El moreno lo vio entre confundido y disgustado por su respuesta, ¿Acaso había esperado que sacara un escudo y una espada para ir a defender al castaño?
—Aunque no sea muy partícipe del léxico de Segundo, debo coincidir con él. No hay nada que se pueda hacer, Ryan —mierda, el cielo se iba a caer—. Javier es una persona adulta y no podemos imponer lo que consideremos mejor para él, si él en sí no se siente cómodo, o bajo su criterio, lo que está haciendo es la mejor opción.
Una forma demasiado sofisticada de decir para dejar a alguien en paz, él iba a añadir algo más a la hora del chisme, pero su teléfono sonó con un mensaje de su hermano. Un dulce recordatorio de que ya se estaba tardando demasiado. El moreno aún seguía poco complacido con la respuestas de ambos con respecto al tema, así que de forma muy sutil le dijo:
—Ryan, el dinero —eso pareció ser suficiente para que soltara el tema de la vida romántica de Javier.
—Cierto, dame un momento para irlo a buscar —y con esas se fue, dejándolo a solas con Angello. Él no iba a hablar y el hombre de las ratas tampoco parecía tener tema de conversación.
Mejor así. Él siguió comiendo piña en silencio y cuando se terminó lo que quedaba en el bol, finalmente se dignó a preguntarle a su único acompañante algo que estaba rondando el fondo de su mente desde que había llegado.
—¿Por qué tanta piña?
—A Ryan no le gusta el sabor del semen, así que estamos probando alternativas para mejorarlo —ah, tan suave cómo una lija sobre una herida abierta. Respiró profundo, mirando al techo.
—Claro, claro —concedió después de procesar eso, la vida sexual de esos dos no era algo en lo que quería pensar—. Debo meterme en la cabeza que no todas las preguntas tendrán respuestas bonitas.
—Ciertamente.
Y cómo ángel enviado desde el mismísimo cielo, llegó Ryan con el dinero en un maletín, uno rosado para llamar aún más la atención. Y al parecer, el haber ido a buscar el dinero fue suficiente para que se le olvidara el tema del castaño y estuviera hablando de otra cosa, más exactamente de cómo había visto unas correas y collares super adorables.
Considerando la situación, era mejor tan solo sonreír y hacerse el loco, porque cómo preguntara sobre qué tipo de correas estaba hablando el muchacho, y éste le respondiera que eran correas para Angello, no volvía a poner un pie en esa casa.
Así que, se despidió con buenos aires, cómo si ninguna conversación incómoda hubiera pasado. Le tomó una foto al maletín y se lo envió a su hermano, a lo que éste reaccionó con un pulgar arriba... Que carismático el sujeto. Hizo el resto del mandado, regresando con el dinero y, cómo no estaba cansado, le preguntó a su hermano si podía dar un par de vueltas con la camioneta por la ciudad; para verla un poco más.
Ante todo pronóstico, el hombre accedió, tan solo diciendo que él tenía que reponer la gasolina gastada. Le parecía un trato justo, y con esas; se regresó todo emocionado al estacionamiento a buscar aquella belleza y manejarla una vez más, al encenderla nuevamente, se sintió cómo ese niño mimado al que le compran lo que quiere porque hizo bien sus deberes.
Revisó el medidor de gasolina; estaba por encima de la mitad. Bastaría para recorrer parte de la ciudad y enterarse de cómo era ésta más allá de los límites del casino y su apartamento. Y sin alejarse demasiado del nido, que esa fue otra de las advertencias de Sergey; por eso le había enviado con tanto cariño un mapa dibujado principalmente en azul que resaltaba cuán extenso era el terreno de los Ivanov.
No sabía porque se sorprendió al ver que gobernaban más de un estado del país, pero el territorio de Sergey se limitaba a un ¾ partes del estado en el que se encontraban... Era demasiado terreno para un solo hombre, ¿Cómo mierda mantenía todo a flote? Sabía de sus informantes y otros matones, pero carajo; debía sentirse cómo un dolor de huevos crónico el tener una ciudad en la que no podía hacer casi nada entre todo ese montón, porque sí, la desgraciada se encontraba en medio de toda el área azul, resaltando en un doloroso color gris que significaba terreno enemigo.
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222
RomanceCualquiera con sentido común sabe que las acciones tienen consecuencias, pero ¿Quién puede medir qué tan graves serán dichas consecuencias? Después de haber hecho cosas horribles, Segundo se encuentra en lo más bajo de su vida, y ahora debe volverse...