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The Weekend sonaba dentro del coche.

Marcos y Ámbar cantaban juntos, riéndose de cómo desafinaban y se equivocaban con la letra.

Les costó mucho dinero y un examen para poder darse de alta.

Después de que Nicolás y Lucas se fueran, Marcos y ella no volvieron a hablar mucho porque él se encargó del papeleo y ella en fingir que todo estaría bien.

En ese momento, ambos se encontraban disfrutando como lo hacían antaño y olvidándose de todo lo que había pasado.

El sonido de la llamada entrante les sacó de su ensoñación.

Ámbar miró su móvil.

No la tenía agendada, pero sabía quién era.

Melissa.

Dejó que el móvil sonara un rato más antes de contestar.

Necesitaba mentalizarse.

—Ni sepultada te librarás de escribir el libro, Ámbar—Esta vez su voz sonaba a fumada más que a drogada.

—Gracias por preocuparte por mí. Cuánto aprecio me tienes.

—Si escribieses tan rápido como hablas, te mostraría mi cariño de otra forma, créeme.

Ámbar levantó las cejas, sorprendida. Eso había sonado muy lascivo.

—¿Cómo se lo mostrarías?—preguntó Marcos divertido.

—Ámbar, deja de tener sexo con el primer hombre que te encuentres y céntrate en cumplir tu maldito trabajo.

Los dos se miraron y tan solo movieron los labios al decir con complicidad: Sexo.

—¿Hola? ¿Ámbar? ¿Me estás ignorando?—preguntó Melissa al no escuchar nada de la otra línea. Ámbar había apagado el micrófono y se estaba descojonando en ese momento. Dejó de reírse gradualmente mientras la encargada seguía hablando—. Mira, de verdad, cómo sea una broma de las tuy...

Ámbar activó el micrófono y la cortó de lleno.

—¿Vas a decirme algo que no sepa o vas a seguir amenazándome?

—Ah, sí. Buen movimiento el tuyo, ese de fingir un suicidio. Ye ha dado más fama de la que tenías y ahora hay muchísima demanda. Los medios quieren un nuevo libro—Hizo una pausa breve—. Y lo quieren ya.

Fingir.

La boca le sabía a agrio.

No he fingido nada, Melissa.

Marcos la miró. Ámbar siguió concentrada en la carretera.

Se escuchó una respiración superficial antes de que Melissa acabase diciendo antes de cortar:

—Escribe ese libro ya. Y envíame el manuscrito la semana que viene como muy tarde. Como no lo hagas, ya sabrás lo que le va a pasar a tu hermano.

Ámbar se permitió mirar a Marcos durante un segundo, que la observaba con el ceño fruncido.

Ni él ni ella volvieron a decir nada.

Ya en casa, Marcos le dio un poco de espacio a Ámbar para que se despejara y, tras un par de horas, la arrastraró al salón y la obligó a sentarse.

Temía que se echara atrás y quería de una vez por todas escuchar qué era lo que tanto escondía su hermana.

"Lucas es un sicario y entierro los cadáveres que él mata."

La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora