13 de enero 2016
Narra Guido.—¿Pero estás seguro que pasamos?
—Seeh ¿Con quien pensas que estás hablando, chiquito?
Puse los ojos en blanco. Que imbancable era Patricio a veces. Después de insistirme en ir a un boliche nuevo al que nunca había ido y él si, y me juraba y recontra juraba que era el mejor al que había ido y que se yo; termine diciendo que si por cansancio. Aparte no pensaba ir de nuevo a "Lennon" no quería cruzarme más a la densa de Sofia. Esta bien, había mucha química sexual y me servía para eso, pero ya flashaba relación, mi error estuvo en darle mi número y después invitarla a algunos after, me hacía cargo, pero ya iba a ir cortando víveres porque me tenía cansado pidiendo explicaciones que no tenía por qué darle.
Llegamos al lugar y la verdad que no estaba mal. Sebastián se llamaba el dueño y nos recibió con los brazos abiertos. Faltaba que nos chupe la pija nomas y estábamos completos. Nos hizo pasar al ultra vip. Un tercer piso en forma de pasillo que rodeaba la pista y que desde arriba dejaba ver a la gente de abajo bailar. Me senté en el sillón blanco que había ahí, me gustaba la decoración que tenía. Todo muy budista, había una fuente con luces rojas en una de las paredes de abajo con un Buda sentado en el medio, un elefante en la punta de la barra, quería creer que era bastante pesado como para que ningún borracho lo haya tirado. Imagínense el embole que me estaba comiendo que me puse a ver esas cosas. Era recién las dos y media y en dos días teníamos que ir al estudio. Ya me estresaba de pensarlo.—Toma. Anda a buscar unas birras a ver si así me cambias un poco la carucha. —Pato me dio dos consumiciones y me palmeó el hombro para irse a seguir haciendo sociales.
Me levante con muy pocas ganas y me fui a la barra donde había tres chicas atendiendo. Una estaba ocupada cortando unas cosas y acomodando todo en recipientes así que no la quise molestar. Me acerqué a la rubia. Era linda, muy linda, alta, ojos claros y labios finitos pero sonrisa grande.
—Hola, ¿a vos te doy esto? —dije mostrando los papeles en la mano y ella asintió.
—Si, mi compañera te las da. —dijo agarrándolos con una sonrisa y dándoselos a la chica de la caja para seguir charlando.
Me las podría haber dado ella tranquilamente, la puta madre. No tuve opción y fui directo a la morocha que estaba ocupada todavía. No se le veía mucho la cara pero si las pestañas y eran extremadamente largas y negras. Muy lindas.
—Buenas, ¿me pasas dos corona, por favor? —le pregunté, saliendo de la nada misma y pude ver como se cortaba y gritaba. Me salió sonreír divertido hasta que noté que era limon y eso, eso arde una banda.— uy, perdóname. Que boludo. —realmente me sentía un boludo. Tenía el ceño fruncido y se agarraba el dedo. Sacudió la mano, se chupó lo chupó y se sopló un poco para después mirarme despreocupada.
—No, no, tranquilo. Gajes del oficio, nene. —Me respondió con una sonrisa que casi me tumba. Dios mío. Que ojos más grandes que tenía, hermosos, la sonrisa develaban unos hoyuelos en sus mejillas que la hacían parecer tierna, pero si la mirabas por completo no era nada tierna, era terrible mujeron y cuando se dio vuelta no pude no mirarla demás. Hombros chiquitos, espalda armoniosa, una cintura que no sabría decir si era chica o tenía las caderas tan grandes como el culo y eso daba la impresión de que la tenia muy chiquita, y cuando se dio vuelta pude apreciar bastante bien y muy poco disimulado el escote que tenía. Unas tetas hermosas donde mis manos podían llenarse fácilmente.— ¿son con consumición? — Me pregunto sacándome de mis pensamientos lascivos y por primera vez en la noche me miro y quedo algo impactada, o eso pude notar. No era la primera vez que me pasaba, la verdad muchas minas se quedaban algo mudas cuando me tenían de frente y solo puedo atribuirlo a que soy algo ¿lindo? No se. Nunca supieron explicarme el porqué pero, la verdad, no me molestaba para nada. Salvo que tengan mis birras en la mano y no me las den como ella.
ESTÁS LEYENDO
Memorias | Guido Sardelli
FanfictionBianca tenía un secreto, un secreto de seis años. Y por más que buscaba consuelo su memoria llegaba a atormentarla cada año nuevo en donde ese secreto cumplía años.