mancha que le recordara lo que pasó.


La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora