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Ámbar miró a los dos hermanos horrorizada.

Saray era la hermana de Nicolás.

Nicolás el policía coqueto.

Después de que se encendieran las luces todo cayó en un silencio sepulcral.

Nicolás miraba a Saray horrorizado.

—¿¡LA HAS SECUESTRADO!?

—NO.

—SARAY, ME CAGO EN... ¡LA HAS SECUESTRADO! ¿CÓMO SE TE OCURRE?

—¡QUÉ NO LA HE SECUESTRADO!

—¡QUÉ SÍ!

—¡No me ha secuestrado! ¡Yo la he secuestrado a ella!

Él la miró horrorizado.

—Ámbar, no hace falta que me mientas. Mira, lo siento mucho. Te dije que mi hermana estaba obsesionada contigo, pero no me esperé que llegara tan lejos... Por favor, no la demandes—dijo mientras soltaba el bate y se levantaba del sofá.

—Qué Saray no me ha secuestrado.

—Mira, cuando alguien sufre lo primero que hace cuando ya no se encuentra en peligro es negar lo ocurrido.

—¿Qué estás diciendo? ¿Estás borracho?

El cuello de Nicolás crujió con fuerza cuando lo giró para mirar a su hermana.

—El hecho de que me hagas la pregunta tan solo confirma que tú lo estás.

—Yo no estoy borracha. Ella—Señaló a Ámbar—sí lo está.

Nicolás escaneó a Ámbar con la mirada.

—¡HAS APROVECHADO QUE ESTÁ BORRACHA PARA SECUESTRARLA! ¡SERÁS...!

Necesitaron media hora de explicaciones para poder convencer a Nicolás de que todo estaba bien.

La verdad, es que Saray nunca había visto a su hermano tan extraño.

Desde luego, que la esperara sentado en el sofá durante toda la noche era algo habitual, pero que lo hiciera con un bate en la mano no tanto.

Lo que tampoco era normal era que hubiera reaccionado de esa manera.

Normalmente, él se comportaba como un ser racional cuando estaba delante de los demás, y solo se permitía ser él mismo cuando estaba con gente que lo hacía sentir cómodo, por eso que gritara como un loco delante de Ámbar tampoco era algo habitual en él.

Pero, cuando vio cómo Ámbar sonreía tontamente tras los gritos de Nicolás, supo que él lo estaba haciendo a propósito.

Se notaba desde lejos que Ámbar no estaba bien.

Ella siempre ha sido fan suya. La ha seguido por todas las redes sociales, se ha leído su único libro una y otra vez, ha examinado una y cada una de sus fotos, permitiéndole así saber cuales son sus gustos, a dónde va, qué le divierte y qué evita, ha entrado en todos los sitios web en los que estuviera escrito su nombre y sabía a ciencia cierta que conocía a Ámbar como si fuera su amiga de toda la vida.

Por eso, cuando la vio con grandes surcos negros debajo de los ojos, con ropa desaliñada y  con los pasos indecisos debido al alcohol supo que tenía que salir de las sombras y actuar de una vez.

Esperó el momento oportuno, y no tardó mucho en que Ámbar le vomitara encima para poder así ayudarla.

Por un lado, se sentía mal de que todo estuviera tan premeditado, que ella le conociera desde el debut de Ámbar y que ella fuera tan solo una fan, pero por otro lado, era feliz de que por fin haya entablado una conversación con Ámbar.

Una conversación que no hubiera tenido lugar si Ámbar estaba sobria, le dijo su subconsciente.

Pero una conversación al fin y ql cabo, se respondió a sí misma.

En ese momento, Saray observaba cómo Ámbar se había quedado dormida en su cuarto.

Tras las largas explicaciones a su hermano decidieron irse a dormir.

Ámbar sí durmió; lo necesitaba.

Saray, en cambio, no pudo pegar ojo.

Quería recordar a la perfección aquella cara tan bonita y con aquellas facciones tan suaves.

Sabía que una vez que Ámbar volviera a pensar racionalmente no tendría la oportunidad de observarla desde tan cerca.

Cuando el Sol empezó a iluminar hasta los rincones más oscuros de su cuarto, Saray decidió ir q bañarse.

Por mucho que le hubiera gustado continuar observando a Ámbar, ella sabía que su sueño llegaría a su fin tarde o temprano, como el de Ámbar misma, así que era mejor despejarse y no mostrarle a Ámbar cuan obsesionada estaba con ella.

Aunque sabía que Ámbar sospechaba algo.

Cuando salió de su cuarto con la toalla en mano y lo que iba a ponerse, se topó con su hermano.

Intentó esquivarlo porque sabía lo que él iba a decirle.

—Tenemos que hablar—dijeron ambos al unísono, él con voz seria y ella con un tono de burla.

Saray siguió a su hermano al salón.

—¿Cómo se te ocurre? ¿No te da vergüenza?

—Yo solo la ayudé. Estaba borracha. Tú mismo lo has visto.

—Podrías haberla llevado a su casa en vez de traerla aquí. Te has aprovechado de ella y lo sabes.

—No me he aprovechado de ella. Si no fuera por mí—Apretó la toalla contra su cuerpo—, alguien más se habría aprovechado de verdad.

—Aprovechado de verdad, ¿eh? Es decir, que lo que has hecho tú no es nada serio, ¿verdad? Saray, estás demente. Vas al psicólogo por su culpa. Te han ingresado en un psiquiátrico por tu nivel de obsesión—Hizo una pausa—. No. Estás. Bien.

Algo se revolvió dentro de Saray.

—Pues habértelo pensado antes de hacerte esa foto con ella.

Nicolás aguantó la respiración.

—Me has revisado el móvil—sonó más a afirmación que a acusación.

—Sí. Y menos mal que lo he hecho. Un día salgo del psicólogo, llego a casa y me encuentro a mi hermano sonriendo como un bobo. Me pregunto: ¿Quién será la chica? Y  zasca, adivina quién es: ¡Ámbar! ¡La mujer de la que estoy obsesionada! Mi hermano sale con la mujer que me ha destruido la vida.

—Ámbar no te ha destruido la vida.

—Ay, míralo, cuánto la quiere. ¿Te ha susurrado ya que te va a hacer una transferencia bancaria que resolverá tu vida? ¿Te ha besado tan bien que la falta de oxígeno te ha debilitado la vista?—De repente, deja que la toalla y la ropa se caigan al suelo y agarra a su hermano del brazo. Le clava las uñas—. Estás. Ciego.

—Te has destruido tú solita, Saray.

—¿No te das cuenta de que la gente como ella se aprovecha de la gente como nosotros? Es mejor que nosotros nos aprovechemos antes. Y lo sabes de sobra, Nicolás. Por tu historial—Le sonrió con burla—, deberías saberlo de sobra.

Nicolás inhaló y exhaló fuertemente.

—Deberías calmarte.

—¡NO ME DIGAS LO QUE TENGO QUE HACER!

—Eso, no le digas lo que tiene que hacer —la voz de Ámbar sonó suave, y había un poco de diversión en su voz.

Para ambos, estaba claro que no había escuchado nada.

Para Ámbar, lo mejor era salir de allí cuanto antes.

La Verdadera Inspiración De ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora