[21: Lo Correcto]

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Ella le contó que los vampiros no sueñan, pero, a medida que se aproxima el atardecer, su reposo se torna irregular y agitado

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Ella le contó que los vampiros no sueñan, pero, a medida que se aproxima el atardecer, su reposo se torna irregular y agitado. Su contacto parece reconfortarla, lo que lo llena de orgullo y determinación.

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Sakura llegó a la residencia de la Garantía a finales de un enero suave y agradable, unos meses después de que yo me instalase, y alcanzó la mayoría de edad a finales de un marzo desagradablemente húmedo, dedicado a hacer números para calcular cuánto le durarían en el mundo real los fondos provisionales que la Agencia Humano vampírica le había asignado. 

La lluvia repiqueteaba de forma incesante contra los cristales de las ventanas. Hicimos las maletas, listas para emprender nuestra nueva vida, e intentamos decidir qué fragmentos de la última década llevarnos con nosotras. 

Rebuscamos entre los recuerdos y separamos aquellos que odiábamos de otros que también odiábamos pero de los que éramos incapaces de desprendernos.

Y ahí fue cuando él apareció: la nueva Garantía, un niño de ocho años al que los vampiros habían enviado para que se lo invistiera oficialmente. Llegó acompañado por el doctor Iroha y otros consejeros que recordaba haber conocido en distintas reuniones diplomáticas. Un océano de ojos perlas. 

Curiosamente, los padres del niño estaban ausentes.

Era la señal de que estábamos tardando demasiado en desalojar las instalaciones, pero no nos apresuramos. En lugar de eso, Sakura se quedó mirando fijamente al niño que deambulaba por los pasillos inmaculados en los que ella y yo nos habíamos raspado las rodillas, en los que habíamos discutido por las reglas del escondite, practicado coreografías que daban pena y despotricado por la crueldad gratuita de nuestros cuidadores. 

En los que nos habíamos preguntado, preocupadas, cómo seguiríamos en contacto tras salir de allí o si llegaríamos a encajar en algún lugar.

—¿Por qué son siempre niños pequeños? —me preguntó.

—La Garantía debe estar emparentada con alguien importante. —Me encogí de hombros—. Así se aseguran de que funciona como elemento disuasorio: se llevan al heredero de una familia influyente. A alguien a quien aprecia una persona con poder.

Ella resopló burlona.

—No conocen a tu padre.

—Golpe bajo —dije entre risas.

El niño me oyó y se acercó a nosotras como quien no quiere la cosa, sin dejar de mirarme la boca, como si sospechara que pertenecíamos a la misma especie. Cuando se situó a nuestra altura, Sakura se arrodilló frente a él.

—Si no quieres estar aquí —le dijo—, si prefieres venirte con nosotras, no tienes más que decírnoslo.

No creo que tuviera ningún plan, ni siquiera uno descabellado o cogido con pinzas. Y no sé cómo nos las habríamos apañado para rescatar —¿secuestrar?— al niño si nos hubiera pedido que lo sacáramos de allí. ¿Dónde lo habríamos metido? ¿Cómo lo habríamos protegido?

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