Capítulo 23.

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No suelo hacer esto pero en este capítulo hay escenas fuertes tales como violencia física, abuso y violencia verbal. Lean con responsabilidad y recuerden que esto es ficción.


20 de Enero 2025
Narra Bianca.

No se donde estaba, no podía identificar la ubicación porque en cuanto nos metimos al auto me golpeo el la cabeza y me vendo los ojos, las manos y las muñecas. Estaba mareada, lo único que podía saber era que estaba en un colchón y nada más porque seguía vendada en los ojos. Escuché la puerta abrirse.

—Hola, divina. ¿Como la estás pasando? —me arranco la venda de un tirón haciendo que me caiga para atrás golpeándome la cabeza contra la pared.— Uh, disculpa, fue sin querer. —me dijo para después reírse burlón.

—¿Qué... que queres, Gabriel?

—Guita quiero. Y se que tu novio me la va a dar, así de simple. Así que si colaboras no te voy a hacer boleta, así que ahora vas a hacer un llamadito, yo llego a sospechar que los milicos están metidos acá y te hago re cagar. —se acercó tirándome del pelo con fuerza y arrastrándome hasta una especie de living que había improvisado. Era un galpón, o una especie de casa abandonada.— Eh, ch ch nada de andar mirando si no queres que te vende otra vez o te desmayé de una piña ¿me escuchaste, pelotuda? —dijo atrayéndome mientras me agarraba de las mejillas con fuerza y me tiraba contra el sillón.— Ahora llama.

Me tiro mi teléfono en la cara golpeándome la boca, sentí un leve ardor y sabía que me había lastimado. Lo agarre entre mis manos temblorosas.

—Dale, dale, no tengo todo el día. Llama al pajero ese y pedile un palo verde.

Asentí rápidamente y marqué el número de Guido. Moví mi pierna con ansiedad, el corazón me latía con una fuerza inimaginable, no se como había hecho para no volver a desmayarme. Solo podía pensar en mi hijo.

Sonó cuatro veces y atendió.

—Bianca... Bianca ¿dónde estas? ¿Qué pasó? ¿Estás bien? —gritó del otro lado y yo cerré los ojos con fuerza.

—Estoy bien... estoy bien por ahora. Guido... —trague con fuerza mirando a Gabriel que me repetía la palabra "policía" y negaba con la cabeza.— No llamen a la policía, es lo único que les pido... por favor no llamen a la policía... quiere plata, quiere un millón de dólares cash —mire de nuevo a Gabriel y levantó su mano con dos dedos levantados.— Nos da dos días... te amo, Guido, decile a Gio que lo amo mucho, por favor... —grite mientras Gabriel forcejeaba conmigo para sacarme el celular.

—Dame eso, hija de mil puta. Corta, ¡DALE, CORTA!


Narra Guido.

Por qué. No estaba entendiendo porque tanta mierda junta. Tan malo había sido en mi vida pasada y en esta, por lo visto y lo vivido. La llamada terminó y parecía que, con ella, se había ido mi último aliento.

—Pudimos ubicar la llamada. Está a las afueras del gran Buenos Aires, zona rural. —dijo uno de los policías que estaba con nosotros y yo lo mire.

—Si el tipo llega a saber que ustedes están con nosotros la va a matar... ¿como piensan hacer? —cuestione con mucha frivolidad, estaba incrédulo ante todo esto, me parecía estar en alguna especie de película o broma de mal gusto.

—Nuestra prioridad es que ella vuelva sana y salva, o viva dentro de todo. —me dijo convencido y yo seguía dudando.

—Es Gabriel. —habló Pablo y me giré a verlo totalmente descolocado. ¿Gabriel? ¿Volvió?— Le reconocí la voz enseguida, ¿sabes cuantas veces lo escuché decirle de todo a Bianca en persona y en audios? Pan de cada día era. No se cuando habrá vuelto pero seguro se anda escapando de todo el mundo porque le debe a Dios y a María santísima. Lo único que les puedo asegurar es que: uno, está quemadosimo por la droga y no vale ni dos pesos; dos, que es capaz de cualquier cosa; tres, realmente la vida de Bianca está en peligro porque está obsesionado con ella. Así que hay que hacer las cosas bien, por favor, se los ruego.

Otra vez la respiración se me cortaba y el pecho se me cerraba. Un ataque de pánico era una cagada en comparación a lo que me estaba pasando. Sinceramente si me daba un infarto mucho no me importaba seguro así se terminarían varios problemas.
Martin y Pablo ayudaron a que me siente. Mis hermanos corrieron a buscarme algo dulce, creo que se me fue la presión al carajo, no corría ni oxígeno ni sangre por mi cuerpo. Virginia empezó a ventilarme.

—Tranquilo... es muy difícil, este momento, lo sé, pero por Gio tenes que mantenerte firme y ayudar a que Bianca vuelva. Es momento de ser fuertes, Guido. No le demos el gusto a este forro y a la otra mugrienta que seguro tiene que ver en esto. —ahí me hizo click la cabeza y al parecer, como siempre, fui el último en unir ese hilo conductor entre Luz y Gabriel. Ahora entendía su amenaza.

Apreté mis puños, dejando mis nudillos en blanco, realmente me nació un instinto asesino desde adentro. Los quería matar a los dos por joder a mi familia. Quería que sufran terriblemente. Quería verlos suplicar por sus vidas. Por lo general todo me chupa un huevo pero esto... esto es otra cosa, esto era meterse a propósito con la gente que más amo en mi vida, además de mis hermanos y mis viejos, esto era tocarme mucho los huevos.

—¿Qué vamos a hacer? —le pregunté al policía parándome como si toda la vitalidad hubiera renacido en mi nuevamente.


Narra Bianca.

Tenía la boca llena de sangre. A pesar de mi insistencia en arreglar todo por las buenas al parecer había colmado la paciencia de quien manejaba mi libertad en estos momentos ganándome varias palizas. Golpeó la boca de mi estómago, mi rostro y tironero de mi pelo en repetidas ocasiones en lo que van de este día y medio. No había dormido, no había comido ya hacía dos días y medio puesto a que el día que me secuestro no había probado bocado alguno, salvo por unos mates; había perdido bastante sangre, pero yo seguía ahí, firme. Tenía que seguir por mi hijo, por Guido y por sobre todas las cosas: por mi. No iba a dejar que esta basura me vuelva a joder la vida. Ya me había cagado a piñas antes, ya me había robado, me había violado y abusado... ya era suficiente. Solo esperaba que termine todo esto de una buena vez. Era lo único que podía hacer: esperar. Si no quería dejar a mi hijo sin madre.

Gabriel volvió a entrar a mi habitación improvisada con unas intenciones que no supe leer bien porque mi vista estaba borrosa debido a las lágrimas, el cansancio y la falta de comida; pero mis dudas se disiparon cuando empezó a querer sacarme la ropa con desesperación.

—No... no, por favor. —supliqué débilmente y me gane un tirón de pelo.

—Callate y colabora.

[...]

No podría poner en palabras tan siquiera lo que siguió después. Me sentía sucia, totalmente despojada de todo lo que me quedaba de dignidad, estropeada, agotada, estaba moribunda, deshidratada, hambrienta, golpeada y completamente humillada. Ya no me quedaban fuerzas ni para llorar, solo estaba sentada en una esquina de la cama donde era el único lugar que entraba un rayo de luz del sol, abrazando mis piernas, tapada con mi abrigo, mirando una mancha en el colchón, una mancha de mi sangre, una mancha que evidenciaba todo lo que había pasado, todo lo que había sufrido y todo lo que estoy por sufrir... Solo tenía ganas, en este preciso momento, de morirme. Yo sí que me sentía una mierda, yo sí que me sentía una basura minúscula, era débil y muy boluda y yo sí que no servía para nada. Como me hubiera gustado poder decirle a Guido cuánto lo amaba y no haberle gritado todo eso por última vez. Lo que hubiera dado porque todo fuera distinto y haber confesado lo mucho que me gustaba en el momento que nos vimos en año nuevo. Lo mucho que me arrepiento de no haberlo dejado compartir más momentos con nuestro hijo. Lo mucho que me arrepiento de haberle privado de experimentar el tener un bebé tan lindo como fue Gio. Gio. Gio Emiliano Ceol Sardelli.

Fue lo último que pensé antes de desmayarme nuevamente.








soy lágrimas. auxilio me ahogo

Memorias | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora