Capitulo 04.

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14 de Enero 2016
Narra Bianca.

Llegue a la casa de mis papás y, como siempre, me recibieron como una reina, esto de ser hija única, al final, tiene sus ventajas.

—¿Como estuvo la noche, piqui? —pregunto mi papá, mi papá me decía Piqui.

La imagen de Guido apareció en mi cabeza y negué haciendo mis comisuras hacia abajo.

—Meh... he tenido más tormentosas. Estuvo regia, tranquila. Fue gente nueva.

—¿Algún chico? ¿Eh? —insistía mamá.

—Mami... no empecemos, por favor.

—Perdón, mi amor. Voy a ver el cheescake. —beso mi sien y se fue para la cocina.

—No seas tan dura con ella, Pi.

—Si, tenes razón, pero me cansa a veces el asunto del novio y todo eso. —trague lo que tenía en la boca y suspire.— ¿como van las sesiones? No le quiero preguntar a ella, lo que menos quiero hacer es preocuparla demás o hacer que se acuerde de todo eso.

—Bueno... el riesgo bajo considerablemente, pero no deja de ser un nivel tres...

Suspire y tome un poco de agua buscando calmar el nudo en mi garganta. Saber que estoy perdiendo a mi mamá y no poder hacer nada al respecto solo lo más inútil del mundo que es "esperar" me saca de quicio. Más que nada porque ya sabía el desenlace. Mire al techo.

—A veces si me siento culpable, ¿sabes, pa? Yo siento el deseo que tiene de ser abuela y al ser hija única me pesa demasiado el asunto, no crean que no... pero no puedo. No encuentro al indicado y tampoco tengo ganas. Yo... perdón. —mi papá se acercó y me abrazo por los hombros.

—Ya se que te sentis presionada, intenta que eso no afecte tu vida diaria, hija. Vivila como más quieras, lo único que deseamos con mami es verte feliz ¿si? —y beso mi coronilla brindándome algo de tranquilidad.

La tarde la pasamos charlando a gusto. Jugamos a chinchón, un juego que le encantaba a mi mamá y nos moríamos de risa de mi papá que siempre tenía cartas demás. Los amo, me gustaría guardar todas sus risas en una grabadora para jamás olvidarme de esto. La melancolía me golpea fuerte cuando estoy volviendo y me es inevitable soltar lágrimas cuando en mi spotify se reproduce en aleatorio "La Última Prosa" de Lisandro Aristimuño. Sollozaba por lo bajo, sabía que inconscientemente, o un poco consciente, me estaba despidiendo de eso. Estaciones totalmente ida del momento, cerré el auto y cruce con cuidado mientras buscaba en mi bolso las llaves cuando me choque con alguien.

—¿Bianca? —preguntó sonriendo cínicamente.

—Eeeh... no. —no le seguí ese "encuentro casual". Siempre había lo mismo.— Andate o grito. —seguí buscando la llave.

—Dale, hermosa, perdón...

—¿Perdón? ¿Vos estás mal del motor? O no hace combustión, no hay sinapsis en esas neuronas, falla la comunicación, evidentemente. Perdón, los ovario, Gabriel. Si mal no recuerdo fuiste vos quien me dijo: yo no pienso andar con una atorranta que labura como gato exclusivo en una barra. Buscando, no se, que no acepte la oferta de trabajo. Ahora ándate de la puerta del edificio o llamo a Raúl. —Raúl, el encargado del edificio, siempre me recibía con amor y me cuidaba como un papá.

—No, para, perdón, ya se lo que dije. Lo dije enojado, amor, perdóname. Por favor. No tengo donde pasar la noche, mi vieja me echo.

—Bueno, problema tuyo, papito, lo hubieras pensado antes de mandarte cagadas con tu mamá que es un amor. Admiro su paciencia. —y me agarro de la muñeca fuerte.— Gabriel... —dije en tono amenazante y sentí como apretó más su muñeca empezando a forcejear los dos. Grite el nombre de mi encargado y enseguida metió la mano en mi cartera sacando la billetera y yéndose con ella corriendo. Que hijo de puta.— ¡Aaaaah, que hijo de puta que sos! —le grite cuando vi que tiró mis documentos en la esquina y desaparecía de mi vista.

Memorias | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora