Extra 2

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El joven albino observaba el lugar con desagrado. Odiaba las reuniones por múltiples razones, pero la principal era la abundancia de alfas. Las feromonas saturaban el ambiente, y algunos omegas presentes solo empeoraban su incomodidad. Se encontraba en una junta con los socios de su padre, los Zenin, una familia que le resultaba profundamente desagradable.

El salón era inmenso, y la mesa principal estaba rodeada de ancianos. Su padre y Naobito, el presidente de la empresa Zenin, intercambiaban sonrisas cargadas de hipocresía. Los omegas, relegados al papel de servidores, iban y venían con bebidas. Él no pudo evitar notar los moretones en la piel expuesta de algunos, mientras que otros escondían sus rostros bajo delicados trozos de tela que cubrían la mitad de sus caras.

Estuvo a punto de hacer algún comentario desagradable, algo que pusiera incómodos a todos los presentes. Sus padres, sin duda, se lo recriminarían después, pero decidió ahorrárselo esta vez. Se recargó en la silla, visiblemente aburrido, mientras escuchaba la charla de los mayores. Casi se quedaba dormido, de no ser por un aroma que de repente invadió sus fosas nasales.

Era el olor de un omega, de eso estaba seguro. No sabía cómo describirlo, pero no le desagradaba en absoluto. Tenía un toque fresco de menta mezclado con la dulzura de la sandía, una combinación extraña, pero sorprendentemente agradable.

Miró a su alrededor, buscando a la persona dueña de ese aroma, pero no había nadie que coincidiera con lo que esperaba. El olor comenzaba a desvanecerse, lo que le impacientaba. Quería más.

Tenía que saber a quién pertenecía ese aroma. Las pocas feromonas que captaba no le eran suficientes, y la curiosidad lo estaba consumiendo. Intentó levantarse discretamente, pero claro, eso no era posible en una sala llena de alfas y socios importantes.

—Satoru, ¿a dónde vas? La cena ya casi está lista, no puedes dejar a los anfitriones así —se escuchó la voz firme de su madre, quien lo observaba con una mirada que claramente le ordenaba sentarse.

Satoru rodó los ojos. No podía decir la verdadera razón por la que se levantó, tenía que sonar natural.

—Oh, no se preocupe, tal vez el joven Satoru solo quería ir al baño. Es una fiesta, después de todo —intervino Naobito, el líder de los Zenin, mirándolo con una mezcla de sospecha y diversión.

Satoru supo que esa era una buena excusa, pero también era demasiado obvia. Aún más para sus padres, que lo conocían bien.

—Este lugar apesta. Voy a tomar aire —respondió, tomando su saco de la silla sin más explicaciones.

Sus padres lo miraron con desaprobación, pero Naobito solo sonrió.

—Señoritas, controlen su olor, por favor. Están incomodando al joven —dijo en voz alta, dirigiéndose a las omegas, que temblaron al oír la orden del alfa. Todas asintieron, cabizbajas.

Los presentes sintieron el cambio en el aire. Algunos, incómodos, optaron por no involucrarse, mientras Satoru aprovechaba la distracción para salir de la habitación, con la esperanza de seguir aquel aroma que ahora se desvanecía.

 Algunos, incómodos, optaron por no involucrarse, mientras Satoru aprovechaba la distracción para salir de la habitación, con la esperanza de seguir aquel aroma que ahora se desvanecía

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Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora