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El sol había vuelto a aparecer en el cielo la mañana siguiente, y con el sol, nosotros paseábamos por la famosa Village of Happiness de Kobe. Tal y como hicimos el día anterior, Sunoo y yo nos dedicábamos a caminar tomados de las manos, observándolo todo a nuestro alrededor. Este lugar, a diferencia del parque Nagai, estaba rodeado de árboles verdes. Los cerezos reinaban en el parque de Osaka, sin embargo, el de Kobe era pura pradera y árboles enormes. El parque Nagai era más bonito; la pequeña aldea de Kobe era más tranquila.

Aunque aprovechamos la paz para sentarnos a descansar y pasar un rato de calma entre ambos, rápidamente nos quedamos sin cosas que ver o hacer, y por supuesto Sunoo no iba a "malgastar" mi tiempo. En cuanto sintió que tenía energía suficiente, me guió hacia la salida del parque, haciendo que le mirara completamente confusa.

¿Dónde vamos, Su?
—Vamos a la costa de Kobe.
—asintió.
¡¿Ahora?! ¡Pero tenemos el hotel cerca! Podemos descans-
—¡No, no vamos a descansar! El paseo me ha sabido a poco. Vamos a la costa.

No quise oponerme mucho más. Sabía que él quería darme el mejor viaje del mundo, y preocuparme ahora por él y su descanso solo le iba a hacer sentir más frustrado porque claramente estaba cansado. Buscó la línea de tren que nos llevaba a la costa y sin apartar la vista del teléfono me guió. Me parecía increíble la soltura que tenía Sunoo para poder guiarse con mapas o simples indicaciones. ¡Yo me habría perdido 8 veces como mínimo!

Tomamos asiento en el trayecto, y Sunoo estaba sospechosamente callado. Le observaba por si daba señales de cansancio o encontrarse mal, pero sólo podía observar una pequeña sonrisa traviesa asomar en sus labios. ¿Qué se supone que estaba tramando Kim Sunoo? Miraba el móvil repetidas veces y de alguna forma me asustaba tener que encontrarme con una situación como la de bienvenida a Japón: al menos debería avisarme.

¿Qué me ocultas, Kim?
—¡Absolutamente nada relacionado con fútbol!
—¿Vamos a ver otro estadio de verdad?
—dejé escapar una carcajada mientras jugaba con su mano.
—¿Crees que mentía cuando te dije que haríamos lo mismo?

Moví mis piernas de lado a lado emocionada y volví a observar por el cristal que había junto a nosotros. Esta vez me encargaría de que nuestra camiseta fuera más parecida que la que nos compramos el día anterior... Al menos que el color fuera el mismo. Sentía que éramos una combinación de un subrayador neón y uno pastel.

Al bajarnos del tren, Sunoo volvió a sacar el teléfono para observar el recorrido que el navegador le indicaba. Yo le dejaba hacer su trabajo mientras miraba con los ojos bien abiertos para no perderme ningún detalle a relucir. Con el dedo de su mano libre, señaló en el aire el camino que debíamos recorrer, y antes de ponerse en marcha guardó su teléfono en el bolsillo.

Vámonos, hoy hay entrenamiento de puertas abiertas y podemos entrar a ver al equipo entrenar.—dijo como si nada.
¡Vamos a ver al equipo entrenar, Su! ¿No es genial?

Se contagió de mi entusiasmo, pero definitivamente no lo sentía igual. El estadio era grande, había puestos de comida, de bebidas, e incluso zonas para que los niños jugaran mientras los padres disfrutaban del deporte. Era algo que verdaderamente me sorprendía de ver y al mismo tiempo me encantaba. Podía ser algo arriesgado a decir verdad, pero... ¡Es una genial idea!

Tomamos asiento relativamente cerca, no en primera fila, pero sí lo suficientemente cerca como para poder observar todo con detalle. Los jugadores comenzaron a salir del vestuario y mis ojos se clavaron rápidamente en un par de jugadores de piel morena. Uno de ellos era rubio, el otro era moreno. Pestañeé un par de veces para ver si eran reales y efectivamente sí, allí estaban, el uno junto al otro. Miré a Sunoo a mi lado y lo encontré mirándome fijamente con una ceja alzada.

¿No es guapo ese rubio?
—¿Rubio? Ya claro...
—rodó los ojos cruzándose de brazos y señaló a un jugador con la cabeza.—Ese también es lindo.
—Ah, conque hay uno que te parece lindo.
—achiné los ojos, mirándole con recelo.
Uhum... —asintió.—El que tiene el pelo como una alpaca.
—Entiendo...

Le saqué la lengua de forma traviesa como respuesta a su intento de darme celos y él me respondió de la misma forma, haciendo que ambos riéramos. 

Cuando el entrenamiento terminó, por supuesto que una visita a la tienda era obligatoria

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Cuando el entrenamiento terminó, por supuesto que una visita a la tienda era obligatoria. Corrí sin pensarlo dos veces a la camiseta de ese tal "Osako" que me había cautivado. Aunque dudé entre la suya o la del tal "Muto", finalmente me decidí por el rubio que me había dejado obnubilada. Por supuesto, Sunoo no perdió la oportunidad de rebatirme la compra, cogiendo la camiseta del jugador alpaca, "Yuruki". En cuanto salimos de la tienda, vestimos las camisetas, chocando los hombros adrede para molestarnos el uno al otro.

Osako ha jugado mejor que ese Yuruki.
—No es justo, el tuyo es delantero y el mío es centrocampista.
—¡Ah!
—exclamé llamando su atención.—¿Usando posesivos?
—¡Pues sí!—
sacudió su cabeza orgulloso con una pequeña sonrisita.
Entonces... Sé mío, Sunoo.
—¿Eh?
—frenó sus pasos para mirarme.

Tomé ambas manos y las entrelacé con las mías, mientras le observaba con una enorme sonrisa. Quizá no era bajo los cerezos, ni en un hermoso atardecer. Era una noche cerrada, bajo unos banderines que ondeaban con el escudo del lugar y un marino olor a sal. No era todo lo romántico que podía ser, definitivamente, pero estaba en nosotros hacerlo.

Sunoo, ¿quieres ser mi novio?
—¿Qué estás diciendo?—
rió, tapando su rostro con vergüenza.—¡Ya lo somos! ¿Es porque dije que haríamos lo mismo?
—Lo mismo, mismo... No ha sido. ¿Aceptas ser mi novio por segunda vez, Kim Sunoo?

—Segunda y las veces que sean, sí. 

End Game.-Kim Sunoo y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora