Un silencio sepulcral se apoderó del bosque, tanto fuera como dentro del carruaje. Un grito gutural de la caballería imperial, seguido por el choque de acero contra acero, dio inicio a la batalla.
Parpadeé, saliendo del shock que me había paralizado. Miré a todos rápidamente e intenté levantarme de mi asiento, pero unas cuerdas transparentes, sin duda obra de la magia, me impedían moverme.
—Tenemos que irnos, no podemos quedarnos en este carruaje. No tardarán en llegar hasta aquí —dije, mi voz cortando el silencio, tratando de sacarlos del trance en el que se encontraban.
Todos empezamos a forcejear con las cuerdas mágicas, pero era inútil. Por más intentos que hiciéramos, no lo lográbamos.
—Es inútil —dijo Kaizer, con furia contenida, golpeando con frustración la cuerda que lo aprisionaba.
—No podemos liberarnos de estas malditas cuerdas —el tono enojado y frustrado de Lucía desconcertó a más de uno en el carruaje.
Un sonido repentino, el crujido de madera y el grito ahogado de un hombre, llamó la atención de todos. Habían llegado. Estaban forcejeando con la puerta del carruaje. Apreté las cuerdas, sintiéndome inútil y una oleada de rabia me invadió.
Un golpe sonoro, junto con el sonido metálico de una espada cortando, nos hizo mirarnos. Sabíamos perfectamente que no habían cortado algo del carruaje, sino a alguien, y la vista no iba a ser bonita.
En un abrir y cerrar de ojos, la puerta del carruaje desapareció, arrancada de cuajo. Me encontraba al lado de esa puerta, y a pesar del miedo que sentía, miré a los niños dentro del carruaje y lamenté que tuvieran que pasar por esto, siendo todo mi culpa.
—Lo siento —susurré en voz baja, pero completamente audible para todos.
Segundos después, unos brazos me sujetaron de los hombros con brusquedad, prácticamente arrancándome del asiento. Su aura oscura y corrompida estaba presente. Era un caballero oscuro, su armadura negra como la noche, su presencia opresiva.
Pensé en sujetarme de algo para evitar que me llevaran, pero eso solo pondría en peligro a la segunda división, y desistí de la idea. Volteé para mirar a los ojos a mi captor, y la sorpresa en mis facciones fue visible al ver solo sus ojos.
Sus ojos eran todo lo que se permitían ver. La armadura pesada y la capucha negra cubrían todo su rostro. No eran los secuaces del Power Group.
«Eran sombras, maldita sea.»
—Sombras —susurré apenas mirándolo. Empecé a forcejear como si mi vida dependiera de ello.
Era literal. Tenía en mente manipular a los del Power Group. Sabían que solo me querían por mi "Don". Iba a ganar su confianza para después huir lo más rápido hacia el territorio de la PDLE.
La sombra me sujetó con más fuerza aún al ver mi forcejeo. No podían llevarme ellos. Ellos no me querían para algo, me querían muerta. El Power Group, al menos, me iba a mantener con vida. Las sombras iban a torturarme para sacarme información, y al no conseguirlo, me matarían sin remordimiento. Era una ficha fuera del juego.
Tenía miedo. Solté un grito tratando de llamar la atención de los caballeros imperiales, del Power Group o los magos, cualquier persona menos ellos. No podían llevarme, o sería mi final.
Seguí gritando y forcejeando con fuerza. La sombra tenía una postura que me mantenía inmovilizada, pero no me rendí. Liberé un brazo con mucho esfuerzo y rápidamente golpeé con mi codo su nariz. Soltó un aullido de dolor y por reflejo aflojó el agarre al quitar un brazo para llevárselo hacia su nariz.
Mis manos eran demasiado pequeñas para siquiera hacerle daño con un puñetazo. Era repulsivo, pero no veía otra opción. Con la mano liberada, en un rápido movimiento, le golpeé la garganta, ocasionando que empezara a toser buscando el aire que le quité por el golpe.
—No iré contigo a ningún lado —dije mientras forcejeaba con más violencia y brusquedad.
Esto ocasionó que por un descuido aflojara el agarre en una de mis piernas, y aproveché rápidamente el error, liberando mi pierna y golpeando con ella repetidas veces su pecho. No me importaba hacerme daño con su armadura. Sabía que a él le dolería más que a mí.
Una energía poderosa de maná, fría y cortante como el acero, llamó mi atención. Sin dejar de golpear, traté de buscar el producto de esa energía, y un jadeo de sorpresa salió por mi garganta.
La cabeza de la sombra fue separada de su cuerpo en un parpadeo, como si de una cámara lenta se tratara, con una fuerza invisible que arrancó con enojo la cabeza de la sombra, cayendo en golpe seco hacia el verde pasto que pronto se estaba tiñendo del color rojo.
El resto del cuerpo de la sombra cayó de rodillas al pasto. Sabiendo de antemano que caería al pasto conmigo debajo, cerré los ojos con fuerza preparándome mentalmente para el impacto del golpe que iba a recibir. Los abrí lentamente cuando no hubo ninguno.
—Te tengo, princesa Romanova —El mago principal me tenía en brazos y solo pude soltar un suspiro de alivio.
— ¿Cuál es el plan de escape? —pregunté tan rápido como estuve en suelo firme, mi voz urgente.
—Faltaban 15 minutos de viaje en carruaje, una hora a pie —Asentí con la cabeza entendiendo el plan—. Tú dirigirás el camino y haz que toda la segunda división se ponga estas prendas; les servirá para camuflarse en el bosque.
Me entregó una bolsa de tela grande, donde supuse que estaba la ropa. Pesaba, pero no tanto como una espada. La sujeté con fuerza, dispuesta a seguir las indicaciones, me di la vuelta para correr hacia el carruaje, una mano se puso en mi hombro.
Me tensé de pies a cabeza, pensando lo peor. Mi mente estaba trabajando deprisa buscando diferentes opciones para escapar de la sombra que estaba a punto de llevarme, hasta que me voltearon suavemente pero firme.
—Esto te guiará en el camino —Me dio un dispositivo redondo hecho de plata, parecía un antiguo reloj de mi anterior mundo—. Aprieta justo aquí y se prenderá —Tocó la tapa y esta se hundió; como si de un holograma se tratara, todo a mi alrededor se proyectó en miniatura y una flecha que parpadeaba constantemente apuntaba hacia un sitio, el lado sur.
— ¿Qué es esto? —dije con curiosidad, no pude evitar preguntar.
—Es un mapa mágico, el más actualizado. Sigue la flecha, te guiará en el camino. Suerte, princesa, todos confiamos en ti —Asentí rápidamente para esta vez ir corriendo a toda velocidad hacia el carruaje.
Una vez llegué, salté hacia la puerta y entré rápidamente. Todos los que se encontraban presentes se asustaron y su rostro cabizbajo se elevó rápidamente hacia donde me encontraba.
—Rápido, recibí la orden de huir —Empecé a abrir la bolsa y tirarles las prendas a cada uno para que se cambiaran rápidamente—. Tienen que usar su aura para liberarse de las cuerdas mágicas.
Todos los presentes asintieron recibiendo la orden. Casi al instante todos usaron su aura liberándose de la cuerda mágica, mirando confundidos las prendas que les tiraba a cada uno.
—El mago principal dijo que nos cambiáramos con estas prendas para así tener más facilidad al movernos y camuflarnos en el bosque. No es hora de protestas ni vergüenza, moriremos si nos quedamos más tiempo —Ninguno se movió de su lugar con clara duda que reflejaba en su rostro.
— ¿Enfrente de todos? Esto no es privado y es deshonroso —dijo Esther finalmente, su voz mostrando su incomodidad.
—Bien, si quieren morir lo harán, pero no bajo mi cargo, cámbiense antes de que las sombras lleguen hasta nosotros y nos atrapen —sin vergüenza alguna, me empecé a quitar el vestido y rápidamente las prendas.
Se trataba de una camisa simple y unos pantalones apretados, ambos de color verde como las hojas de los árboles y el pasto, botas que te llegaban hasta la pantorrilla y eran de un tono marrón, del mismo color de la tierra.
— ¿Saben qué nos harán si nos atrapan las sombras? Primero nos atarán como animales, nos golpearán y amordazarán prohibiéndonos el habla, nos encerrarán en celdas sucias y oxidadas, el olor ahí será insoportable; lo único que podrán oler será la putrefacción. Todos los días vendrán a golpearnos tratando de intimidarnos y lo lograrán. Nos darán una sola comida al día para al menos mantenernos vivos por ahora para sacarnos información. La comida será tan asquerosa como si de basura se tratara y el agua estará tan sucia que no dudo que nos enfermemos por contraer un virus. Después llegarán las torturas; empezarán por arrancarnos las uñas de las manos y los pies, después los dientes, para después cortarnos un dedo a la vez y enviarlos a nuestras familias como muestra de poder. Se cansarán de nuestros gritos de dolor y nos cortarán la lengua… —Hablaba mientras abotonaba mi blusa, hasta que una voz me detuvo.
—No sigas, por favor —La voz de Blair, entrecortada, me sacó del escenario que me estaba imaginando—. Me cambiaré, ya no quiero oír más de eso.
Asentí con la cabeza en silencio, mientras me abotonaba el último botón. Me senté en mi sitio y me empecé a poner las botas marrones. Una vez terminé de atarlas, todos se habían cambiado con la ropa y se encontraban mirando las botas como si de un enemigo se tratara.
— ¿Qué pasa? —dije con poca paciencia.
—No sabemos cómo atarnos los pasadores de las botas —dijo tímidamente Lucía.
Miré a Esther y Blair que no tenían problema con las botas, se encontraban atándolas; una vez terminaron miraron a los demás confundidas de por qué no se ataban los pasadores de las botas.
—Cielo y Pinky ayuden a atarles los pasadores de las botas, parece que aquí hay muchos niños mimados hasta más no poder que no saben atarse unos simples pasadores —dije con burla, mi tono ligeramente sarcástico.
Zyran, Kaizer, Christian y Lucía bajaron la cabeza apenados. El sonrojo en sus mejillas delataba su vergüenza. Las chicas asistieron rápidamente e hicieron lo ordenado sin rechistar. Rápidamente empecé a atarles los pasadores a Lucía y después a Christian.
— ¿Están todos listos? —Miré a la segunda división; cada uno asintió con la cabeza—. Bien, solo necesito que hagan una última cosa.
—Te escuchamos —dijo Zyran por todos, su voz mostrando su atención.
—Cuando salgamos necesito que todos me sigan, corremos y yo guiaré el camino hacia el portal para llegar a la PDLE. Será el camino de una hora a pie, pero si corremos será media hora. ¿Entendido? —Hablé mirándolos a todos con el dispositivo en la mano derecha, mi expresión seria y determinada.
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La pequeña dama infernal.
FantasyEn las sombras de Londres, Dafne, una agente secreta de 28 años, se enfrenta a la despiadada mafia italiana. Su misión: capturar al líder. Sin embargo, la traición de su compañera la sumerge en una condena: secuestro, tortura y una decisión desgarra...