Capitulo 23: Alejarse no es la respuesta.

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La gente a menudo dice que después de tiempos turbulentos, comienzan a suceder hermosas cosas. Conceptos poéticos y caprichosos como las puestas de sol y los variados colores de las delicadas flores.

Hablan de la calma después de la tormenta, de la luz al final del túnel, de la esperanza que renace en medio del caos.

Dominique podía decirle a las personas que pensaban aquello que todo eso era una completa mentira.

Para ella, esas palabras eran solo ilusiones vacías, cuentos de hadas que la gente se contaba para sentirse mejor.

Gente estúpida que creía que todo podía salir bien, que después de la oscuridad siempre vendría la luz.

Pero la Directora sabía la verdad.

Sabía que las puestas de sol eran prácticamente las mismas todos los días, una repetición monótona de colores que se desvanecían en la noche. El color de las flores se perdía porque morían en algún momento, todas se marchitaban de manera horrible, dejando solo un rastro de lo que alguna vez fueron.

Cómo las personas.

Las personas también se marchitaban, se desvanecían en la oscuridad de sus propios miedos y dolores. Cuando los tiempos eran malos, eran realmente malos, y no había promesas de un mañana mejor que pudieran cambiar eso. Hasta no acabar con la raíz del problema, aún seguiría siendo malo.

Dominique lo sabía mejor que nadie. Había visto la oscuridad en los ojos de las personas, hasta en sus propios ojos, había sentido el peso de los pecados y errores que ha cometido.

Sabía que no había redención fácil, no habían plantas que pudieran florecer en medio de la desolación sin arrancar todo lo que estaba podrido.

El ver cómo la trataban con una delicadeza extrema, como si de cristal se tratase, la tenía de mal humor. No era porque le molestara directamente, sino porque sentía que no se lo merecía.

Durante años, había cargado con la sensación de que no merecía que nadie la quisiera, ni siquiera que la admirara. Esa autopercepción la había acompañado desde que Théodore había fallecido, además de que era alimentada por las personas de su pasado.

El hecho de que se preocuparan por ella en estos momentos la agobiaba sobremanera. Cada gesto de amabilidad, cada palabra de aliento, solo servía para recordarle lo vulnerable que se sentía.

Ver cómo Paul le sonreía, la miraba con esos ojos lunas llenos de ternura y le hablaba con una calidez que ella creía no merecer, solo hacía que su corazón se apretara dolorosamente. Era como si con cada sonrisa que el jefe adjunto le regalaba la hiciera recordar todo lo malo que ha hecho a lo largo de su vida, diciéndole que no merecía ese trato.

Paul había logrado algo que nadie más había conseguido en largos años: traspasar la gran coraza de hierro que la Directora había construido alrededor de su corazón. Esa coraza, forjada a base de dolor, pérdida  y desconfianza, había sido su protección durante tanto tiempo que ahora, al sentirla resquebrajarse, se sentía totalmente expuesta y vulnerable.

No podía ni siquiera mirar los brazos del jefe adjunto, porque sabía que debajo de esas vendas habían heridas causadas por su culpa. Cada vez que sus ojos se posaban en esas vendas, un peso la aplastaba aparecía en su pecho.

Así que sí, las cosas estaban mal. Extraordinariamente mal.

La morena ya estaba aceptando que su estabilidad emocional y mental no eran las mejores.

Había comenzado una lucha constante contra sus propios demonios, una batalla que parecía perder más a menudo de lo que ganaba.

Se estaba derrumbando.

Eyes For You (Domisker) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora