Capitulo 25: Sentir esta bien.

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En cuanto se hizo de noche y terminó su jornada le pidió a Paul que la llevara a su departamento. La desesperación por estar sola y escapar de las miradas acusatorias o comprensivas de los agentes la consumía desde que Aleksander fue asesinado. Cada mirada parecía un juicio silencioso, un recordatorio constante de la pérdida y del caos que ahora reinaba en su interior.

Quería con todas sus fuerzas abandonar ese lugar, refugiarse en la soledad de su hogar y desahogarse hasta sentirse, al menos, un poco normal.

El trayecto en el coche fue un silencio. Paul, consciente del dolor de Dominique, no dijo una palabra, respetando su necesidad de espacio. Al llegar, el pelinegro la ayudó a salir del coche y la acompañó hasta la puerta de su departamento. Dominique apenas podía sostenerse, pero se obligó a mantener la compostura hasta que estuviera sola.

En cuanto Paul cruzó la puerta y la cerró detrás de él, las piernas de Dominique se derrumbaron. La fuerza que había mantenido hasta ese momento la abandonó de golpe, y se deslizó lentamente hasta el suelo, apoyando su espalda contra la puerta.

Las lágrimas, contenidas durante tanto tiempo, comenzaron a fluir libremente.

Tueur, se acercó en cuanto vio a Dominique deslizarse contra la puerta. El perro se sentó a su lado sin comprender que sucedía. Dominique no tenía fuerzas ni siquiera para levantarse e ir a su habitación. Llevó una de sus manos temblorosas hacia su rostro y apoyó su cabeza contra la puerta.

Suplicaba porque el dolor en su pecho menguara, cada latido era una punzada que la hacía estremecer.

Wesker la miró, su coraza estaba fracturada y sus pequeños temblores lo entristecieron profundamente. Se agachó a su lado, con ternura en sus ojos, y con cautela estudió cada sollozo que se escapaba de los labios de la morena.

Cada lágrima que caía era un recordatorio de lo fragil que podía llegar a ser, algo que ella misma solía olvidar.

El jefe adjunto reunió cada fragmento de firmeza que tenía e hizo a un lado la mano que cubría los ojos de la Directora, para así poder mirar su rostro. La torturada expresión de la mujer lo afectó de sobremanera, como si cada línea de dolor en su cara estuviera grabada en su propio corazón.

—Dominique… —Murmuró vacilante, pero ella ni siquiera se inmutó.

Parecía perdida en un abismo de sufrimiento del que no podía escapar.

Extendió su mano hacia la mejilla de la morena y la acarició con una suavidad. Intentando ofrecerle un ancla en medio de su tormenta interna, pero aún así, nada. Ella permanecía inmóvil, atrapada en su propio dolor.

Exhaló profundamente al ver que la mujer no estaba ahí con él, al menos no en espíritu. Sus dedos comenzaron a frotar la mejilla de la Directora en suaves círculos.

—Amor —Suspiró con tristeza, su voz estaba quebrándose—, dime qué es lo que quieres que haga. Estoy aquí, contigo, dispuesto a hacer lo que sea necesario para aliviar tu sufrimiento. Solo dime cómo puedo ayudarte.

Dominique parpadeó lentamente y en su mirada le hizo saber que ella lo había escuchado, la morena se volteó a verlo y poco a poco comenzo a calmar su respiración.

—Mi...mi habitación —Dijo ella apenas audible.

—Claro —Murmuró asintiendo.

Wesker tomó gentilmente los brazos de la morena y los paso alrededor de sus hombros, antes de poner una mano contra su espalda y la otra bajo sus rodillas. La elevó con facilidad para llevarla hacia su habitación.

La dejo con suavidad sobre su cama y se sentó en el borde a un lado junto a ella, pero ella simplemente se dio la vuelta dándole la espalda.

El perro se trepó en la cama y se metió debajo del brazo de la morena. Los ojos grises de Paul siguieron la mano de la mujer, que acariciaba con lentitud y ternura el suave pelaje de Tueur. Cada caricia parecía un intento de calmar no solo al perro, sino también a sí misma.

Eyes For You (Domisker) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora