Asentí con la cabeza hacia Dante y desvié la mirada hacia el frente.
—Comandante, la misión fue realizada —dije y me aclaré la garganta para que me saliera la voz firme—. Tienes la misión que te dio mi padre hoy al atardecer. Es mejor que te vayas a descansar, Dante.
Dante se levantó de la hamaca con clara duda sobre si irse o no, trató de encontrar mi mirada y yo la desvié ágilmente, terminó soltando un suspiro que logré escuchar y emprendió camino hacia el cuartel a descansar, supongo.
Creé un dron conectándolo con un chip que me permitía dirigir el dron y ver con la mini cámara conectada, pero no como en mi mundo que no lo veía a través de un celular, sino que el objetivo era verlo al cerrar mis ojos, es decir, se proyectara en mi mente.
—Ahora la cosa es ¿cómo lo implanto para poder ver si funciona? — dije dirigiendo mi mirada hacia la luna y una vez que me quedé un ratito contemplando, una idea un poco peculiar apareció en mi mente de manera repentina.
La verdad es que no sabía cómo se me ocurrió esa idea que se podría decir absurda, pero era mejor que nada.
Cerré los ojos y alcé el chip a la altura de mi frente, imaginé que una luz plateada salía de mí y absorbía el chip, abrí los ojos y me quedé con esto contemplando mis manos ahora vacías, donde anteriormente se encontraba el chip.
—¿Pero qué...? Keren, recuerda que eres una niña de 3 años — me regañé en voz baja. — Toca confiar nomás.
Agarré el dron y lo acomodé en un lugar donde le permitiera volar mejor y me acomodé en la hamaca de nuevo.
—Activar cámara — dije con voz firme, calmé mi respiración y bloqueé todo tipo de pensamientos. — Esperemos que sea fácil de manejar.
Dije recordando que nunca en mi vida anterior pude manejar uno, el dron lo veía de lejos cuando tenía una misión, para hacerme pasar por civil, veía a niños jugando con entusiasmo, todo lo contrario a lo que sentía ahora.
Levanté el dron con facilidad, me tardé un buen tiempo para llegar al castillo de Mackenna y ahora el problema era encontrar la habitación donde se encontraba.
Estuve deambulando por el castillo hasta que me di cuenta de que me encontraba en uno de los tantos pasillos. Escuché una información peculiar de unos caballeros que no sabía cómo se llamaban.
—Me estoy empezando a cuestionar por qué acepté este trabajo — dijo uno de los caballeros que ni puta idea de cómo se llamaba.
—Porque nos pagan bien, imbécil — contestó el otro con un deje de obviedad.
—Sí, pero qué pereza, hombre. Me aburro pararme al lado de la puerta de sus majestades, como una maldita escultura toda tiesa.
—Y levantarse temprano porque tenemos que cambiar el turno con los otros.
—Al menos nosotros dormimos como es debido, no como los otros tarados.
—Pues sí, qué bonita la suerte que tengo.
"¡Mira! Ellos pueden insultar libremente y nosotras no, esto me parece demasiado injusto para esta pobre alma".
"Cállate conciencia, no metas más leña al fuego, que bastante enojada me encuentro con aquel Dios de la reencarnación que me jodió mi descanso eterno".
"¿En serio sigues enojada con eso? ¡Ya han pasado tres años! ¡Qué rencorosa eres!"
"Pues sí, sigo enfadada por eso, ¿vale? Siento una sensación de cansancio en mi alma que me mata literalmente todas las mañanas".
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La pequeña dama infernal.
FantasyEn las sombras de la agencia secreta en Londres, Dafne, una valiente joven de 28 años, se embarca en una peligrosa misión para enfrentar a la mafia italiana y capturar a su líder. Sin embargo, la traición de su envidiosa compañera la lleva a ser sec...