XXXIX

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Finalmente llegó a su apartamento, con cansancio sacó las llaves para abrir su puerta y perderse en unas cuantas horas de sueño, pero es que claro, algo más tenía que pasar.

—Sigues con vida —tenía que aparecer el rubio confundido, o ese encuentro podía terminar mal, o podía terminar regular. No tenía muchas expectativas.

—Buenas noches para ti también —respondió, sin girarse, abriendo la puerta y tirando el bolso dentro para luego encarar al muchacho.

—Por Dios, ¿Qué te pasó? —el muchacho se acercó y le agarró el rostro con el tacto de una madre que odia a su hijo, él hizo una mueca por el dolor, pues sí, en el proceso alguien le dejó un buen ojo morado, 101 concluyó que no había nada roto, pero carajo, cómo dolía.

—Chacho, tené más cuida'o —le regañó, apartando la cara, Ryan al menos tenía la prudencia de no tocar lo que se veía mal.

—Perdón, perdón —intentó enmendar Matthew—; pero en serio, ¿Qué fue lo que te pasó?

—Me reubicaron, fue a un bar de mala muerte, las peleas eran cosa de todas las noches—si colaba o no esa mentira, no le importaba, lo que quería era dormir—. Aunque ya estoy de regreso dónde siempre... Y mira, esta preocupación tuya, ¿De dónde viene?, ¿Me extrañaste? —quiso tantear.

—Siempre es necesario un poco de mal en la vida para recordar lo bueno—puta respuesta de mierda, aunque el rostro colorado la hacía un poco más pasable—. Pero objetivamente hablando, sí. Te eché de menos —hablaba cruzado de brazos y con una notoria vergüenza en el rostro, aunque cómo cosa rara le seguía viendo.

—Pues mira, yo también —confesó, sí que extrañó ese lado de su vida... El relativamente normal, y Matthew era parte de éste.

—Que lindo, en serio —se burló el carajito ese, aunque su sonrisa le temblaba, ¿Qué coño tenía ahora? —. Para la próxima, siquiera responde los mensajes, ¿Quieres?

¿En qué puto momento me metí yo en una relación con este? Se cuestionó casi en seguida. En medio de los tiroteos no iba a estar revisando su teléfono, además que en un punto se quedó sin batería, y recibió una apuñalada por él.

Le daban ganas de mostrárselo al rubio, para que se quedara quieto, pero seguía intrigado del porque de la nada Matthew quería su atención.

—Mi teléfono pasó a mejor vida, y en donde estaba, no era cómo si pudiera ir y comprarme uno nuevo —susurró, y antes de que el muchachito le cuestionara algo más, le preguntó—: ¿Tanta falta te hice? Prometo que la próxima vez que me desaparezca, responderé tus mensajes.

—No es que me hicieras tanta falta —farfulló el otro, al fin mirando hacia otro lado, muerto de la vergüenza—. Siempre andas malinterpretando lo que digo —respiró profundo antes de continuar—. Es sólo que, pensé que tú también me habías abandonado —confesó, volviendo a mirarle—; primero fue mi madre, luego mi padre, después algunos de mis amigos ¿Y qué ahora tú también me abandonaras? No fue un sentimiento grato.

—Ah ya —ante su increíble respuesta, Matthew lo miró con ganas de querer matarlo, por lo que se dispuso a irse hecho una fiera, él le detuvo por un brazo—¡Hey, hey, aguanta! No quise sonar tan apático cuando decirme eso te tuvo que haber costado un montón —intentó consolar, el rubio tan solo le miraba con ojos vidriosos y la cara roja, además que bueno, mostrándole la peor cara de culo que le dio jamás—. Mira, yo no te voy a abandonar, ¿Está bien? No tengo razones para hacerlo.

Aparte de la sutil advertencia de su hermano, claro.

Matthew lo miró en silencio, relajando de a poco su careto.

222Donde viven las historias. Descúbrelo ahora