Capitulo 19: Capolavoro.

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—¿Dónde está la jefa? —Preguntó Paul a Vera con urgencia en cuanto salió de la oficina de la directora.

No la había encontrado allí y comenzó a preocuparse. Ella se encontraba mayormente en su oficina, pero cuando entró estaba vacía y con varios papeles en el suelo, lo que aumentó su ansiedad.

—La vi correr hacia los baños —Respondió Vera despreocupada, pero al notar la mirada del pelinegro se alarmó—. ¿Sucedió algo?

—Emm, no… —Fue lo único que dijo antes de alejarse y gritarle un “¡Muchas gracias!” a la rubia.

Corrió hacia los baños con su mente enfocada únicamente en la directora. Con cada paso que daba se acercaba más al lugar y eso solo amplificando su preocupación. Al cruzar la puerta del baño, Paul encontró a Dominique, la mujer de aquellos hermosos ojos dorados, inclinada sobre el lavabo.

Pero lo que lo dejó estático fue ver la barbilla de la morena manchada de sangre.

Dominique miró a Paul a través del reflejo del espejo, desviando rápidamente la mirada mientras continuaba limpiando su boca y manos. Luego de unos segundos, se enderezó, completamente limpia.

—Son efectos secundarios —Dijo, mirando fijamente al lavabo, evitando los ojos del pelinegro—. Cuando no sucede al inicio, sucede al final.

—¿Cómo lo sabes? —Preguntó Paul, confundido. Luego recordó por lo que ella había pasado y deseó que la tierra se lo tragara—. Lo siento…

—Está bien —Respondió Dominique, llevándose una mano al cabello y acomodándolo hacia atrás.

Se giró para mirar al jefe adjunto con una mirada que mostraba demasiado estrés. Sus ojos dorados que últimamente habían estado llenos de alegría, ahora reflejaban un cansancio que Paul rara vez había visto.

—Yo me encargaré de revisar quién volvió a hacerte esto —Dijo Paul, dando varios pasos hacia adelante y rodeando con sus brazos a la morena.

—Lo sé, confío en ti—Se alejó del abrazo y esbozó una sonrisa débil—. Gracias por estar aquí.

Paul asintió, sintiendo una mezcla de admiración y tristeza por las cosas que Dominique ha tenido que pasar y que sigue pasando.

Sabía que su fortaleza era su mayor virtud pero también era su mayor carga.

Descubrieron a tres policías que los habían ayudado en un operativo para una fiesta en la playa, que al regresar habían dejado la puerta abierta del helipuerto, permitiendo que un hombre encapuchado entrara por ahí y llegara a la oficina de la directora. La seguridad había sido comprometida nuevamente de una manera tan estúpida que el jefe adjunto no podía creer lo que veía.

Para sorpresa de los agentes, Dominique no mostró ninguna reacción visible. Con una calma inquietante, simplemente pidió un furgón y ordenó que unos agentes llevaran a los tres policías a la federal.

No hubo gritos ni reprimendas hacia los culpables, solo una explicación fría y precisa de que iban a ser llevados a prisión.

Y así se hizo, Dominique hizo una llamada y los tres agentes, con las manos esposadas, subieron al furgón negro.

Les colocaron sacos en la cabeza y el motor rugió al ponerse en marcha, pero pronto se dieron cuenta de que la ruta estaba siendo muy larga para ir hacia la cárcel federal. La ruta era desconocida y cada kilómetro que avanzaban aumentaba su pánico.

Intentaron hablar con los agentes que los escoltaban, pero estos no habían respondido. Los policías comenzaron a alertarse cuando les colocaron cintas en la boca para que se callarán. La inquietud ahora era más notable, y el silencio solo era roto por el sonido del motor y el crujido de la grava bajo las ruedas.

Eyes For You (Domisker) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora