Esta vez, Ámbar no se molestó en arreglarse.
La fiesta no era del mismo tipo que la fiesta en la que empezó todo.
Esta era diferente.
Había más jóvenes y menos adultos. Más alcohol y menos control.
Es decir, todo lo que ella buscaba.
Se movía entre el gentío sin mirar a nada en particular y sin dejar de posar los ojos en todo al mismo tiempo.
Por primera vez en mucho tiempo, parecía una drogadicta y estaba decidida a convertirse en una.
Se rio de sí misma y no le importó recibir miradas.
Por primera vez en mucho tiempo, no le importaba lo que pensaban los demás ni si la reconocían.
Total, pensó ella, ya todo está perdido.
Tenía una lata de alcohol en la mano y le daba pequeños sorbos mientras iba de un lado para otro.
Y de tantas vueltas que daba, acabó sintiéndose mal y con ganas de vomitar, así que en cuanto sintió la primera arcada intentó salir corriendo en dirección al baño.
Lo malo es que iba tan borracha que se calló al suelo delante de un grupo de chicas.
Escuchó risas, pero eso tampoco le importaba.
—¿Estás bien?—le preguntó una castaña, que se acercó a ella y la ayudó al levantarse, pero la movió tan rápido que hizo que Ámbar expulsara todo lo que se suponía que tenía que acabar en la taza del váter y no encima de la camiseta de la chica—. No, creo que no—añadió con una risita inocente.
Ámbar levantó la vista confundida.
Estaba segura de que acababa de vomitarle encima a una desconocida.
¿Por qué no ponía caro de asco?
—Te la pagaré.
Ahora la confundida era la chica.
—¿El qué?
—La camiseta—Ámbar señaló la camiseta débilmente, mientras se separaba un poco de la chica y se apoyaba en un sofá—. Te la he manchado—Hizo el gesto con la mano—un poquito.
La chica abandonó a su grupo y se acercó más a Ámbar.
—Ah, no me importa. No te preocupes. Tengo camisetas para cambiarme—dijo con una sonrisa mientras se quitaba la camiseta y sacaba otra de su bolso—. Ahora que lo pienso tú también necesitas una. Bueno, ahora que lo pienso mejor, lo mejor es que nos limpiemos un poco antes, ¿no crees?
—¿Por qué tienes camisetas para cambiarte?—preguntó Ámbar mientras se dejaba arrastrar hacia el interior de los baños.
—Porque tengo hermanos pequeños. Una vez que tienes que cuidar de ellos constantemente, aprendes a estar preparada para cualquier situación desastrosa.
—Yo también tengo un hermano pequeño, aunque no tengo camisetas en el bolso.
La chica la miró desde debajo del grifo mientras se limpiaba.
—Será porque no tienes bolso.
Ámbar se miró a sí misma.
—Ah. Es verdad—Hizo una pausa—. Juraría que sí que tenía bolso.
—¿Lo has perdido?—le preguntó ella mientras acercaba a Ámbar al grifo y la ayudaba a limpiarse.
—Creo que sí.
ESTÁS LEYENDO
La Verdadera Inspiración De Ámbar
Teen FictionA Ámbar la conoce todo el mundo y todos susurran su nombre cuando la ven. Todos leen lo que ella escribe y todos quieren saber de qué tratará su siguiente libro. El problema es que Ámbar no sabe sobre qué escribir, y lo único que se le ocurre hacer...