[4: Poderoso]

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Naruto: La gente dice que hay que mantener a los amigos cerca y a los enemigos más cerca aún

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Naruto: La gente dice que hay que mantener a los amigos cerca y
a los enemigos más cerca aún. 
La gente no tiene 
ni idea.

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Dejando a un lado los ramalazos esporádicos de imbecilidad adolescente, dudo que ningún vampiro haya estado en territorio licántropo desde hace siglos.

Lo noté en las entrañas anoche, cuando el conductor cruzó el río y dejó atrás la región de los vampiros. Mientras el dichoso gato de Sakura se agitaba nervioso en el guacal, supe que me encontraba total y absolutamente sola. Estar entre humanos era como vivir en un país diferente, ¿pero esto? Esto es otra galaxia. Una muy muy lejana.

La casa adonde me llevaron está construida junto a un lago; tres de las fachadas se encuentran rodeadas de árboles espesos y nudosos y la última, de apacibles aguas. No tiene nada de cavernoso ni subterráneo, pese a las preferencias que me había imaginado que tendría una especie emparentada con el lobo, y, aun así, se me hace extraña, con sus cálidos materiales y enormes ventanales. 

Es como si los licántropos y el paisaje hubieran unido fuerzas para construir juntos algo precioso. Me choca un poco, sobre todo después de pasar las últimas seis semanas alternando entre el aséptico ambiente del territorio vampírico y el ajetreo de las zonas humanas. 

Me va a costar bastante evitar la luz del sol, así como acostumbrarme a la temperatura de la casa, más baja de lo que nos resulta cómodo a los vampiros. Aunque puedo lidiar con ello. Lo que me preocupaba en realidad era...

Durante mi tercer año como Garantía, me presentaron a una distinguida anciana en una cena diplomática. Llevaba un vestido de lentejuelas y, cuando levantó la mano para pellizcarme las mejillas, me fijé en que la pulsera de época que llevaba estaba hecha de unas perlas muy bonitas y muy peculiares.

Eran colmillos. Se los habían arrancado a vampiros muertos... o vivos, quizá. A saber.

No grité ni lloré ni me abalancé sobre aquella arpía. Me quedé paralizada, y fui incapaz de comportarme con normalidad durante el resto de la velada. No asimilé lo que había pasado hasta que llegué a casa y se lo conté a Sakura, que se puso furiosa y le hizo prometer al cuidador de guardia que nunca más volverían a obligarme a asistir a un evento similar.

Se pasaron la promesa por el arco del triunfo, desde luego. Tuve que asistir a muchísimas cenas más y me topé con un montón de gente que se comportó igual que aquella cerda ricachona. 

Porque las pulseras, los collares y los frasquitos de sangre no eran más que mensajes. Una forma de mostrar el descontento por una alianza que, aun habiéndose establecido hacía mucho, seguía levantando controversia en muchos sectores de la población.

Estaba convencida de que los licántropos me tenían reservado algo aún peor. No me habría extrañado nada ver a cinco de los míos empalados en el jardín, desangrándose lentamente hasta morir. Pero nada más lejos de la realidad. Lo único que me ha llamado la atención han sido un montón de sicomoros(se llama un árbol) y los saltarines latidos del corazón de mi nuevo colega, Denki.

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