CAPÍTULO 16

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"Aveces hay corazonadas de la razón que el corazón no entiende"

                           Mario Benedetti.

Calypso

Conflicto entre corazón y razón.

Me siento en el sofá con un vaso de agua para mojarme la garganta. La tengo seca después haber gritado tanto.

Rebusco en mi cartera hasta dar con mi móvil. Tengo varias llamadas de Jenna y Jemison. Devuelvo la llamada a Jenna.

—Calypso, ¡¿Dónde carajos estás?! —ruedo los ojos ante su voz inquieta.

—Seguí vuestro consejo. Me estoy limpiando del estrés. —me miro las uñas.

El sarcasmo es tan evidente en mi voz que estoy segura que se ha sentido mal por mis palabras.

—Caly, no digas esto. Lo siento de verdad por mis palabras, no quise hacerte sentir mal. —la escucho sollozar.

—Pero lo hiciste Jenna. Tú sabés perfectamente todo lo que cargo encima y lo menos que esperaba de ti, eran comentarios así. —doy otro sorbo a mi agua.

—Lo siento de verdad Caly, perdóname ¿Sí? —no hablo— ¿Dónde estás?

—Estoy bien. —me levanto, camino hasta la ventana. La cuidad se ve muy hermosa desde aquí.

—¿Me perdonas? —vuelvo a cerrar las cortinas.

Claro que sí, pero no se lo digo.

—Mañana hablaremos de esto.

—¿Mañana?, ¿No piensas regresar hoy?

—Jenna, en unos minutos serán las doce de la noche —digo obvio— claro que no voy a regresar a esta hora sola.

Le di su tarde a mi chófer porque sabía que iba a salir con mis amigos y no necesitaba traerlo conmigo.

—Sí tienes razón. Ahora que sé que estás bien voy a poder dormir tranquila. —bosteza.

—Solo por eso te llamaba, para que no te angustiaras.

Nos despedimos y cuelgo, me dejo caer sobre el sofá asimilando lo que acabo de hacer. Me acabo de follar al enemigo y estoy pensando en hacerlo otra vez.

Ay Dios ayúdame.

—Así que soy un medicamento contra el estrés. —giro mi cuello para verlo desde mi lugar.

Está de pie detrás con su calzoncillo negro puesto, me muerdo la cara interna de la boca sonriendo.

—Y te puedo asegurar que es de efectos inmediatos. —me río dejando mi móvil en la mesa delante de mí.

Camino hasta mi lugar. Se deja caer a mi lado sobre el sofá. Tal acto me hace reír por la manera en como lo ha hecho. Sigo riendo hasta que me doy cuenta de que él ha parado y que tiene sus ojos sobre mí.

Acaricia mi cara, haciendo atrás algunos de mis mechones rizados que me quedan sobre la cara.

—Eres preciosa. —lo miro a los ojos.

—Creo que me lo has dicho más de mil veces hoy. —sonríe.

Suelto una risita nerviosa por la intensidad de su mirada sabre mí.

—Lo seguiré diciendo porque es verdad. Tu belleza es tanta que no sabré como describirla —baja sus caricias a mi cuello—. No es solo física, sino también por dentro.

LA RULETA NEGRA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora