𝗣𝗛𝗬𝗦𝗜𝗢𝗧𝗛𝗘𝗥𝗔𝗣𝗜𝗦𝗧 | Las incontables deudas de Winter la hicieron aceptar un trabajo como fisioterapeuta para un reconocido beisbolista.
¿El problema? Es que era Kenji Sato.
Y para su mala suerte, no sabía que aceptarlo como su paciente...
RESUMEN DEL CAPÍTULO ANTERIOR: Después de que Kenji y Winter se escaparan del estadio, ambos llegaron hasta la cima de una colina, la cual tenía una pequeña choza de madera. Ese lugar es donde la madre de Kenji, Emiko, solía llevarlo cuando era más pequeño (palabras dichas por el jugador). Ambos pasan un buen rato ahí, la química que Winter siente se hace cada vez más notoria y, aunque quiera, no puede disimular lo mucho que le gusta. Sin embargo, mientras ellos estaban en su mundo, un paparazzi (el cual aún no sabemos cómo es que supo o llegó hasta allí), les tomó varias fotografías y se fue de la escena sin dejar rastro. Más tarde, en su casa, Winter es interrogada por su hermanito Leo acerca de con quién estaba y este intuye que su hermana mayor está sintiendo cosas por el beisbolista, lo que la deja alto temerosa. Nani llega para interrumpir su plática alegando que el más pequeño debe descansar y se lo lleva para dejar a su nieta mayor a solas. Winter aprovecha para pensar mientras hace algunos trabajitos acerca de la salida y de lo mucho que se cuestiona acerca de que Kenji también sienta lo mismo que ella, siendo interrumpida extrañamente cuando escucha pasos apresurados y la puerta de la habitación abriéndose de golpe revelando a su mejor amiga, Amber. La pelirroja se ve descabellada, pero sobretodo alarmada. Y antes de que Winter pudiera preguntarle qué hacía o que le pasaba, Amber se le adelantó y le reveló con su teléfono que sus fotos con Kenji estaban en las noticias de internet, dejando a la albina más que asustada y con las emociones descontroladas acerca de lo que podría suceder si todo eso llegaba a oídos de Kenji.
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CAPÍTULO VEINTISIETE: una solución... o una perdición.
—Ay, carajo...
—Lenguaje, Wiwi.
—Sí, perdón. —se mordisqueó la uña sin despegar la mirada de aquel punto,— Perdón.
—Esto es pura mierda. —Amber se quitó las gafas de sol, sacudiendo su melena roja mientras miraba la entrada del estadio de los Dodgers con los ojos entrecerrados,— ¿Por qué no solo sales y ya?
—Bambi, lenguaje. —Leo le dio un manazo en el hombro desde el asiento de atrás.
—Pues tu hermana no colabora, enano. —se excusó la ojiverde, señalándola,— Winter, llevamos diez minutos aquí. Avísame si te quedarás media hora dudando de tu alma para ir apagando el motor, porque la gasolina no es muy barata que digamos.
—Es que no sé... —la miró, temerosa.
—A ver, ¿qué tan malo puede ser? Digo, no es como que te vayan a llover las críticas en pleno horario laboral. Además, si ese entrenador no te ha llamado, quiere decir que no ha pasado nada.
Dos días habían pasado desde que la noticia de esas imágenes de Kenji con "la misteriosa chica pálida" habían sido lanzadas en internet. Si, ya hasta le habían creado cientos de apodos con respecto a su cabello muy rubio. Y era precisamente esa la razón por la cual no quería salir del vehículo de su amiga, incluso si eso significaba llegar al trabajo más tarde de lo usual porque su seguridad temblaba de un hilo muy fino. Su cabello era algo que, a pesar de ser normal, llamaba mucho la atención y aún más cuando de ser natural se trataba. Podía apostar que la mayoría de personas que la reconocían a lo lejos era gracias a su habitual cabellera.